El joven Isaac le dice a su abuelo, don Teraj: "-He oído decir que en Hong Kong puede uno comprar una muchacha guapa. Y no son caras: por 500 dólares puedes traerte una. Ganas me dan de ir allá y comprarme una". Don Teraj saca su chequera y con premura empieza a hacer un cheque. "-Tráeme otra a mí" -le pide al nieto. "-Pero, abuelo -replica Isaac-. A estas alturas, con su edad ¿para qué quiere usted una muchacha?". Replica con vehemencia don Teraj: "-¡Pa’ revenderla, indejo!"... Capronio les cuenta a sus amigos: "-Estoy desolado. Por poco atropello a mi suegra en el garaje". "-¡Carambola!" -exclama uno de los circunstantes. (NOTA: Seguramente el que habló así leía a los hermanos Álvarez Quintero, comediógrafos aún de moda en ciertas provincias españolas. Ellos usaban mucho esa expresión interjectiva, "carambola", equivalente de "caramba", eufemismo empleado en lugar de "carajo", voz que se considera inconveniente por aludir a la parte del varón. En el rarísimo Glosario del Escorial, año 1400, se lee esta definición de "androge", o sea andrógino: "... Cosa que tiene conno et carajjo..."). Pero retomo el hilo de mi cuento. Cuando Capronio dijo que había estado a punto de atropellar con el automóvil en el garaje a su suegra, le pregunta uno: "-¿Te fallaron los frenos?". "-No -dice Capronio-. Me falló el acelerador"... Este pasado fin de semana fui a Morelia. Algún bien hice sin darme cuenta de ello, y me premió Diosito haciéndome ir a esa hermosísima ciudad, joyel de México, repositorio de belleza y tradición. Cuando estoy en Morelia nunca dejo de visitar el conservatorio de Las Rosas, donde late el espíritu de un hombre cuyo arte admiro y cuya memoria venero: el maestro Miguel Bernal Jiménez. Una de las aulas del prestigioso plantel se honra con su nombre, pero mayor homenaje debería recibir ese gran músico de México. Si el padre Villaseñor tiene ahí busto -merecidísimo, desde luego-, otro debería rendir homenaje al autor de "Tata Vasco". No desespero de ver alguna vez su efigie, ya en el bello jardín del conservatorio, ya en la plazuela que está frente a Las Rosas, junto a la de Cervantes y la del gran apóstol de Michoacán. Si es necesaria mi aportación para eso, desde aquí y desde ahora la ofrezco... "-¡Cómo me ha cambiado la vida! -se quejaba un señor ante su esposa-. Antes, cuando llegaba a la casa, el perrito me recibía ladrando y tú me traías mis pantuflas. Ahora tú me recibes ladrando y es el perro el que me trae las pantuflas". "-¿Y de qué te quejas? -rebufa la señora-. Sigues recibiendo el mismo servicio"... Viene ahora un cuentecito pelandusco... La maestra les dice a los niños: "-Repasemos mentalmente el alfabeto. A ver quién es el primer niño que me dice cuál es la décimo octava letra de nuestro abecedario". En ese momento el chamaco que estaba atrás de Pepito le pica cierta parte con el lápiz. Al sentir la calilla exclama Pepito: "-¡Oh!". "-Muy bien, Pepito" -se asombra la profesora al ver la rapidez de la respuesta-. Recordemos ahora las partes de la oración. A ver quién es el primero que me da un ejemplo de interjección". El incivil chiquillo vuelve a picar a Pepito. Y dice éste: "-¡Ay!". "-Perfectamente, Pepito -se sorprende nuevamente la maestra por el aprovechamien-to del niño, a quien conocía más bien por sus mahomías-. Vamos ahora a revisar nuestros conocimientos de Historia Sagrada. ¿Qué le dijo Eva a Adán en el Paraíso?". De nueva cuenta el chiquillo le hace la travesura a Pepito. Y dice éste con enojo: "-¡Si me vuelves a picar con esa cosa te la voy a arrancar y te la voy a clavar ya sabes dónde!"... FIN.
