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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

Una señora se quejaba con su marido: "-Rigoberto, mira cómo me traes, muy mal vestida; no me das para arreglarme bien. La gente que venga a la casa va a creer que soy la cocinera”. "-No te apures, -responde el señor-. Bastará que les des lo que cocinas para que sepan que cocinera no eres”... El nuevo pastor del templo escogió como tema para tratar en su primer sermón el importante tema del pecado. Su sermón impresionó profundamente a quienes lo escucharon, sobre todo a las mujeres, de modo que a la semana siguiente apareció en el boletín de damas de la iglesia la siguiente nota: "Damos la más calurosa bienvenida al nuevo pastor. Realmente las mujeres de la iglesia no sabíamos lo que era el pecado hasta que él llegó”... El apasionado galán dice a su novia en el automóvil: "-Eres mi diosa, mi musa, mi inspiración, mi alma. ¿Sabes lo que eso significa?”. "-Sí, -contesta la muchacha-. Que dentro de diez segundos te me vas a echar encima”... Los Estados Unidos se proclaman defensores de los derechos humanos en el mundo, pero a mí se me hace que son meras aves canoras con la región glútea hipertrofiada. Uso esa culterana y gongórica expresión por no decir que son puros pájaros nalgones. En efecto: ¿Cómo puede un pueblo llamarse defensor de los derechos humanos si hace de la pena de muerte -inhumano castigo irreparable y cuya ejemplaridad no ha sido comprobada- una práctica casi cotidiana y con claras evidencias de discriminación racial? Los mexicanos caemos en la equivocación de tener un sentimiento de "minusvalía” o inferioridad al compararnos con nuestros vecinos, tan poderosos ellos, tan ricos, tan cómodamente instalados en su sociedad, en su saciedad. Sin embargo nosotros hemos sabido suprimir de nuestra vida comunitaria esa violencia odiosa que consiste en la eliminación legal de la vida humana. En las cárceles estadounidenses cientos de miserables aguardan una muerte que tarda a veces años en llegar, y cuyo repetido aplazamiento ha de ser una tortura mayor que la aplicación misma de la pena. En Texas la condena a la pena capital se ve con la naturalidad de una medicina que puede obtenerse sin receta. La sombría amenaza de la inyección letal pesa como un riesgo inminente sobre todos los pobres que no son blancos, anglosajones, protestantes. Y es que los Estados Unidos nacieron, crecieron y prosperaron bajo el signo de la violencia armada. Quizá en lo más hondo del ser del estadounidense late una semilla violenta, resto atávico de aquella violencia que dio forma a su nación. No se llamen, pues, defensores de los derechos humanos en el mundo quienes en su propia casa atentan todos los días y en tan variadas formas contra los valores que orientan y dan sentido a los humanos. Yo si fuera valor humano no iría ni a Poughkeepsie... Los dos muchachos platicaban con las dos muchachas. Dice uno de ellos: "-Pusimos un negocio de muebles, y nos fue tan mal que salimos perdiendo hasta aquello”. Y dice una de las muchachas: "-Pues nosotras pusimos un negocio de aquello, y salimos perdiendo hasta los muebles”. (Este columnista se niega terminantemente a pensar qué pueda ser aquello. ¿Una taquería? ¿Una boutique? ¿Una estética? No, no quiero ni pensarlo, como dijo la hormiga cuando el elefante le propuso matrimonio... FIN.

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