Aquel señor tuvo la ocurrencia de ponerle a su perro un nombre peregrino: lo llamó "Sexo". Así como otros se refieren a sus canes diciendo "el Duque", "la Niní" o "el Kaiser", él a su perro le decía "el Sexo". Bien pronto empezaron sus problemas. Fue al departamento de sanidad y dijo al encargado: "-Quiero una licencia para Sexo". "-A mí también me gustaría una -le respondió el funcionario-, pero si mi mujer se llega a enterar me mata". "-Estoy hablando de un perro" -precisó el señor. Y dijo el hombre: "-Mire, amigo: aquí no autorizamos perversiones". Cuando el señor se casó sus problemas aumentaron. Llevó consigo al perro a su viaje nupcial. Y dijo en el hotel: "-Quiero un cuarto especial para Sexo". Le contestó el joven de la recepción: "-Para eso cualquiera sirve". "-Entiéndame -dijo el señor-. El Sexo me despierta en la noche". "-También a mí -replicó el muchacho-. Haga lo que yo: me las arreglo como puedo". Al regreso del viaje de bodas el perro se fue de la casa. Y contaba el señor, muy triste, en una fiesta: "-Poco después de casarme el Sexo me abandonó". "-A mí también" -dijeron a coro todos los invitados. Cierta noche el hombre salió de la casa a ver si hallaba al perro. Lo vieron unos policías y le preguntaron: "-¿Qué hace usted en la calle a las 3 de la mañana?". Contestó el señor: "-Ando en busca de Sexo". Los gendarmes se lo llevaron acusándolo de conducta inmoral. Bien empleado lo tiene, por haberle puesto al animalito un nombre que se prestaba a equívocos. Moraleja: cuando tengas un perro, ponle "Firuláis"... También se está prestando a equívocos la ambigua actitud de Marta Sahagún. Cuando los periodistas le preguntan si aspira a suceder a su marido en la Presidencia de la República, ella no dice ni si ni no, sino todo lo contrario y viceversa. Está claro, sin embargo, que sí aspira, y todas sus acciones están encaminadas a conseguir tal fin. En eso no duda en afectar a su marido, cuya imagen se demerita cada día al tiempo que crece la de su mujer, pues las limitaciones del señor contrastan con la omnipresencia de la esposa. El ex Presidente De la Madrid no hizo sino repetir la voz popular cuando señaló la inconveniencia de que la señora Fox llegue a la máxima magistratura, pues eso sería una reelección. Claro que en política -ese circo de circos- todo puede suceder, hasta lo lógico. El caso Schwarzenegger demuestra tal aserto. Si la señora Marta agarra la bandera feminista -ya la esgrime-, si logra convocar el voto de las mujeres, podría haber una sorpresa mayor que el campanazo que su consorte dio. No se piense, empero, que la señora las trae todas consigo. Su popularidad es grande, ciertamente, por el hábil manejo que hace de los reflectores, pero su imagen no es grata a todo mundo. Últimamente he estado en varias ciudades de Guanajuato, y no fueron pocos los lectores -y las lectoras- que me reprocharon haber ofrecido apoyo a la señora Sahagún para el caso de que se presentara como candidata a gobernadora de ese estado. Consideran que la señora carece de méritos para regir a Guanajuato. No me valió el débil alegato que argüí en el sentido de que hice aquel ofrecimiento como medida desesperada ante la aspiración presidencial de doña Marta. Sigo pensando que su pretensión es desatinada, inoportuna e imprudente, por la condición que tiene, de esposa del Presidente en turno. Pero sin duda la aspiración existe, y conforme pase el tiempo ese ni sí ni no -ya lo veremos- se irá tornando en un rotundo sí... FIN.