Doña Tebaida Tridua está indispuesta. La lectura del chascarrillo titulado "Éxtasis y barbacoa" le provocó un severo episodio de esquizoidia, forma abortiva de esquizofrenia según la terminología de Bleuler, y que Kretschmer caracteriza como umbral de la demencia precoz. Tras leer el dicho cuento doña Tebaida empezó a hablar con incoherencia, y luego profirió palabras malsonantes que pusieron escándalo en quienes las oyeron. Vanos fueron los remedios que le aplicaron los facultativos: epítemas, vomipurgantes, emenagogos, antihelmínticos, resolutivos, vulnerarios, analépticos, catárticos y rubefacientes. Al final la señora Tridua quedó postrada, sin sentido. La abandonaron las tres potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad. ¿Qué nefasto relato es ése, "Éxtasis y barbacoa", cuya lectura causó tan grave daño a aquella ilustre dama, Presidenta de la Pía Sociedad de Sociedades Pías? Léanlo mis cuatro lectores al final de esta columnejilla... La modesta misión que me he fijado, ya se sabe, consiste en orientar a la República, en evitar con sabias admoniciones y advertencias que pierda el rumbo y se despeñe. Hoy, sin embargo, voy a apartarme de esa responsabilidad, tan delicada, a fin de orientar a otra nación necesitada de consejo. Esa nación es China. Mis palabras, entonces, se dirigen este día a los chinos. Y les digo: ¡No dejéis de sembrar arroz! Sucede que ese gran pueblo, de historia y tradiciones milenarias, está tomando el camino que le señalan los grandes países industrializados; se está volviendo un vasto territorio de maquiladoras. Así, la mano de obra campesina se va convirtiendo poco a poco en mano de obra industrial, y ha comenzado una vasta emigración del campo a las ciudades. Si este proceso sigue, dentro de algunos años los chinos ya no producirán el arroz que necesitan para el alimento de su pueblo, y tendrán que importarlo, como hacemos nosotros con nuestro maíz. ¡No cambiéis vuestro futuro, amigos orientales, por un MacDonald’s! Adoptad, sí, los beneficios de la modernidad, y atended las necesidades de vuestra creciente población, pero sin abandonar vuestro campo. Eso conduce a la dependencia, objetivo final que quizá buscan las naciones poderosas que, desterrada ya del escenario mundial la bomba atómica, tienen ahora en los alimentos su arma principal. ¡No digas que no te lo advertí, China!... Y ahora he aquí el vitando chascarrillo conocido con el extravagante nombre de "Éxtasis y barbacoa".... Llegó el marido a su casa después de un largo viaje. Venía lleno de eróticos impulsos causados por su ausencia prolongada. Así, aquel sábado por la noche mostró a su esposa la intensidad de su deliquio pasional. Le hizo el amor una, y otra, y otra vez. Todavía, en la madrugada del domingo, volvió al asalto con juveniles ímpetus. Ella quedó en estado de agradable laxitud, ahíta, satisfecha. Eso le inspiró un gran sentimiento de gratitud. Se dijo: "-Mi maridito, con el esfuerzo que hizo, seguramente va a amanecer con hambre. Voy a comprarle una barbacoa para que almuerce a gusto y restituya las perdidas fuerzas". Dejó la cama y se vistió sin hacer ruido a fin de no despertar al esposo, que dormía el profundo sueño de la pasión cumplida. Con pasos tácitos salió de la habitación, y en su automóvil se dirigió al lugar donde la barbacoa se vendía. Le dice al hombre que la despachaba: "-Me da un kilo de barbacoa, por favor". Le pregunta, obsequioso, el individuo: "-¿Bien escogidita?". Responde hecha una furia la señora: "-¡En primer lugar no me tutee, majadero! ¡Y en segundo, eso a usted no le importa!"... (No le entendí)... FIN.