Yo no soy dado a adjetivar. Los escritos con demasiados adjetivos resultan fofos, inconsistentes, lacios, aburridos, chocantes, feos, pomposos, retóricos, barrocos, antiestéticos, magnílocuos, superfluos, deformes y desproporcionados. Mis artículos son sustantivo, no adjetivo. También, debo reconocerlo, tienen algo de pronombre, adverbio, interjección y su pizca de conjunción, sobre todo copulativa. Hoy haré una excepción. En esta columneja aplicaré un adjetivo calificativo. ¿A quiénes? A los llamados zapatistas y a su corifeo mayor, ese grandísimo farsante, Marcos. Otra vez reaparece el guerrillero de mentirijillas, y llama ahora “caracoles” a lo que antes llamó “Aguascalientes”. Dice en su última misiva, escrita en el empalagoso, cursilón y alambicado estilo que usa, que los caracoles llevan ese nombre porque “... serán como bocinas para sacar lejos nuestra palabra...”. Debió decir entonces “caracolas”. Pero eso es lo de menos. Lo de más es que otra vez tenemos sainete para rato. Diré al final el adjetivo que merecen estos embaucadores, sin más propósito que grabarlo en la memoria de las generaciones venideras.... Pregunta su nieto a un viejecito: "-Abuelo: ¿cuándo fue la última vez que tuviste sexo?”. "-No sé -responde el anciano-. Creo que nunca lo tuve”. "-¡No es posible! -se asombra el muchacho-. ¿Tienes doce hijos y treinta nietos, y dices que nunca tuviste sexo?”. "-¡Ah, sexo! -exclama el viejecito-. No, sexo tuve todavía la semana pasada. Yo entendí ‘seso’ ”... Celibia, madura señorita soltera, murió y llegó al Cielo. "-Tienes derecho a entrar -le dice San Pedro-. Tu vida fue intachable. Lamentablemente en estos momentos no hay cuarto disponible. Te voy a mandar unos días al Infierno, en tanto encuentro un sitio para ti”. Llena de congoja, muy angustiada, la señorita accede. Una semana después, sin embargo, llama por teléfono al portero celestial. "-¡Señor San Pedro! -le dice llena de ansiedad-. ¡Apresúrate a encontrarme lugar! ¡Las muchachas malas que están aquí en el Infierno ya me enseñaron a fumar!”. San Pedro le promete apresurarse. A la semana, otra angustiosa llamada de la señorita: "-¡Por favor, señor San Pedro! ¡Sácame de aquí! ¡Las muchachas malas ya me enseñaron a tomar!”. El apóstol le dijo que haría lo posible por apresurar su entrada al Cielo. A los pocos días, una nueva llamada de la señorita: "-¡Señor San Pedro! ¡Llévame contigo, por piedad! ¡Las muchachas malas ya me enseñaron a bailar!”. Unos días después, tras dar prisa a los trámites, San Pedro toma el teléfono y llama a la señorita. "-Celibia -le dice-. Ya puedes venir. Ya tengo lugar en el Cielo para ti”. "-No te preocupes, Perico -le dice con voz alegre la señorita-. Me voy a quedar aquí. ¡Las muchachas malas ya me enseñaron lo mejor!”... Venancio Carioca, picador de toros, madrileño, invitó a Manuelillo Castoreño, también picador de toros, sevillano, a visitar su casa. Sacó en su honor unas aceitunas muy finas que tenía. “-Se agradecen -dice solemnemente el sevillano-. Voy a picar un poco”. Trae luego Venancio unas lascas de jamón serrano. "-Se agradecen -dice otra vez el Manuelillo-. Voy a picar un poco”. Va Venancio y trae un plato con angulas. "-Se agradecen -repite Castoreño-. Voy a picar un poco”. En eso entra la Bernarda, esposa de Venancio. "-Mira, Manuelillo -le dice Carioca poniéndose muy serio-. Te voy a presentar a mi mujer. Pero en este caso, si quieres picar un poco vas a tener que ir a la plaza de toros”... ¿Qué expresión aplicar a Marcos, y a su troupe armada, por el daño que han hecho y siguen haciendo a México? Aquí voy a ponerlo: son una cabra de bolones... FIN.