Don Poseidón, hombre de campo, fue a la ciudad a consultar a un médico. Sentía un cierto dolorcillo en la entrepierna, dijo al facultativo. Pregunta éste: "-¿Cuántas veces en la semana hace usted el amor?". "-Catorce veces" -responde con naturalidad el visitante. (NOTA: Esos ímpetus, tan grande enjundia y bizarría, harían suponer que don Poseidón era de Saltillo. No es así. En realidad era originario de Tepa, en los Altos de Jalisco). ".¿Catorce veces?" -se asombra el galeno al escuchar la copiosa estadística. "-Sí -confirma sin pestañear don Poseidón-. Siete con mi esposa y siete con la muchacha que le ayuda". Dictamina el galeno: "-Tendrá que dejar de hacerlo con la muchacha". "-No puedo -menea la cabeza don Poseidón-. Si dejo de hacérselo va a querer que le paguemos"...Otro cuento de doctores... El médico del cuartel hacía un chequeo de rutina a los soldados, formados en una fila frente a él. Le pregunta al primero: "-¿Cuál es tu problema?". Dice el soldado: "-Siento una continua comezón acá delante". "-Y ¿qué quieres?" -interroga el doctor. "-Me da pena rascarme -contesta el tipo-. Quisiera que alguien me rascara ahí". El galeno toma un cepillo de cerdas ásperas y frota con él cumplidamente la parte señalada. Pasa el siguiente soldado: "-Y a ti -inquiere el profesional- ¿qué te sucede?". "-Tengo una constante comezón acá atrás -responde el tipo. "-Y ¿qué quieres? -pregunta el médico. "-Me apena rascarme -contesta el individuo-. Me gustaría que alguien me rascara ahí". El médico toma otra vez el cepillo y frota con él vigorosamente la región aludida. Pasa el tercer soldado. "-¿Qué problema tienes?" -interroga el doctor. Responde el tipo: "-Tengo comezón en las encías". Pregunta el médico: "-Y ¿qué quieres?". Contesta el soldado: "-Que cambie de cepillo"... ¡Aquí es Colima, y aunque no haya cocos!... Esta galana frase se oye todavía en Jalisco, y la dicen también los colimenses. A la mención de la frase suele seguir un complemento, dicho por quien la oye. El complemento es éste: "Como dijo la recién casada". Y es que el origen de la expresión está en un cierto suceso, si no histórico sí verídico. Allá a principios del pasado siglo se casaron unos novios en Guadalajara. El recién matrimoniado dijo a su mujercita que pasarían la luna de miel en Colima. En aquellos lejanos tiempos el viaje se hacía en un carrito tirado por mulitas. La enamorada novia ansiaba conocer ya las delicias del connubio, y la vista de su apuesto galán suscitaba en ella incontenibles apetencias. Así, ardía ya en deseos de llegar a Colima. "-¿Cuándo estaremos en Colima?" -preguntaba con acuciante afán. Le respondía el muchacho: "-Cuando veas cocos eso querrá decir que estamos ya en Colima". Una y otra vez repetía la muchacha su pregunta: "-¿Cuándo llegaremos a Colima?". Y el novio repetía la contestación una y otra vez: "-Cuando veas cocos". Pasaron por un arroyuelo a cuyo margen se veía un muy lindo paraje. El piso estaba cubierto por verde y acogedora grama; los árboles brindaban sombra protectora, algunos arbustos ofrecían discreto arrimo cómplice. So pretexto de beber la cristalina linfa del arroyo la novia le pidió a su amado que bajaran por un momento ahí. Cuando se apearon del carrito la muchacha arrastró al novio hacia los arbustos, y echándolo por tierra le dijo con vehemencia al tiempo que empezaba a desabrocharle la camisa: "-¡Aquí es Colima, y aunque no haya cocos!". Pues bien: dos terremotos ha tenido Colima últimamente, uno causado por la naturaleza, el otro originado por una decisión del Tribunal Federal Electoral. Esperemos que la nueva elección de gobernador se haga con apego a la ley, de modo que no vuelvan a decir los magistrados en la Ciudad de México: Aquí es Colima, y aunque no haya cocos... FIN.