Doña Avidia, mujer con grandes impulsos de libídine, no era correspondida en tal pasión por su marido, de nombre Pudendín Doblado. Un día, sin conocimiento de su esposo, fue la ardiente señora con el médico y le pidió un elixir, alguna pócima o brebaje que sirviera para resucitar en su exangüe consorte los febráticos ímpetus de rijosa carnalidad que el paso de los años le había arrebatado. ("Use it or loose it”: o lo usas o lo pierdes, se dice en lengua inglesa para expresar lo mismo que el clásico apotegma enunciado por Hipócrates de Cos: órgano que no se usa se atrofia). El médico escuchó la solicitud de doña Avidia. "-Mire, señora - le contesta-. Me acaba de llegar este nuevo específico paregórico formulado con una combinación de fosfuro de cinc, nuez vómica, acantea virilis, hierba damiana, ginseng y extracto de yohimbina. Le haré una receta para que con cuidado administre el medicamento a su marido”. El doctor puso en su prescripción que don Pudendín debería tomar "4 o 5” gotas de aquel líquido. Desgraciadamente no acentuó la o, como debe hacerse cuando esta conjunción se pone entre números, para que no se confunda con ellos, y doña Avidia leyó "405 gotas”, de modo que casi le dio a beber todo el frasco a su agotado cónyuge. A la mañana siguiente muy temprano llama doña Avidia por teléfono al doctor. "-¿Funcionó el remedio?” -pregunta éste con gran interés-. "-¡Vaya si funcionó! -responde doña Avidia-. Ahora necesito que me mande el antídoto, para poder cerrar el ataúd”. (EXPLICACIÓN: Por los efectos de la excesiva dosis de aquel potente bebedizo el pobre señor Doblado murió lleno de vida. Descanse en paz)... Se ha vuelto ya rutina hacer la crítica de las acciones y palabras de la Primera Dama, doña Marta Sahagún de Fox. Todo lo que hace y dice pasa a través de ese feroz tamiz que son los medios de comunicación. Desde luego fue la misma señora quien dio motivo a eso por la desmesura de su protagonismo y su excesivo afán de ganar cámaras, micrófonos y reflectores. Pero un extremo no justifica otro. Pensé en eso cuando vi la fotografía de doña Marta vestida con atavío charro. Hermoso atuendo es ése, y ciertamente la señora lo luce muy bien. Pero el pie de la foto decía esto: "La Primera Dama vestida de mariachi...". Realmente ésas son ya ganas de joder. El vestido de gala del charro o de la charra no son en modo alguno prenda de mariachi, sino gala y ornato de una muy noble tradición que se debe preservar. Es encomiable entonces la participación de la señora Fox en una actividad tendiente a fortalecer algo que es parte de nuestro ser de mexicanos. Y otra cosa: me opongo y me seguiré oponiendo a la desatentada pretensión de la Primera Dama de convertirse en sucesora de su esposo. Pero si doña Marta aspira a ser gobernadora de su Estado, Guanajuato, hallará en mí a su mejor propagandista, o por lo menos a uno no tan malo, pues me consta la buena estima en que la tienen sus paisanos y tengo la certidumbre de que sería una excelente gobernadora de ese Estado por el que tan grande afecto tengo... La mujer de Babalucas, Boborronga, dio a luz un hijo, el tercero. "-Ahí le paramos” -sentenció el papá. "-¿Por qué?” -pregunta Boborronga-. Explica Babalucas: "-Leí que uno de cada cuatro niños que nacen en el mundo es chino, y yo quiero puros hijos mexicanos”... Le dice el paciente al traumatólogo: "-Doctor, todas las noches sueño que llegan a mi cama tres preciosas chicas. Se precipitan sobre mí llenas de amor, y yo hago una cosa absurda, inexplicable: las rechazo empujándolas con ambos brazos”. Le indica el médico: "-Lo que usted necesita es un siquiatra. Yo soy traumatólogo”. "-Precisamente, doctor -replica el sujeto con angustia-. Vengo a que me quiebre los brazos”... FIN.