Le comenta una señora a otra: "-Mi marido cree en la vida después de la muerte”. "-El mío -dice la otra- no cree ni en la vida después de la cena”... Don Geroncio, senescente varón de edad madura, iba a casar con mujer joven. A fin de estar en condiciones de cumplir el débito conyugal fue a una clínica en Europa y se hizo implantar unas glándulas de mono, pues aspiraba a ser papá y le habían dicho que con ese suplemento podría elevar –digámoslo así- sus posibilidades. Se efectuó el matrimonio, y los anhelos del buen señor se vieron realizados: no sólo estuvo a la altura (bastante) del compromiso, sino además su esposa quedó en estado de buena esperanza. Llegado que se hubo el término de gestación ella dio a luz. Muy lleno de ansiedad pregunta don Geroncio al médico. "-¿Fue niño o niña?”. "-Aún no lo sabemos -responde el ginecólogo-. Las glándulas de mono hicieron demasiado efecto. Hay que esperar a que la criatura se baje del candil”... Hacía mucho tiempo que aquellos dos amigos no se veían, y se toparon en la calle. A fin de celebrar el grato encuentro fueron a tomar una copa. Después de perseverantes y muy efectivas libaciones acordaron reunirse en el mismo bar exactamente un mes después, en la misma fecha. Se llegó el día. Uno de los amigos llega al bar y encuentra a su compañero ya en la mesa. "-¿A qué horas llegaste?” -le pregunta asombrado por la puntualidad. "-No me he ido” –responde el otro con tartajosa voz... Doña Macalota, señora muy robusta, fue a la playa. Al acercarse al agua oyó el diálogo entre dos chiquillos. "-¡Ven! -invitaba uno al otro-. ¡Vamos a meternos en el mar!”. "-Tendremos que esperar un poco -dice el otro-. Parece que la señora lo va a usar”... Llegó el avestruz al charco donde los avestruces tomaban agua cada día. Había muchos ahí, pero todos con la cabeza metida en pozos que hicieron en la arena. Voltea el avestruz a todos lados y se pregunta: "-¿Y ‘ora? ¿Dónde están todos?”... Contaba el marido de doña Uglilia: "-Mi esposa fue a una clínica de belleza. Le aplicaron una máscara de lodo para mejorarle el cutis, y quedó realmente muy bien, mejor que como estaba”. "-¿De veras?” -se interesa una de las señoras que escuchaban-. "-Sí, -confirma el señor-. Lo malo es que una hora después se quitó la máscara”... A aquella niña le decían "La Cicatriz”. Le quedó a su mamá de una caidita... Un muchacho hablaba de cierta chica que le presentaron. Según él la muchacha tenía el busto más opíparo de la ciudad. "-¿De veras tiene el busto muy grande?” -quiere saber uno-. "-¿Que si lo tiene grande? -repite el muchacho-. Mira: para tocar el timbre tiene que ponerse de espaldas a la puerta”... El sediento vaquero llegó a la cantina de aquel pueblo del Salvaje Oeste. Le extrañó ver que el local estaba solo, sin nadie que atendiera a la clientela. Dio fuertes golpes en el mostrador para llamar al encargado. Aparece un caballo caminando sobre las patas de atrás y poniéndose un delantal de barman. El vaquero se queda estupefacto. "-¿Qué? -le pregunta el caballo-. ¿Te sorprende ver un caballo cantinero?”. "-No, -responde el cowboy-. Lo que pasa es que no sabía que la vaca hubiera vendido”... La ingenua muchacha le informó a su seductor: “-Voy a ser mamá”. Replica él: "-No me puedo casar contigo”. La chica rompe en llanto. "-Me pone triste verte llorar -se conmueve el tipo-. Voy a quitarme los anteojos”... FIN.