Doña Jodoncia soñó que su esposo se estaba refocilando al mismo tiempo con una morena y una rubia. Se despertó por la impresión de aquel erótico ménage à trois. "-¡Martiriano! -le grita hecha una furia tras despertarlo con una sacudida-. ¡Eres un lúbrico degenerado, un verraco salaz! ¡Te vi en mis sueños follando con dos mujeres a la par!”. “-Pero, mujer –intenta defenderse el lacerado-. Eso fue sólo un sueño mendaz. ¿Por qué me reprendes con tan feas maneras?”. Responde doña Jodoncia, airada: “-¡Porque si eso haces en mis sueños, qué no harás en los tuyos!”... Libidiano conoció en la fiesta a una chica de busto opulento, ubérrimo, magnificente. Llevaba la muchacha un gran collar de perlas que le caía en sartas sobre el opimo pecho. Le dice Libidiano con sonrisa equívoca: "-¿Puedo acercar mi oído a su collar, hermosa señorita? Me han dicho que en las perlas se oye el rumor del mar”. (NOTA ACLARATORIA: El rumor del mar se oye en los caracoles, no en las perlas. La insidiosa solicitud de Libidiano se explica no tanto por su ignorancia de los fenómenos acústicos cuanto por sus mórbidos impulsos de voluptuosidad)... Don Algón advirtió que don Wormilio, su más antiguo empleado, andaba preocupado. "-Deje sus problemas en casa” -le aconseja. "-Imposible -responde con tristeza don Wormilio-. Mi mujer no aceptaría quedarse ahí”... La esposa de Afrodisio descubrió manchas de lápiz labial en la camisa de su cónyuge. "-¿Cómo explicas esto?” -le pregunta con celos igniscentes al tiempo que le mostraba la colorida prenda-. Responde el cínico sujeto: "-Debe haber alguna explicación. Dame una hora para pensarla”... El padre Arsilio se conturbaba mucho porque sus feligreses se dormían mientras él pronunciaba su sermón. Fue a consultar el caso con el señor Obispo, quien tenía fama de elocuente orador sagrado, nutrido en los ejemplos de Bosuuet y Fenelon. Le dice Su Excelencia: "-Es cosa fácil ganar la atención del auditorio. Cuando noto que mis oyentes empiezan a distraerse interrumpo de súbito el sermón y digo: ‘-Hermanos: anoche tuve en mis brazos a una mujer’. Todos paran las orejas y se enderezan en sus asientos, sorprendidos. Entonces continúo: ‘-Sí, queridos hermanos. Vino mi madre a visitarme, y la abracé lleno de filial amor’. Ya reconquistada la atención de la gente, prosigo mi sermón”. Al padre Arsilio le pareció excelente la táctica del señor Obispo, y se propuso ponerla en práctica cuanto antes. En el sermón del domingo la gente, como de costumbre, empezó a dormitar. "-¡Hermanos! -profiere de repente el Padre Arsilio-. ¡Anoche tuve en mis brazos a una mujer!”. Los feligreses, estupefactos, abrieron los ojos. Vacila el Padre Arsilio, duda, y luego dice confuso y lleno de turbación: "-Perdonen, hermanos: ya no me acuerdo de lo demás”... La señora aguardaba ansiosa frente a la puerta del quirófano. Sale el cirujano, y la mujer se precipita hacia él. "-¡Doctor! -le pregunta con ansiedad-. ¿Cómo salió mi esposo de la operación?”. "-¡Caramba, señora! -responde con tono galante el cirujano-. Con ese color de pelo que usted tiene, con esa blancura de tez y esos ojos azules, ¡qué bien se va a ver de luto!”... Unos recién casados pasaron la noche de bodas en la casa donde iban a vivir. Cuando llegó la mañana el novio quiso darle una sorpresa a su flamante mujercita, y fue a preparar el desayuno. Ella, mientras tanto, se puso a hablar por teléfono con su mamá. Llega él con la charola del desayuno, la muchacha mira los huevos con tocino que su marido le había preparado y luego dice en el teléfono: "-Por lo que veo tampoco es bueno para cocinar, mamá”... FIN.
