En días como el de hoy suelen enconarse los nacionalismos y los antinacionalismos. Hay quienes cantan loas a la Patria. Entonan, ellos solos, una gran poesía coral para decir las glorias nacionales. Otros, por el contrario incurren en la cursilería de tenerle miedo de la cursilería, y a fin de no ser tildados de patrioteros proclaman su convicción de que vivimos en el peor de los mundos imposibles. Por mi modesta parte yo digo que ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre. Se debe amar lo propio -cosa de instinto es ésa- pero sin que ese amor nos ciegue en tal manera que nos impida ver los méritos ajenos y los defectos propios. "¡Cómo México no hay dos!" -gritaba uno. Y le decía otro: "Se ve que no has viajado". El amor a la Patria se debe mostrar en la verdad. Hace algún tiempo escribí una larga serie de artículos a los que titulé "La otra historia de México". Me aparté en ellos de la trillada historiografía oficial y fui a buscar otra lectura del pasado mexicano en "la visión de los vencidos", testimonios de quienes no alcanzaron la victoria en los grandes conflictos nacionales. El resultado de esa búsqueda fue muy revelador, y llamó poderosamente la atención de los lectores, que me preguntan aún con insistencia si alguna vez sacaré en libro aquella colección llena de datos poco conocidos por los cuales sabemos que ni los héroes eran tan héroes ni los supuestos villanos tan villanos: hombres de carne y hueso todos, y no estatuas de mármol o de bronce. En esa verdad, en toda la verdad, debemos fincar el verdadero amor a nuestra tierra. No incurrirá en falta de patriotismo, por ejemplo, quien este día afirme que México no es un país independiente. Y no lo es por la sencilla razón de que no producimos lo necesario para alimentarnos. De otros países hemos de traer nuestra comida. Hasta el maíz para las tortillas debemos importarlo, nosotros, que alguna vez fuimos llamados "los hombres de maíz", porque de aquí es originaria esa maravillosa planta. Me han dicho que los suizos tienen en su ley máxima una disposición que los obliga a ser autosuficientes en la producción de sus alimentos básicos, pues si de otra nación cualquiera tuviesen que depender para obtenerlos no podrían conservar la neutralidad, característica básica de su vida nacional. Yo veo largas filas de tráileres en nuestras carreteras. Forman un gran cordón umbilical a través del cual nos llegan alimentos producidos en Estados Unidos. Con ellos satisfacemos necesidades que por nosotros mismos no podemos atender, pues nuestro campo, por muchas y muy diversas causas, está condenado a ser improductivo. Si ese cordón se interrumpiera pasaríamos hambre. Así las cosas, dependiendo de un país extranjero hasta para comer ¿podemos decir que México es un país independiente, soberano? Palabras son ésas, nada más, vacías de contenido... "¡Viva México!". Sí, está bien. Pero viva ¿de qué?... Atención: en esta misma semana saldrá aquí el chascarrillo conocido con el nombre de "Éxtasis y barbacoa". Es el chiste más lépero de los que llevo publicados en el año. ¡No se lo pierdan mis cuatro lectores!... Un investigador especializado en temas de sexualidad hacía una encuesta acerca de lo que dicen las mujeres en el momento del acto del amor. "-Mi esposa -informó un recién casado- grita cosas como: '¡Oh!', '¡Ah!', '¡Dios mío!'. '¡Más aprisa!' '¡Papacito!' y ¡Sí!". "-La mía -revela un señor que tenía ya 20 años de matrimoniado- en el momento del amor dice: 'Beis. Beis'". "-¿Beis?" -pregunta el investigador sin entender. "-Sí -confirma el señor-. 'Beis. Creo que el techo lo debemos pintar de beis'"... FIN.