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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

Doña Tebaida Tridua está de vacaciones. Su médico de cabecera le recomendó las aguas de Gogorrón, salutífero balneario potosino, y allá fue la Presidenta de la Pía Sociedad de Sociedades Pías para buscar alivio a una neurastenia que le tiene alterados los cuatro humores cardinales: bilis, atrabilis, pituita y sanguis. Aprovecho la ausencia de la rígida censora para narrar un chiste rojo: "El sueño". Viene al final de esta columnejilla... Con una metáfora rompió su efímero silencio la Primerísima Dama. Dijo que su marido, el Presidente Fox, es un buen marinero que llevará a feliz puerto la nave mexicana. Quizá ese símil sea verdad en el futuro. Por el momento, sin embargo, la dicha nave se ve muy averiada, y hace agua por varios agujeros de su maltrecho casco. Parece ir al garete; falta una mano firme en su timón y la marinería da con frecuencia muestras de impericia. Aturrullados, los oficiales no dan señales de conocer el rumbo; imparten órdenes contradictorias; más que como marinos avezados actúan como grumetes inexpertos. Para colmo, el capitán, en vez de dictar providencias que miren a la guarda del navío y al buen éxito de la travesía, se dedica a preguntar qué piensan de él los pasajeros, y cuando éstos le señalan alguna deficiencia contesta que él no hizo el mar. Recordaré una historia marinera de Baja California. En tiempos de la Segunda Guerra el capitán de un barco de la armada mexicana encalló su navío en las arenas de una playa del Pacífico. Lo juzgó una corte marcial -eran tiempos de guerra, ya lo dije- a fin de castigarlo por aquella punible acción debida a su torpeza o su descuido. Uno de los fiscales demandó para él pena de muerte; otro, más piadoso, exigió que se le castigara con prisión perpetua. Un tercer fiscal sugirió otra pena. Cuando los otros dos la conocieron su faz palideció. Aquel castigo era terrible, draconiano, más riguroso aún que los que ellos habían pedido. El jurado, sin embargo, se mostró inflexible -dura lex, sed lex; la ley es dura, pero es la ley-, y aplicó al capitán la pena ejemplarísima que demandó el tercer fiscal. ¿En qué consistió ese tremendo castigo? El capitán fue condenado a estar ocho horas cada día sentado en una silla en la playa, frente al casco de su navío varado, visible a un centenar de metros de la orilla. Llegaba la gente, curiosa, a contemplar el barco en ruinas, y siempre alguien preguntaba: "-¿Quién sería el grandísimo pendejo que encalló ese barco?". Y el desdichado debía responder: "-Yo fui"... Ninguna relación, naturalmente, tiene esta vera historia con la actual realidad que vive México. Sea, sin embargo, el Presidente Fox un buen marino. Aún dispone de tiempo para eso. A fin de no exponerse al severo juicio de sus conciudadanos enderece el rumbo, y lleve la nave del país a feliz puerto. Tales son los deseos de todos los mexicanos, aun de los que no votamos por él... He aquí el sicalíptico relato que arriba se anunció: "El sueño"... Tres viajeros llegaron una noche a cierto pequeño pueblo en el que solamente había un hotel. Nada más había un cuarto disponible, les informó el dueño, pero tenía cama grande que los tres podrían compartir. Así lo hicieron, y acordaron dormir los tres boca arriba, para mayor comodidad y conveniencia. A la mañana siguiente dice uno: "-Tuve un sueño muy raro. Soñé que alguien me agarraba aquella cosa que les platiqué". "-¡Singular coincidencia! -exclama el segundo-. ¡Yo soñé lo mismo!". Y dice el que había dormido entre los dos: "-En cambio yo tuve un sueño muy bonito. Soñé que andaba esquiando en la nieve"... (No le entendí)... FIN.

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