La historia que voy a contar es de notoria sicalipsis. Las personas con escrúpulos deberían abstenerse de leerla... Naufragó un barco australiano que llevaba un cargamento de ovejas. Hubo tan sólo tres sobrevivientes: uno de los marinos del navío, una oveja, y el perro que había cuidado del rebaño. Nadando llegaron los tres a una isla desierta, pero dotada de los elementos necesarios para la subsistencia, y ahí se dispusieron a vivir. Al paso de las semanas otra urgencia a más de las alimentarias acometió al pobre marinero. Cuando creció el apremio empezó a ver con tiernos ojos a la oveja. En sus eróticos deliquios la miraba como si fuera náyade hermosísima, ondina bella de las marinas fuentes o dríada del bosque. Cierta noche, sin poder ya contenerse, fue hacia a ella con intenciones que por pudor no puedo mencionar aquí, pero que mis cuatro amabilísimos lectores seguramente habrán de adivinar. El perro, sin embargo, se puso frente a la oveja dispuesto a defenderla, pues para eso había sido amaestrado. En los siguientes días y noches, cada vez que el marino se acercaba al animalito, el perro pastor le gruñía amenazadoramente, y le mostraba los colmillos. Nuevos intentos hizo el hombre en el transcurso de los meses, pero en cada ocasión el fiero can se interponía entre él y la cándida ovejuela. Así, el desdichado náufrago quedaba frustrado siempre en su deseo, mientras crecía en él la fiebre de libídine. Un día vio que algo flotaba sobre las encrespadas olas, a lo lejos. Fue nadando, y descubrió un madero sobre el cual yacía el cuerpo inerte de una mujer joven. Seguramente había habido otro naufragio, y la linda muchacha buscó su salvación en esa tabla. El marinero la llevó a tierra, y con solícitos cuidados volvió a la vida a la agraciada joven. Cuando ella se vio salva echó los brazos al cuello del anheloso nauta, y le dijo con palabras que la emoción entrecortaba: "-¡Gracias! ¡Me has salvado! ¡Pídeme ahora mismo lo que quieras! ¡Anhelo demostrarte mi inmensa gratitud!". "-¿En verdad puedo pedirte lo que quiera?" -pregunta con ansiedad el marinero. "-¡Sí! -contesta la muchacha-. ¡Lo que quieras! ¡Dispuesta estoy a cumplir cualquier deseo tuyo, pues que me has arrancado de las feroces garras de la muerte!". Le dice entonces el marino: "-Detenme al perro"... No soy dado a hacer profecías, pues me agobia el temor de que se cumplan. Nadie puede cambiar el pasado -excepción hecha de los historiadores-, y nadie puede tampoco prever el porvenir. El ingeniero Tárnava, de Monterrey, que hacía en la radio los pronósticos del tiempo, terminaba siempre sus predicciones sobre el clima diciendo: "Todo esto, si Dios quiere". En efecto, es riesgoso meterse a vaticinador, profeta, augur, vidente, arúspice o zahorí. Aun así me atrevo a señalar que, según las cosas se ven ahora, habrá de ser difícil que el PAN vuelva a ganar la Presidencia. Ningún indicio hay de que la administración foxista mejorará en lo que resta del sexenio, pues el Presidente se obstina en habitar un mundo ideal que sólo él mira, donde no se ha cometido error alguno y todas las cosas van muy bien. Sus mismos copartidarios le piden que abra los ojos y asuma las consecuencias de sus acciones e inacciones, pero él sigue acumulando nuevas fallas, como ésa de comprometer a la Presidencia en una lucha electoral, según hizo en el caso de Sonora, asunto de por sí difícil, cuya complicación creció con la indebida intervención foxista. Así las cosas, todo indica que el PAN llegará debilitado a la próxima elección presidencial... FIN.