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De Política y Cosas Peores

Don Poseidón, granjero acomodado, se alegró mucho cuando su mujer le dijo que soñaba con ir a Tierra Santa. "-¡Fantástico! -exclamó con entusiasmo-. ¡Siempre he querido conocer Durango!". Doña Holofernes precisó: no esa Tierra Santa, sino aquella donde vivió Nuestro Señor. Consultó precios don Poseidón en Bait & Brakefast, agentes de viajes, y dijo a su señora que algún día quizá le cumpliría ese sueño. Por ahora se hallaban en la etapa de cuidar los centavos como si fueran pesos, para luego poder gastar los pesos como si fueran centavos. Harían un viaje, sí, pero al Bajío. Conocerían lugares muy hermosos, como Irapuato y Salamanca, y suplirían la visita a Jerusalén por una al Cerro del Cubilete. Doña Holofernes no se mostró muy convencida, pero aceptó a regañadientes. Preguntó: ¿llevarían a Floriselia, su hija? No, sentenció don Poseidón. Aquel viaje era una segunda luna de miel. "Primera", pensó doña Holofernes al recordar que su viaje de bodas fue a la nevería, donde pidieron un helado llamado "Tres Marías", que hubieron de compartir -María y media cada quien-, pues no había dinero para más. Añadió don Poseidón que Floriselia ya estaba grandecita (tenía 32 años): debía ir aprendiendo a cuidarse sola. En cuanto a la granja, de ella se encargaría Pitoncio, el caporal. Casi dos meses duró el feliz periplo. Tantos lugares vieron, tantas cosas interesantes pudieron conocer -como La Bola, de Celaya- que doña Holofernes llegó con la intención de escribir un libro, "Mi Viaje por Tierras del Bajío", que iría publicando por capítulos en el periódico local. Otros pensamientos traía don Poseidón cuando volvió del viaje. Preguntó a su hija, Floriselia, que fue a recibirlos en la central de autobuses, cómo había cuidado Pitoncio de la granja. "-¡Muy bien, papá! -replica la muchacha, extática-. Ahora las vacas dan más leche, las gallinas ponen más huevos, los marranos están engordando más... Todo por el trabajo de Pitoncio. Y ¿se acuerdan ustedes de aquel extraño malestar que se me presentaba cada mes? ¡Pues también Pitoncio me lo quitó!"... Muy diestra es la señora Marta Sahagún de Fox en eso de sembrar berenjenales. Lo malo es que se enreda en ellos, y hace que se enreden los demás. Hablando del mutable clima de Nueva Inglaterra solía decir Mark Twain: "¿No te gusta? Espera un minuto". Lo mismo doña Marta. Cada día da que decir. Y que desdecir. Si las Primeras Damas tuvieran un escudo, como las reinas o damas nobles de la Europa, el escudo de la señora Fox debería lucir una veleta, giralda o catavientos, así de versátiles, tornadizos y volubles son sus dichos. ¿En qué quedamos por fin? ¿Renuncia doña Marta a "Vamos México" o no? Aparece la noticia de su resignación. Al día siguiente la versión es negada por la misma fuente de donde salió, y al mismo tiempo confirmada por la Secretaría de Gobernación, que deja en manos de la Presidencia de la República -y vaya que "Vamos" es una asociación privada- la confirmación oficial de la especie. ¡Acabáramos!, como dijo San Pedro cuando el Señor lo puso a contar las once mil vírgenes, y le faltó una, y cada vez que volvía a contar ya le faltaba otra. Yo digo que la señora Marta, a más de renunciar a la presidencia de "Vamos México" -de cualquier modo siempre se pensará que está atrás de ella- debe también desparecer esa fundación, de la cual, dígase lo que se diga, ha venido daño para otras asociaciones de beneficencia. La propia señora Fox puede recibir perjuicio de "Vamos México", por la borrosa línea de demarcación entre el supuesto carácter privado de la asociación y el claro carácter público de su fundadora. En fin, esperemos a ver qué dice mañana doña Marta. Y qué dice pasado mañana...

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