Decía un individuo: "-Entre mi suegra y una foca no hay mucha diferencia. Una tiene una gruesa capa de grasa, es bigotuda y hace mucho ruido. La otra está en el mar”... Empédocles Etílez, el borracho mayor de la comarca, llegó aquel día a su casa cuando el sol asomaba ya las pompis por los claros balcones del Oriente. Su esposa, hecha una furia, se negaba a dejarlo entrar en el domicilio conyugal. "-Ábreme, viejita” -empezó a suplicar Empédocles con tartajosa voz-. "-Ni mádere! -le respondió la señora usando una delicada indirecta para no lastimar su sensibilidad-. ¡Dormirás en la calle, por borracho!”. "-¡Ábreme, viejita, por favor! -siguió deprecando el temulento-. ¡Te traigo una sorpresa!”. A las mujeres, ya se sabe, les gustan las sorpresas, aunque ya estén enteradas de ellas. La esposa de Empédocles, procurando adoptar un tono indiferente, preguntó: "-¿Qué sorpresa me traes, cabrísimo grandón?” (NOTA: Las últimas dos palabras no las enunció de esa manera). Responde el borrachín: "-Me saqué en una rifa una estufa y un trinchador”. "-¿Ah, sí? -se interesa la señora-. ¿Qué rifa fue esa?”. "-La de una marca de refrescos -explica Empédocles-. Abrí una botella, y en el interior de la corcholata estaban las palabras anunciando el premio: estufa y trinchador. Mira, así dice la corcholata: estufa y trinchador”. Con ansiedad apenas contenida abre la puerta la señora, toma la corcholata y lee: "Estudia y triunfarás”... Me preocupa mucho que la política se haya vuelto cosa de la televisión. En estos días de campañas, en que ganas nos dan de irnos a Timbuctú con todo y bártulos, somos agobiados por una catarata de propaganda televisiva de todos los partidos. Algún extranjero que visite México hoy y encienda el televisor en el hotel pensará que los mexicanos comemos política, bebemos política, vestimos política y vivimos sin hacer otra cosa que política. Somos, curiosa parajoda –esto es bastante peor que paradoja- un país pobre con partidos ricos, que tienen dinero hasta para aventar pa’arriba. Arriba son las antenas de los canales de televisión. Urge una nueva legislación electoral que evite ese dispendio, y el que hacen los políticos –con dinero de los contribuyentes- para promover su imagen y obtener una chamba a través de un proceso electoral. Aburre, cansa, y al final irrita esa incesante propaganda que, con la que hace el Gobierno Federal y los gobiernos locales, nos atosigan día y noche con una machacona propaganda que no conocíamos en los tiempos del antiguo régimen. O ¿qué? ¿También la democracia pertenece al imperio de la televisión? Tal es la primera pregunta que se me ocurre. Otras muchas preguntas podría hacer. ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Qué es un icosaedro? ¿Cuál es la capital de Dakota del Sur? Pero no puede uno pasarse la vida haciendo preguntas... Comenzaba el pasado siglo. Dos exploradores árticos naufragaron, y a duras penas lograron salvarse subiendo a un iceberg que flotaba en el Atlántico. Tres meses anduvieron a la deriva sobre la enorme masa helada. Cierto día uno de los náufragos empieza a otear el gris horizonte con su binocular. De pronto grita lleno de alegría: "-¡Estamos salvados, Amundsen! ¡Viene un barco! ¡Y es el Titanic!”... Himenia Camafría, madura señorita soltera, se presentó ante un juez y se quejó de su vecino don Geronte. El maduro señor había intentado asaltarla sexualmente. Pregunta el juzgador: "-¿La amenazó con alguna arma mortal?”. "-No, -replica la señorita Himenia-. Más bien me amenazó con una arma muerta”... FIN.