Fui a Mérida, y vestido quedé de su hermosura. La capital yucatanense es un deslumbramiento. Sus hombres y mujeres tienen un señorío de palabra y obra que en otras partes no se ve. Digo esto porque el señorío no es monopolio de varón: lo tienen igualmente las mujeres. Señorío quiere decir dominación o mando, y el hombre cabal siempre se rinde al misterioso dominio que desde siempre ha ejercido la mujer, suprema dadora de la vida. Fui a Mérida, dije, y la encontré limpia como una patena y hermosa cual las mujeres cantadas por Palmerín, Guty y Pastor. Gocé los infinitos dones de su paisaje, su mesa y su palabra. Se me llenaron el corazón y el alma con la amorosa amistad de su gente, toda perteneciente ahora a la divina casta. Dios vuelva sus ojos hacia mí y otra vez me lleve a Mérida, y una vez más me permita ver lo mismo -y a los mismos- que en este viaje vi. No lo merezco, es cierto, pero tampoco merecía el aplauso que de pie me brindaron 800 muchachas y muchachos que, convocados por la prestigiosa Universidad del Mayab y por sus estudiantes de Comunicación, fueron a oírme. Al final de mi presentación pidió hablar el profesor Manuel Ayuso Barrera, y dio salida a estas palabras: "Visité a Marco Almazán / en su local residencia, / y me admiró su sapiencia, / su sencillez y su afán. / En ese tiempo él sufría; / lo pude comprobar yo. / La causa: una hemiplejía. / Aun así me recibió. / Comencé, pues, la entrevista. / Le dije con emoción: / -Saludo al gran humorista, / al mejor de la nación. / ‘Le agradezco tal cumplido / y tan grata distinción, / pero ¿sabe qué, mi amigo? / No comparto su opinión. / A Catón ¿no lo ha leído?’ / Le contesté: -No, señor. / ‘Por eso no ha conocido / quién es, sin duda, el mejor. / Un ejemplo le daré / de su ingenio singular. / Esto pasó en un café / de la hermosa Capital. / Yo en el Excélsior leía / notas de la vida diaria, / en tanto Catón veía / la página monetaria. / Y veloz como saeta, / más rápido que una flama, / me hizo en una servilleta / este perfecto epigrama: / ‘Una rubia pizpireta / le dijo a Marco Almazán: / yo sería tuya completa / si fueras marco alemán’. Éste es tan sólo un botón, / y pequeñísima muestra, / del bagaje de Catón / y su enseñanza maestra’. / Quede, por tanto, vigente / mi testimonio sentido / para Armando, aquí presente, / y para aquél que se ha ido. / Por eso en mi verso parco / reitero con emoción: / ¡Gloria a la chispa de Marco / y al ingenio de Catón!"... He transcrito estos tan bien medidos y rimados versos -por más que hieren mi natural modestia- a fin de que se vea la generosidad que los emeritenses guardan para sus visitantes. Doy gracias al profesor Ayuso y a su linda familia, con la cual mi esposa y yo compartimos el pan y el chocolate al lado de nuestros certeros guías, Juan Carlos y Fernando. A pesar de lo que sucedió con los Marlines y los Yanquis doy las gracias a estos dos muchachos tan generosos, tan cordiales, y doy las gracias también a tanta gente buena que nos llevó a desayunar, comer, cenar, merendar, botanear, tentempiear y entremesar, y que luego nos llenó de preciosos dones y regalos con los cuales nuestra casa quedó llena de Yucatán y Mérida. Yo también digo con sincera humildad maravillada: "Et unde hoc mihi?" ¿Por qué todo esto a mí?... Un hombre de mirada amenazante, armado con un machete, venía por la calle de aquel pequeño pueblo. "-Huyamos -le dice un tipo a otro-. Es el loco capador. Castra a todo varón que tiene tres de aquellos que te platiqué". Responde el otro: "-Pero nosotros nomás tenemos dos". "-Sí -dice el primero-. Pero primero corta y luego cuenta"... FIN.