Lord Feebledick le dice con tono de amenaza a mister Busygroin: “-Señor mío: sé que hace usted objeto de galanteos y requiebros a mi mujer, lady Loosebloomers. Una cosa quiero advertirle: si le sigue mandando recaditos y hablándole por teléfono en mi ausencia, se la voy a dejar”... En otra ocasión llegó lord Feebledick al domicilio conyugal y sorprendió a su esposa en concúbito de barraganería con el guardabosque de la propiedad, un rústico y zafio mocetón de nombre Wellh Ung. “-¿Qué significa esto?” -pregunta lord Feebledick, bien conocido por su curiosidad intelectual y por inquirir siempre sobre el significado de las cosas. Le contesta lady Loosebloomers: “-¿Recuerdas que de novios me decías que éramos el uno para el otro? Éste es el otro”... Himenia Camafría y Celiberia Sinvarón, maduras señoritas solteras, platicaban acerca de la onda fría reinante. “-Anoche estuvimos bajo cero” -comenta Celiberia. Dice con un suspiro la señorita Himenia: “-Me habría gustado estar bajo uno”... En otra ocasión la señorita Celiberia invitó a su casa a don Geroncio Dosalaño, senescente caballero de ya avanzada edad. “-Ay, señor Dosalaño -dice con un mohín de coquetería la señorita Celiberia-. Temo que aprovechándose de la ocasión y de mi soledad intente usted alguna acción impropia”. “-¡Señorita! -protesta don Geroncio con ofendida dignidad-. ¡Sólo borracho sería yo capaz de atentar contra el honor de una mujer!”. Rápidamente apunta Celiberia: “-El whisky está sobre el refrigerador”... Ordena el sargento: “-¡Soldado Babalucas! ¡Vaya al río y llene las cantimploras!”. Poco después regresa Babalucas con las cantimploras vacías. “-¿Qué pasó?” -pregunta el sargento-. “-No las pude llenar -contesta Babalucas-. En el río estaba un cocodrilo”. “-Es usted un idiota -se enoja el sargento-. Los cocodrilos son muy tímidos; seguramente se asustó igual que usted”. “-Entonces ni caso tiene ir por el agua -replica Babalucas-. Si el cocodrilo se asustó igual que yo, el agua ya no se puede beber”... Rosibel y Leovigildo se iban a casar. “-Antes de unirnos para siempre -le dice ella a él- tengo que confesarte algo. Tuve una aventura”. “-Ya lo sé, mi vida -contesta Leovigildo-. Me lo contaste antier”. “-Ésta fue ayer” -aclara Rosibel-... El problema del desempleo ha llegado ya a extremos de gravedad que no se pueden soslayar. A eso se añade la falta de creación de nuevas fuentes de ocupación para recibir a quienes cada año se incorporan a lo que con fría expresión economicista se llama “el mercado de trabajo”. Ciertamente en estos fenómenos inciden numerosas causas de orígenes diversos, algunas de ellas externas. Urge, sin embargo, una política económica urgente, en cuyo diseño y operación deben tener parte los principales protagonistas de la vida nacional, en este caso el Poder Ejecutivo y el Legislativo. Si no se promueven reformas tendientes a suprimir los estorbos a la inversión, si no se llevan a cabo la reforma fiscal y la laboral, ya veremos cómo se agravarán aún más los efectos de la crisis que el país afronta. Urge un diálogo entre aquellos dos poderes, diálogo fincado en la buena voluntad y en el reconocimiento de la magnitud de los problemas nacionales. De ese diálogo deben derivar las bases para emprender acciones rápidas y efectivas que atemperen los efectos de la circunstancia internacional y nos permitan hacer frente a la situación... Avanzaba la noche, y dos chicas se desesperaban en la esquina. Le dice una a la otra: “-Si a las 11 no estoy en la cama me voy a mi casa a acostar”... FIN.
