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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

Mañana aparecerá en este mismo espacio el execrable chascarrillo conocido con el esotérico nombre de "Éxtasis y barbacoa". Se hace del conocimiento general que dicho cuento atenta contra la urbanidad y las buenas maneras, a más de vulnerar los sanos principios de la moral pública. Nadie deberá leerlo so riesgo de caer en behetría, o sea en confusión, caos, desorden... El padre Arsilio reunió a los fieles en el salón de actos de la iglesia a fin de pedirles su cooperación para acabar las obras de restauración del templo. Nalgarina, la más notoria daifa del pequeño pueblo -la más notoria, digo, pues era la única-, alzó la mano desde el fondo del local y ofreció un generoso donativo. El padre Arsilio vaciló: no sabía si recibir aquel dinero proveniente de un giro condenado por la Santa Madre Iglesia. Uno de los asistentes advirtió su confusión y le gritó: "-¡Acepte el ofrecimiento, padre! ¡Dinero es dinero, y además ahí hay aportaciones de todos nosotros!"... El Arzobispado de Guadalajara, presidido por el cardenal Juan Sandoval Íñiguez, afirma la inocencia del Arzobispo de Guadalajara, cardenal Juan Sandoval Íñiguez. La clerecía cierra filas en su defensa: un obispo afirma que los ataques contra el cardenal son ataques contra el Evangelio. El Príncipe de la Iglesia cubre de injurias a sus adversarios. Los tilda de malvivientes, los llama "desquiciados", llega al extremo de nombrarlos asesinos. Mete a la danza al Presidente Fox y al secretario de Gobernación, y los acusa de promover mañosamente, con oscuros fines, una investigación sin bases. Insinúa la posibilidad de que la Procuraduría General de la República "siembre" pruebas para perjudicarlo, torciendo así el recto ejercicio de su función. También hace el señor Arzobispo declaraciones pugnaces en las que mezcla por igual a personajes políticos de toda laya. La actitud arrogante y prepotente del dignatario despierta suspicacias. El que nada debe nada teme, declara la sabiduría popular. Habría que esperar una conducta más prudente y serena de su parte, nacida del reconocimiento de que el orden jurídico debe aplicarse por igual a todos. Ante la ley no hay personas sagradas. Si existe una denuncia en contra del señor Sandoval Íñiguez la autoridad está obligada a hacer las investigaciones correspondientes. Clamar en la forma en que lo hace el Arzobispo, incurrir en la notoria desmesura de acusar al Presidente de desviar recursos para provocar un levantamiento tendiente a lesionarlo, propiciar que los feligreses hagan manifestaciones en su favor, todo eso da la impresión de que el prelado quiere tender cortinas de humo y estorbar la acción de quienes investigan su conducta. Si nada turbio ha hecho el Cardenal deje que actúen sus pesquisidores, en la seguridad de que nada hallarán que lo incrimine. De otra manera sus manipuleos políticos, sus desplantes de altanería y soberbia, los denuestos e injurias que profiere, las acusaciones que hace con tanta ligereza, serán base para que muchos piensen que si el río suena es que agua lleva. Por nuestra parte, mientras la belicosa Iglesia y el aturdido Estado mexicanos se trenzan en una más de sus pedestres zacapelas (la enésima desde que Carlos Salinas de Gortari correspondió al apoyo de la jerarquía católica reformándole a su gusto la Constitución), nos atrevemos a expresar el imposible anhelo de que este caso se atienda y resuelva en términos de ley. Que el asunto no acabe -como otros semejantes- en oscuros acuerdos bajo mesa que hacen de nuestro país un territorio donde suceden muchas cosas para que a fin de cuentas no suceda nada... FIN.

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