Hay cosas que una mujer no debe decir a un hombre cuando lo tenga al natural -sin ropa- frente a ella. Éstas son algunas de esas frases indebidas: “Mi hermanito de 7 años tiene una igual”. “¿Te parece si mejor seguimos siendo simplemente amigos?”. “La cirugía de trasplantes hace maravillas. No tienes por qué conformarte con eso”. “¿Y entonces por qué los pies se te ven tan grandes?”. “Recuerda la canción: Trata de ser feliz con lo que tienes”... Hoy aparece aquí el vitando cuento conocido con el lacónico nombre de “Loción”. Viene al final de esta columna. Las personas pudibundas no deberían leerlo... En plena vía pública un grupo de pelafustanes estaba trabado en descomunal pelea. A unos cuantos pasos un gendarme municipal los veía sin intervenir. "-Oiga -le dice alguien-. ¿No ve lo que está pasando? ¿Por qué no hace nada?”. Responde el policía: "-A mí me dijeron que cuidara el orden, y eso es desorden”... ¡Inepto genízaro, gendarme zazcandil! Y tú, inane escribidor, di por qué inicias tu columnejilla con un inane cuento donde aparece un guardia. Eso es porque en la mayor parte de las ciudades mexicanas, y más aún en la capital, la falta de seguridad para los ciudadanos se ha tornado ya un problema de grandes dimensiones. En el Distrito Federal la vida es riesgo cotidiano ante la ola de rampante criminalidad: asaltos en lugares públicos y a plena luz del día; robos en domicilios y comercios; asesinatos a sangre fría, delitos de todo orden que ninguna corporación policíaca parece ser capaz de reprimir. Eso mismo se advierte ya en muchas poblaciones de provincia. Para colmo resulta que en muchas ocasiones son o han sido policías los delincuentes que participan en esos hechos criminales. No cabe duda: el problema de la inseguridad es uno de los más graves que hoy por hoy afronta nuestro país... El marido llegó tarde a su casa. La esposa empieza a reconvenirlo con voces compulsorias, conminatorias, deprecatorias, detersorias, hortatorias, incisorias, monitorias y suasorias. "-¡Un momento! -la interrumpe el sujeto con ademán imperativo-. ¡Conmigo poco y bueno!”. "-Tienes la mitad de la razón -le replica agriamente la señora-. Poco, sí. Bueno, no”... Cierto vejancón ricachón y rabo verde puso los ojos en una muchacha mora. Empezó a pedirle amores con asiduidad. Ella, que no hablaba muy bien el castellano, le respondía que no y que no. Insistió el salaz vejete; en todos los tonos rogó a la hermosa hija del desierto que accediera a sus férvidas demandas de fornicio, torpe libídine y carnalidad. Por fin ella le dijo: "-Primero de enero”. El salaz carcamal vio abiertas de par en par las puertas de su buenaventura. "-¿Significa eso, bellísima Moraima -le preguntó lleno de febricitante excitación-, que me darás tu amor el primero de enero?”. "-No -precisa ella-. Primero denero”... ¡Primero dinero, le quería decir!... En la merienda de las señoras la conversación derivó por cauces muy solemnes. "-Dime, Burcelaga -le preguntan a una-. Tu marido ¿cree en la vida después de la muerte?”. "-¿En la vida después de la muerte? -se burla la señora-. ¡Ni siquiera cree en la vida después de la cena!”... Sigue ahora el cuento que arriba se anunció: “Loción”. La Pía Sociedad de Sociedades Pías negó su venia para publicarlo, de modo que aparece sin autorización... Un hombre joven se disponía a asistir a la cita que concertó con una linda muchacha. Sale de la ducha, y frente al espejo toma el frasco de la loción y se aplica una generosa dosis en la cara. Dice: “-Por si me besa”. Enseguida se pone otra buena cantidad de loción en el cuello, en los hombros y en el pecho. Dice: “-Por si me abraza”. Se queda pensando un momentito y procede luego a ponerse loción más abajo. Dice: “-Por si se ofrece”... FIN.
