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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

Después de llevar vida muy desarreglada una muchacha fácil de su cuerpo sintió el llamado de la fe. Acudió ante el padre Arsilio y le dijo: "-Quiero que me bautice, señor cura”. El sacerdote se informó cumplidamente del proceloso pasado de la maturranga, y supo que tenía muchos kilómetros de vida recorridos, todos de terracería. Así, le dijo: "-Contigo no será suficiente un poco de agua en la cabeza, hijita. Tendré que ponerte en remojo algunos días”. (Y en auténtica agua del Jordán, lo menos)... Se lamentaba un pobre tipo: "-Desde bebé fui muy feo. Me llamo Nonó porque cuando nací mi madre empezó a decir: ‘¡No, no!’”...”... El otro día vi este letrero en una fábrica: "Hoy se impartirá al personal una conferencia sobre el valor del tiempo y su uso correcto. Será a las seis de la tarde, más o menos”. Lo que cuento no es histórico: es verídico. Al mirar tal anuncio pensé en el extraordinario valor de eso en lo que jamás pensamos por falta de tiempo: el tiempo. Aplico esta sesuda reflexión a las reformas de cuya aprobación por el Congreso, al decir de la administración foxista, depende la salvación de México, la supervivencia de la República y la preservación de nuestro territorio, incluyendo la plataforma continental, los zócalos submarinos, las islas, cayos y arrecifes, lo mismo que el espacio situado bajo la superficie de dicho territorio y sobre ella, usque ad caelo et ad inferno. Esas reformas han acabado por ser una entelequia, algo con visos de irrealidad, cosa que nadie conoce ni sabe a ciencia cierta en qué consiste. El tiempo se le va acabando al llamado “gobierno del cambio”, pues pronto llegarán los días en que el caldero político se agitará con motivo de la sucesión presidencial, y nada podrá ya hacerse para sacar esas reformas. Si en verdad hay proyectos concretos sobre ellas el Presidente debería darlos a conocer y buscar el apoyo de la ciudadanía a fin de darles concreción. De otra manera en este sexenio del cambio el único Estado que habrá cambiado será el estado civil del Presidente... Rosibel le pregunta a don Algón, su jefe: "-¿Cómo sigue de su dolor de muelas, señor?”. Responde él: "-Me había estado atormentando hasta hace unos minutos, pero se me olvidó por completo de repente”. "-¿Cómo fue eso?” -se interesa Rosibel. Explica don Algón: "-Estaba yo de pie frente a mi escritorio. Cerré el cajón violentamente, y me agarré dos partes muy sensibles. Fue entonces cuando se me olvidó el dolor de muelas”... Un ladrón entró en una casa cuyos moradores habían salido de viaje. Empezó a buscar cosas de valor cuando de pronto oyó una voz: "-Mahoma te ve, y desde arriba te ve también Alá”. Se asustó el ladrón, y más cuando escuchó de nuevo aquella voz que le advertía, severa: "-Mahoma te ve, y desde arriba te ve también Alá”. El delincuente se puso a buscar para ver de dónde salía aquella voz. Pronto dio con el misterio: el que le hablaba era un perico. Le pregunta el ladrón con voz de burla: “-¿Quién es Mahoma?”. Responde el loro: “-Soy yo”. Pregunta el ratero: “-¿Y quién fue el indejo que te puso ese nombre?”. Contesta el cotorro: “-El mismo que le puso ‘Alá’ al perro doberman que está detrás de ti”... Don Astasio supo sin lugar a dudas que su esposa lo estaba coronando, es decir que le adornaba la cabeza, lo engañaba. Le dice con acento de solemnidad: “-Facilisa: lo sé todo”. “-¡Ah, qué bueno! –se alegra la pecatriz-. ¡Entonces podemos vender la enciclopedia!”-. FIN.

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