Decía una señora: "-A mi marido le digo ‘El Jabón Neutro’. No tiene ningún ingrediente activo"... Casó con una viuda Babalucas. "-A la luna de miel me fui yo solo -contaba a sus amigos-. Ella ya había pasado por todo eso"... La esposa del profesor Tapial, que era algo sordo, dio a luz un robusto hijo. Por los mismos días el profesor publicó un libro. Alguien lo felicitó en la calle: "-Felicidades por su hijo". "-Gracias -responde él-. No habría podido hacerlo sin la ayuda de todos mis alumnos"... Sigue ahora un chascarrillo inocuo seguido de una pequeña reflexión... La familia que vivía en una ciudad de la provincia iba a cambiar su domicilio a la capital de la República. La víspera del viaje el niñito de la casa se arrodilló al pie de su cama a recitar sus oraciones. "-Haz que tengamos un buen viaje, Diosito -pide-. Cuida a mi abuelito y a mi abuelita, que se quedan aquí. Y otra cosa: de hoy en adelante ya no sabrás de mí. Voy a vivir en el Distrito Federal"... El cuentecillo, aunque humorístico, sirve para ilustrar el sentimiento de soledad que puede agobiar a quienes deciden ir a vivir en urbes tan colosales como la ciudad de México, considerada la mayor del mundo (más grande incluso que Saltillo). Ningún resultado plausible han dado hasta ahora los esfuerzos tendientes a evitar que la población de la capital siga aumentando por inmigración. Pese a las dificultades de la vida ahí cada día llegan miles de provincianos atraídos por el espejismo de la gran ciudad y de las oportunidades que al parecer ofrece. Bien pronto se dan cuenta de que las condiciones en esa enorme urbe son para ellos aun peores que las que afrontaban en su lugar de origen, pero entonces ya es tarde para emprender el regreso, bien porque quemaron sus naves, bien porque les resulta penoso confesarse vencidos. Circunstancias de muy diverso orden hacen penosa la vida en las ciudades grandes, y particularmente en el Distrito Federal, tan expuesto a calamidades de todo orden. Lo mejor que podrían hacer los provincianos que quieren volverse capitalinos es pensarlo dos veces antes de cambiar lo que consideran malo por algo que muy posiblemente podría resultarles peor. En lo que a mí hace, si alguien, aunque sea el presidente de la República, me pide que me vaya a vivir a la ciudad de México, le diré que muchas gracias, que ni siquiera por el Cielo cambio mi amadísima ciudad... Don Poseidón advierte al galancete que le pedía la mano de su hija: "-Antes de que se case usted con Revevona -le dice-, quiero que sepa que es muy floja". "-¿De dónde?" -se alarma el pedidor... La señora con angustia le reclamó a su esposo: "-¡Malvicio! ¿Por qué enterraste viva a mi mamá?". "-Mujer -contesta el tal Malvicio-. Tú me dijiste que era un tesoro"... La mamá de Pepito recibió una queja muy desagradable: Pepito andaba de exhibicionista con la vecinita de al lado. "-¡Pero, mamá! -se defiende el niño-. tú me dijiste: Ponte la camisa nueva y enséñasela a Rosilita. ¡Yo creí que eran dos órdenes distintas!"... Para obtener los favores de una mujer le prometió un sujeto: "-Anda, y te daré más dinero del que necesitarás el resto de tu vida". Ella aceptó la oferta. El tipo la gozó; luego le dio un peso y la estranguló"... Le dice el niñito a su mamá: "-Mi papi me va a regalar un carrito en mi cumpleaños". "-¿Por qué piensas eso?" -pregunta la señora. Contesta el pequeñín: "-Vi su cartera, y ahí trae la llantita de refacción" (No le entendí)... FIN.