La debacle... El desastre... Una derrota para Vicente Fox y para el PAN, de la cual no podrán recuperarse en lo que resta del sexenio. Esta elección era la madre de todas las encuestas, y el Presidente la perdió. Los ciudadanos lo calificaron, hicieron la crítica de su Gobierno -de su falta de Gobierno-, y la nota que le dieron fue la reprobatoria. El fracaso de Fox tuvo su origen desde el mismísimo primer año de su administración. En esos 12 meses debió haber utilizado el enorme capital político que le aportó su triunfo, la histórica victoria que obtuvo sobre el PRI. Debió entonces aplicar toda su fuerza para sacar adelante los cambios que en su campaña pregonó. Si hubiese actuado con prontitud y energía, si hubiese convocado a los vencidos en vez de refregarles en el rostro su derrota, si hubiese, en suma, actuado como estadista, habría podido convertir su triunfo en reformas legislativas para allanar el camino de sus realizaciones. Ninguna resistencia le habría podido oponer el PRI; muy poca los demás partidos. Pero no aprovechó ese mágico momento; lo dejó pasar. Cuando los ciudadanos vieron que en un año el adalid del cambio no cambiaba nada, sino antes bien empezaba a trastabillar, a incurrir en dislates, a recular ante la violencia y las presiones, entonces nació una decepción cuyos efectos se mostraron en la jornada electoral del pasado domingo. Fox fue el gran perdedor de esa elección. En la amargura y desazón del vencimiento ha de acompañarlo Marta Fox, pues a ella toca también responsabilidad en la derrota. Su avidez de protagonismo, su ambición de poder, los revuelos que con su excesivo afán publicitario provocó, todo eso suscitó la antipatía de los electores, que le aplicaron un voto de castigo... Otra resonante pérdida panista fue la de Nuevo León, Estado que se consideraba bastión fuerte del PAN. Ahí el triunfo priísta fue por todo lo alto. Tiene importancia nacional la victoria del PRI en esa entidad norteña, tanto que algunos observadores pensarán que es prenuncio de la reconquista por los priístas de la Presidencia de la República, o al menos de que el PAN no la conservará... Fox, pues, fue el gran perdedor en esta prueba. Y ¿quién es el ganador? Es, desde luego, México, que empieza a recoger los frutos primeros de la democracia, uno de los cuales -y no el menor- es la posibilidad de la alternancia. En efecto, los errores cometidos en el curso del ejercicio democrático se pueden corregir con más ejercicio democrático. A pesar del alto índice de abstencionismo la elección fue ejemplar: ni siquiera existe ya la sombra de los antiguos vicios y fraudes que en los tiempos del antiguo régimen hacían de nuestra vida política una farsa. Debe lamentarse, sí, la inacción de las autoridades en casos como el de Atenco, donde unos cuantos descastados imponen su violencia y dan la espalda al proceso democrático tan trabajosamente conseguido por los mexicanos. Quienes por medio de la fuerza hacen campar su voluntad deben ser sometidos al imperio de la ley. Dejarlos impunes, permitir sin más que se salgan con la suya, es poner en riesgo las conquistas democráticas y abrir la puerta a posibilidades de mayor violencia... Dije ayer que hoy manifestaría a qué partido di mi voto. Voté por uno que ya no existirá: México Posible. Sin compartir la totalidad de su plataforma política -disentí sobre todo en lo relativo al aborto-, consideré que ese partido era una opción valiosa, por la defensa que hacía de los derechos de las minorías discriminadas, y le entregué mi voto. Es una pena que sigan existiendo negocios familiares, como el Partido Verde, y que en cambio desaparezcan organizaciones como México Posible, que ofrecen caminos nuevos a nuestra sociedad... FIN.
