¡Qué forma de empezar la semana! ¡Con un chascarrillo de tan subido color que haría ruborizar a un diputado! El cuento, llamado "Flores y verduras", viene al final de esta columnejilla... El problema con las derechas es su moralismo. El problema con las izquierdas es su amoralidad. Yo no creo que a Manuel López Obrador se le haya quitado lo izquierdoso. Las lecturas de juventud quedan por siempre, y no es lo mismo haber leído "El Capital", aún en versión condensada, que haber leído, pongamos por caso, "Pureza y Hermosura", de monseñor Tihamer Toth. Pienso que López Obrador leyó en su adolescencia la revista "Por qué", oyó las canciones de Violeta Parra y se aprendió de memoria algún poema de Mario Benedetti. Quizás alcanzó a ver todavía aquellas películas venidas de la URSS: "Cuando pasan las grullas" o "La balada del soldado". Y todo eso no se quita; imprime en la memoria la misma indeleble marca que deja la primera foqueada (perdón por el anglicismo). Lo digo porque más temprano que tarde López Obrador empezará a buscar acercamientos con empresarios nacionales a fin de ir allanando su camino hacia la Presidencia. Ante esos empresarios el tabasqueño se presentará como un converso que dejó atrás su borrascoso pasado de manifestaciones callejeras, ocupación de pozos petroleros, toma de oficinas públicas y demás extremos populistas, y promoverá su imagen de político eficaz, conciliador y moderado. Nadie en la izquierda habrá de reprocharle esas gestiones: todos los izquierdistas piensan que el fin justifica los medios -lo mismo piensan los derechistas-, y postulan la existencia de "tontos útiles" y "compañeros de viaje". Los izquierdistas son seres muy pragmáticos; hacen alianzas cuando les conviene y las deshacen a su conveniencia. Tengamos la certidumbre, empero, de que si López Obrador llega a la Presidencia aflorarán en él todas sus lecturas, revivirán las antiguas canciones de protesta y las películas en blanco y negro, y será un Presidente de izquierda, claro, dentro de las circunstancias. Si eso sería bueno o malo no puedo yo decirlo. Ni siquiera puedo decir cuál es la capital de Dakota del Sur, menos aún estoy en aptitud de sentenciar sobre el futuro. Lo que sí afirmo es que lo izquierdista no se quita. Tampoco se quita lo derechista. Lo que sí se quita es lo centrista. Más fácil es renunciar a la moderación que al extremismo... Viene ahora el vitando cuento anunciado en el principio... Una señora y un señor vivían en casas vecinas, y ambos tenían el mismo hobbie o entretenimiento: cultivaban en su jardín flores y verduras. Cierto día la señora le dice a su vecino: "-Las rosas que usted tiene me provocan sana envidia. ¡Cuán rojos son sus pétalos! Las mías, en cambio, son pálidas y opacas. ¿Cómo hace usted para conseguir que sus rosas sean tan rojas?". Contesta el señor: "-Entre jardineros no puede haber secretos. Le diré el mío, por más que me apene la revelación. Para que mis rosas sean más rojas me exhibo ante ellas. Quiero decir que me pongo una gabardina, y sin llevar nada de ropa abajo me coloco frente a los rosales y de repente abro la gabardina. Al ver aquello las rosas se ruborizan con intensidad. Eso explica el rojo subido de sus pétalos". La señora le dijo que el método le parecía heterodoxo, poco apegado a las reglas de la jardinería, pero le aseguró que recurriría al mismo expediente. Unas semanas después el vecino le preguntó si ya había aplicado el método. "-Sí -responde la señora-. Me exhibí igual que usted". Pregunta el hombre con curiosidad: "-Y ¿ya son más rojas sus rosas?". Contesta ella: "-Las rosas siguen igual. ¡Pero viera el tamaño que han alcanzado mis pepinos!"... (No le entendí)... FIN.
