Doña Gorgolota llegó a su casa luego de un viaje que hizo para visitar a su mamá, y sorprendió a su esposo en trance de fornicación adulterina con una mujer desconocida que al parecer él conocía muy bien, pues en la ustión o ardimiento de aquel concúbito inmoral se dirigía a ella con acezantes vocativos. Le decía: "-¡Mamashita pechocha!” y "-¡De quén shon eshtas coshotas?”. A la vista de aquel extremo de libídine doña Gorgolota soltó la voz a fuertes dicterios de carácter francamente peyorativo. Al infiel consorte llamó "bestia verraca”, y a su espantada compañera, que apenas acertaba a taparse con la sábana el fornel, tildó con una palabra de cuatro letras que empieza con pe y acaba con a, y que no es "pala”, "pena”, “pira”, "poda” o "pura”. Cuando acabó de rebufar tamañas demasías doña Gorgolota las remató con una monición intimidante. "-¡Ah! -ruge-. ¡Pero esto no se va a quedar así!”. Con tímido acento dice el fornicario: "-No te preocupes, mujer. Al terminar siempre tendemos la cama”... Una cosa, entre otras muchas, ha cambiado en México: no vemos ya los rampantes casos de corrupción que eran cosa de todos los días en el antiguo régimen. Muchos de los actuales nuevos funcionarios podrán ser tildados de ineficientes, pero ninguno tiene fama de corrupto, ni hay evidencias que pudieran autorizar a alguien a decir que se están repitiendo ahora los usos del pasado. Quizá peco de ingenuo, pero creo que no veremos al final de la administración foxista aquellas “hornadas sexenales de millonarios” que en el pasado veíamos. Desde luego no hay que cantar victoria, pues las malas inclinaciones no son exclusivas de la Torre de Pisa: las compartimos todos los humanos. Así las cosas, hemos de estar alerta, pues en todas partes y en todo tiempo se cuecen habas. Cualquier indicio de corrupción se debe investigar; toda conducta suspicaz ha de ser objeto de escudriñamiento. ¿Por qué no soy yo objeto de escudriñamiento? Porque luego me arriesgo a que me digan al ir por la calle: “-Mira: ahí va uno de conducta suspicaz”. ¿A dónde podría llevarme eso? No lo sé. ¿Acaso la hoja desprendida del árbol conoce a do la lleva el aquilón? (“Hojas del árbol caídas / juguete del viento son. / Las ilusiones perdidas / hojas son ¡ay! desprendidas / del árbol del corazón”). Silencio... Himenia Camafría, madura señorita soltera, llegó a la mueblería y pidió que le mostraran una sala sexual. "-Una sala ¿qué?” -pregunta con desconcierto el encargado. "-Una sala sexual -repite la señorita Himenia-. Las anuncian hoy en el periódico”. "-¡Ah! -se sonríe el empleado-. Usted quiere decir una sala seccional”. Inquiere recelosa la señorita Himenia: "-Y ¿sirven para lo mismo?”... Mister Grandrump, que no hablaba muy bien el español, le dice al anfitrión de la fiesta: "-Su esposa de usted, ¿tener alguna dieta especial?”. "-No sé -responde con extrañeza el hombre-. ¿Por qué pregunta si mi esposa está a dieta?”. Explica mister Grandrump: "-Porque todo mundo decirme que ella ser la mujer más ligera del pueblo”... El hijo del emigrante hablaba de su padre: "-Llegó a Veracruz sin un centavo en el bolsillo. Trabajando hizo toda su fortuna”. Interviene un tío del que hablaba: "-Perdona, sobrino, pero yo sé que nuestro padre le dio a mi hermano su parte de la herencia, y era bastante dinero. ¿Por qué dices que llegó a México sin un centavo en el bolsillo?”. Explica el otro: "-Bueno, sí traía dinero, pero en el barco venía esta rubia y...”... FIN.