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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

Volupticia y uno de sus hermanos vivían en la gran ciudad. Ella gozaba de gran popularidad entre los hombres, pues compartía con ellos -claro, en forma no gratuita- los encantos de que la había dotado Mamá Naturaleza. En cambio él, mujeriego, andaba siempre en apuros económicos. “-Hermanita -le dice un día-. Préstame un poco de dinero; lo que puedas. Estoy quebrado”. “-¡Ay, Impecunio! -protesta la muchacha-. ¡No entiendo cómo andas siempre sin dinero, y en cambio a mí me sobra!”. “-Bueno -responde él-. Eso se explica porque la fuente de tus ingresos es la causa de mis egresos”... Llega Babalucas con el carpintero. “-Maistro -le pide-. Necesito que me haga una caja de una pulgada de ancho, una pulgada de alto y 36 metros de largo”. El carpintero se sorprende. “-¿Una pulgada de ancho, una pulgada de alto y 36 metros de largo? -exclama con asombro-. ¿Para qué es esa caja?”. Explica el badulaque: “-Es que mi vecino se fue a otra ciudad, y necesito mandarle por paquetería una manguera que me prestó”... “-Doctor –le dice el señor al siquiatra-. Mi esposa ha dado en la peregrina locura de creerse gallina”. “-¿Y quiere usted que la atienda” -pregunta el analista-. “-No -responde el señor-. Ella es la que quiere que me dé usted un tratamiento que me haga creerme gallo”... El señor va con el cirujano plástico y le dice: “-Doctor: ¿podría usted operar a mi tía soltera?”. “-¿Qué le sucede? -inquiere el médico-. ¿No vino con usted?”. “-No, -dice el señor-. Mi tía murió ayer”. “-¿Y entonces para qué quiere que la opere?” -se asombra el cirujano plástico. “-Verá usted -explica el tipo-. Mi tía murió víctima de una violación tumultuaria, y queremos que nos haga usted el favor de borrarle esa sonrisa de la cara”... Un individuo relataba la muerte de su esposa, que pereció al caer a un precipicio. “-¡Qué trágica muerte!” -comenta alguien. “-Y eso no es nada -dice el hombre-. Mis dos esposas anteriores murieron a consecuencia de haber comido hongos envenenados”. “-¡Qué barbaridad! -exclama el otro-. ¡Qué terrible destino!”. “-En efecto, -dice el tipo-. Y si mi tercera mujer murió al caer del precipicio fue precisamente porque no quiso comerse los hongos”... Para concluir, éste es el chiste del recio hombre de campo que fue a la estación del tren a recoger a su hijo. El joven iba al rancho a pasar vacaciones. Estudiaba en la ciudad la carrera de modista. “-¡Hola, papi!” -saluda el muchacho al señorón con delicada voz y suave ademán. “-Cómo ‘stá m’hijo” -responde escamado el ranchero. Ya cuando van en la camioneta dice el chico con adamado tono: “-¡Ay! ¡El campo está divis, divis!”. El hombre comienza a inquietarse. A poco pregunta el muchacho: “-¿Y cómo está el caporal aquél que tenías, tan alto él, tan guapo y fuerte?”. “-Está bien” -responde hosco el papá, ya francamente preocupado. En eso dice el mozalbete: “-Papi, detente un momentito. Voy a hacer la pipis”. El papá detiene la camioneta, saca una escopeta, corta cartucho y apuntándole al muchacho le dice con sordo acento de amenaza: “-¡Si te sientas disparo, caón!”... FIN.

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