Hoy aparece aquí un cuento de subido color: "Pinocho y las mujeres". Viene al final de esta columnejilla. No deben leerlo las personas decentes, honorables, discretas, moderadas, virtuosas, recatadas y constreñidas en los límites de la moral... Dos ratoncitos iban por una calle citadina. Uno de ellos vio una botella de tequila que alguien había tirado y que conservaba todavía un resto de licor. "-Vamos a echarnos un trago" -propone uno de los ratoncitos. "-No, gracias -dice el otro-. Soy abstemio". "-Pues yo sí le entro" -replica el primero. Y así diciendo apura lo que quedaba en la botella. Minutos después ya estaba más borracho que oficinista en día de pago. En eso venía un tráiler. "-Lo voy a detener" -declara el ratoncito temulento. "-¡Estás loco! -clama espantado el otro-. ¡Te va a matar!". "-¡Hazte a un lado!" -demanda con enojo el roedor beodo. Va y se planta enmedio de la calle, frente al pesado camión que avanzaba en derechura a él. Impávido, el ratoncito levanta en alto una manita y grita con voz imperativa: "-¡Alto!". En ese preciso instante -prodigioso azar- tronó una de las llantas del vehículo. El trailero lo detiene, baja del tráiler, y al ver la llanta inutilizada le pide a su ayudante: "-Trae el gato". El ratoncito escucha aquello y dice retador dirigiéndose al trailero: "-¡Échamelo! ¡Tú y tu gato me valen!"... En el elevador el otoñal caballero le dice a la linda muchacha de generoso caderamen y opimo tetamento: "-Cómo está usted". "-Bien, señor" -responde ella. "-No pregunto -aclara el caballero-. Admiro"... La gente me pregunta a veces cuál es mi libro favorito. Ganas me dan de contestar: "-La Biblia". Esa respuesta adorna mucho. Quizá debería responder: "-El Quijote". Acabo siempre, sin embargo, por decir la verdad, y confieso que mi libro predilecto es el diccionario. La obra tiene poco argumento, ciertamente, pero está muy completa: en el diccionario vienen la Biblia, el Quijote y todos los libros que todos los escritores han escrito desde el principio de todos los tiempos. Claro, el orden de las palabras no es el mismo en que las dispusieron los autores, pero todas están ahí. Una cosa, entre otras muchas, me gusta de la edición última que la Academia hizo de su lexicón: viene más secularizado. Secularizar es hacer del siglo, es decir del mundo, de la gente común, lo que antes pertenecía a los eclesiásticos. Pongo un ejemplo: la palabra "Llamamiento". En la edición del 92 rezaba la definición: "Inspiración con que Dios mueve los corazones". Dice la actual definición, del 2001: "Vocación despertada por un sentimiento religioso". Hay una gran diferencia -del Cielo a la Tierra- entre las dos definiciones. Desde hace mucho tiempo los gobiernos y el poder político se secularizaron. Así deben seguir... Viene ahora el relato que anuncié al principio: "Pinocho y las mujeres"... Llegó Pinocho a la edad en que se manifiesta el instinto natural de la procreación, y empezó a tener trato cercano con las damas. Gepetto, el anciano carpintero, su papá, se dio cuenta de aquello y le pregunta con paternal solicitud: "-¿Cómo te va con las mujeres, hijo?". "-Muy bien, padre -contesta el muñeco de madera-. Pero tengo un problema: mis parejas se quejan siempre de que les clavo astillitas con aquello". "-Ése no es problema -responde Gepetto-. Con un papel de lija frótate esa parte hasta dejarla lisa y pulidita". Así lo hizo Pinocho. Días después le pregunta Gepetto: "-¿Como te va ahora con las mujeres?". "-¿Mujeres? -responde Pinocho, despectivo-. ¿Quién necesita mujeres?"... (No le entendí)... FIN.