Fueron vanos todos los esfuerzos que hizo la Pía Sociedad de Sociedades Pías para evitar la publicación del chascarrillo conocido con el nombre de "Erotismo y decepción". Al final de esta sección está el vitando cuento. Léanlo mis cuatro lectores... Casandra era una profetisa cuya especialidad era joder. Quiero decir molestar, fastidiar, dar lata al prójimo. Conseguía tal resultado haciendo profecías ominosas, que agoraban catástrofes y ruinas. No hay que juzgarla mal: su actitud tuvo origen en amores desastrados. Cuando joven fue una bellísima mujer. Apolo le pidió la gala más recóndita de su hermosura, o sea aquellito. A fin de conseguir su intento el dios le prometió a Casandra el don de profecía. Ella aceptó el ofrecimiento, pero cuando se trató de corresponder a lo ya dado no cumplió su parte. Apolo montó en cólera -ya era lo único en que podía montar-, e hizo que Casandra sólo sirviera para profetizar desastres. Ahora la infeliz es símbolo de quienes se dedican a vaticinar calamidades. Me hago émulo de Casandra y digo que la elección de Arnold Schwarzenegger como gobernador de California es aviso casi seguro de la reelección de Bush como Presidente de Estados Unidos. En efecto, la victoria del fortachón se fincó en el miedo de los norteamericanos. De ese miedo surgió el convencimiento de que Schwarzenegger pondría freno al ingreso de migrantes, en cada uno de los cuales los estadounidenses conservadores ven una amenaza. Ese mismo miedo podrá ser base para la permanencia de Bush en el poder. Los autores del atentado del 11 de septiembre hicieron mucho más que derribar las dos Torres Gemelas: sembraron la semilla del temor en el país más poderoso del mundo. Y no hay nadie con más proclividad a la violencia, a la intolerancia y a toda suerte de locuras y actitudes extremistas que alguien poseído por el miedo... Y ahora he aquí el vitando cuento que anuncié al principio... Aquel marido llegó a su casa después de un viaje que lo mantuvo ausente dos semanas. Sin decir palabra llevó apresuradamente a su mujer a la recámara. Llevaba un pequeño maletín negro, como de doctor. Sin hablar desvistió a su esposa y la hizo tenderse en decúbito supino -de espaldas- sobre el lecho conyugal. La señora no se explicaba la premura de su marido, ni su silencio empecinado. ¿Por qué no hablaba? ¿A qué esa prisa, insólita en él, que tendía más bien a lo calmado en cosas de la intimidad? Y ese maletín negro ¿qué contenía? No necesitó hablar el esposo para que la tercera pregunta quedara contestada. Sacó del maletín unas cuerdas. Tomó una y ató un brazo de la señora a uno de los postes de la cama. En la misma forma le ató el otro brazo, y luego las dos piernas. La esposa pensó que su marido, lleno de urentes ansias y deseos a causa de su larga ausencia, iba a poner en práctica una de esas fantasías eróticas descritas por los lectores que mandan cartas a las revistas "Hustler" o "Penthouse". Se dispuso pues, con anticipación gozosa, a disfrutar de una apasionada e inédita sesión de sexo, con exóticas experiencias que pondrían novedad en la relación matrimonial. Le llamó la atención, sí, que su esposo, a más de atarla en la cama, le tapó la boca con una fuerte mordaza. Y entonces vino la mayor sorpresa. Una vez que la señora estuvo así, atada y amordazada, el apresurado marido trajo una pizza y un six de latas de cerveza helada, encendió el televisor y cómodamente sentado en su sillón, ahora con la seguridad de que no sufriría interrupciones ni molestias, se puso a ver el partido de futbol... FIN.