Hay un patético vocablo que no me gusta usar: es el vocablo "patético". Designa esa palabra a todo aquello que agita o mueve el ánimo y le causa sentimientos de pena o desazón. A ese propósito me preocupa mucho el Presidente Fox. Algunas de sus declaraciones merecen ser tildadas de patéticas. La última fue la que emitió con motivo de la jornada electoral del 6 de julio. Se le preguntó si el funesto resultado que tuvo en general esa elección para su partido, el PAN, fue un voto de castigo para él, una expresión del desencanto que los ciudadanos sienten por los escasos frutos que su gestión ha dado. Y dijo el Presidente: "Yo no estuve en esa elección". Claro que estuvo en ella, como también estuvo la señora Marta. Cada candidato panista que participó en la carrera electoral corrió llevando sobre los hombros la pesada carga de "la pareja presidencial". Bien se puede decir que esa elección fue un referéndum a la mitad del camino, y ciertamente el resultado de tal plebiscito no fue en nada favorable al régimen. No hay peor sordo -afirma la sabiduría popular- que el que no quiere oír. El Presidente Fox insiste en dar la espalda a la realidad. Como el monarca bíblico, no lee las palabras de advertencia que en la pared escribe una invisible mano, y pierde así toda ocasión de enderezar el rumbo. "Aún es tiempo", dijo a sus colaboradores. Lo será si aprende la lección, si sale del estrecho círculo de quienes lo rodean y entabla un diálogo conciliador y creativo con las diversas fuerzas políticas de México, fortalecidas ahora a costa de la declinación del PAN. En cambio, si Fox sigue pensando que el sol se tapa con un programa de radio, los dos años que le quedan de gobierno efectivo se irán como estos tres se fueron, como agua o arena entre las manos... Con esas últimas palabras un estremecimiento bajó por la columna vertebral de la República, y sintió calosfríos la Nación. No fue mi ánimo provocar tales efectos, y me disculpo si acaso los causé. Relataré algunos lenes chascarrillos, a ver si con ellos atempero la involuntaria falta cometida... Babalucas hacía su primer salto en paracaídas. Saltó del avión, su paracaídas se abrió y Babalucas empezó a deslizarse suavemente hacia la tierra. En eso pasó a su lado el instructor en caída vertiginosa: el paracaídas del infeliz no se había abierto. Le grita Babalucas al tiempo que se quitaba rápidamente el paracaídas: "-Ah, conque carreritas ¿eh?"... El añoso cantante fue a un asilo de ancianos a entretener con sus canciones a los viejecitos. Pensó que lo recibirían con aplausos y peticiones de autógrafos: para su desencanto nadie pareció reconocerlo. Le pregunta a una de las ancianitas: "-¿No sabe usted quién soy?". "-No -contesta la vejuca-. Pero si no lo recuerdas pregúntaselo a la enfermera; ella te lo dirá"... Terminada la cita el galancete fue a dejar a la chica en su casa. "-Dulcilí -le dice poniendo la mano en la pared en displicente ademán de actor de cine-, ¿por qué en vez de entrar en tu casa no vamos a algún lugar discreto y ahí me das aquellito?". La chica se indignó al oír la salaz proposición, pero el libidinoso mozalbete insistió en su desmesura: "-Anda, Dulcilí: vamos a que me des aquellito". Y al decir eso seguía recargado con la mano en la pared. La chica se negaba, y él insistía una y otra vez. Se abre de pronto la puerta. Era la hermana de la chica. "-Dulcilí -le informa-. Dice mi papá que le des aquellito a tu amigo, o que se lo dé yo, o que si no viene a dárselo él, pero que por favor ya quite la mano del botón del interfón"... FIN.
