Un pato llegó a una tienda de ropa. Se dirige al mostrador y le pregunta con voz clara al dependien-te: "-¿Hay cacahuates?". Asombrado al oír hablar al pajarraco el dependiente acierta sólo a responder: "-No hay". El pato da las gracias y sale de la tienda. El día siguiente, a la misma hora, vuelve a entrar el pato. Va y le pregunta otra vez al dependiente: "-¿Hay cacahuates?". Responde el hombre: "-No hay. Ésta es una tienda de ropa". Se retira el palmípedo (Aix galericulata), pero al siguiente día regresa otra vez. "-¿Hay cacahuates?". "-¡No hay! -contesta el dependiente ya molesto-. ¡Ya le dije que ésta es una tienda de ropa!". El pato sale sin decir palabra. Al día siguiente ahí estaba otra vez, a la hora de siempre. "-¿Hay cacahuates?". "-¡¡¡No hay cacahuates!!! -estalla hecho una furia el dependiente-. ¡Ésta es una tienda de ropa, entiéndalo bien! ¡No hay cacahuates, no hay, no hay! ¡Y si otra vez viene usted con lo mismo lo voy a clavar al suelo por las patas para que no moleste más!". Se va el pato a toda prisa, asustado por la tremenda amenaza. El dependiente pensó que se había librado para siempre de él. Pero al día siguiente, con puntualidad de tren británico, el pato entra de nuevo en la tienda. Va hacia el dependiente y le pregunta: "-¿Hay clavos?". Al hombre lo sorprende la nueva pregunta. Responde con desconcierto: "-No hay". Entonces el pato vuelve a preguntar: "-¿Hay cacahuates?"... El brutal atentado que cobró la vida de Sergio Vieira de Mello, representante de la ONU en Irak, y de funcionarios y empleados del organismo, es obvia consecuencia de la ocupación de ese país por el ejército norteamericano y sus aliados. A una forma de violencia corresponde otra. Lo lamentable es que mujeres y hombres que habían ido a Irak a procurar la paz hayan sido las víctimas de esta brutal acción. De ella son también responsables los norteamericanos y sus copartícipes, que han tendido cercos inexpugnables en torno de sus representantes para cuidar de su seguridad, pero que no dieron ninguna protección a las oficinas de la ONU, a las que cualquiera podía acercarse sin ningún control. A las fuerzas de ocupación tocaba proteger esas instalaciones. Para los Estados Unidos, sin embargo, la presencia de la ONU en Irak era estorbosa molestia, y mal iban a cuidar de la seguridad de quienes fueron ahí con el propósito -entre otros- de vigilar sus acciones. Lo sucedido, condenable a la luz del objetivo seleccionado, se explica como reacción de un pueblo cuya nación ha sido invadida sin más razón que la de la fuerza. Este hecho sangriento, que algunos calificarán de terrorismo y otros de acción de resistencia, no será el último que se presentará. Tienen razón las organizaciones civiles que en Estados Unidos están pidiendo ya el cese de la ocupación de Irak y el regreso de los soldados a su patria. Mientras no cese la violencia de una ocupación militar odiosa seguirá la amenaza de la violencia terrorista, y el pueblo norteamericano se sentirá tan inseguro en su casa como los irakíes en la suya... Esta última frase, columnista, me sacudió la región del periné, tan sensible. Quiero que sepas que el próximo sábado voy a ir de compras a MacAllen. Con lo que dices ¿podré viajar tranquilo? Pa’ susidios no gana uno. Ea, narra un cuentecillo lene que nos devuelva, siquiera sea en parte, la tranquilidad... Una señora le pregunta a otra: "-El novio de tu hija ¿es médico?". "-No -responde con extrañeza la otra-. ¿Por qué?". Explica la señora: "-Es amigo de mi hijo, y le contó que se la había recetado"... FIN.