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De Política y Cosas Peores

Por Armando Camorra

En la suite nupcial el recién casado se percató de que había olvidado la llave de su maleta. El único modo de abrirla era quitando la cerradura. Va a la administración y le pide al encargado: "-¿Tiene un taladro que me preste?”. "-Se lo podemos conseguir -responde el del hotel-. Pero hágale otra luchita; la muchacha no puede estar así de dura”... Le dice la señora a su criadita: "-Mi marido ya no quiere que tengamos más familia. Se va a hacer la vasectomía”. "-Ay, señito -responde la muchacha-. He oído que esa operación a veces falla. No sé usté, pero yo por si las dudas voy a seguir tomando la píldora”... De regreso de su visita al ginecólogo le dice a Babalucas su flamante esposa: "-¡Eres todo un hombre, Baba! ¡Apenas llevamos tres semanas de casados y el doctor me dijo que ya tengo un embarazo de seis meses!”... Caperucita Roja atravesaba el bosque. De pronto le sale al paso el temible Lobo Feroz. "-¡Grrr!” -ruge la fiera. "-¡Por favor, señor lobo! -ruega Caperucita con vehemencia-. ¡No me vaya a comer!”. "-¿Comer? -se desconcierta el lobo-. Francamente, linda, no era eso lo que tenía pensado”... Casó don Geronardo, senescente galán metido en años, con Pirulina, garrida moza en plenitud de carnes y de edad. Al empezar la noche de las bodas él agotó en la ardicia del primer trance nupcial todo el caudal de sus arrestos. Quedó agotado, exangüe, y luego le vino una suerte de soponcio en el cual dejó los alientos de la vida. Tribulada, llena de congoja, Pirulina hizo llamar a un médico. Acudió con premura el galeno, y después de auscultar al exánime paciente meneó la cabeza con escepticismo. "-¡Por favor, doctor! -clama desesperada Pirulina-. ¡Dígame qué le doy!”. "-Señora -responde circunspecto el facultativo-. Me temo que ya ni los buenos días le tendrá que dar”... La señorita Himenia Camafría, dama otoñal y célibe, iba por un oscuro callejón. La solitud y la sombra de la noche fueron causa de que se le antojara encender un cigarrillo (Fumaba la señorita Himenia. Solía decir que el cigarrillo hacía para ella las veces de un esposo. "-Entonces mejor puro” -le aconsejaban sus amigas). Iba a prender su cigarrito la señorita Himenia cuando se dio cuenta de que no traía cerillos ni encendedor. Acertó a pasar por ahí un muchacho muy apuesto. Iba fumando, y mostraba indicios de haber bebido mucho. "-Perdone, joven -le pide la señorita Himenia-. ¿Me da lumbre?”. Replica con desenfado el mancebo: "-¿Y usted me da lo que ya sabe?”. "-¡Ah! -suspira la señorita Himenia al tiempo que empezaba a desabotonarse-. ¡A lo que me lleva este vicio de fumar!”... Doña Medea marcó un número telefónico. "-Parroquia de San Huberto” -le contesta una voz. No dice nada doña Medea. "-Parroquia de San Huberto” -repite la voz. Doña Medea calla. "-Parroquia de San Huberto” -le vuelven a decir con impaciencia. "-¿De veras es ahí la Parroquia de San Huberto?” -pregunta tímidamente doña Medea. "-Desde luego que aquí es la Parroquia de San Huberto -confirma la voz-. ¿Qué se le ofrece?”. "-Nada, -responde un poco avergonzada doña Medea-. Lo que sucede es que mi marido traía este número telefónico en su cartera”... La linda mesera del lobby bar llevaba en el lado izquierdo del opimo pecho un gafetito con su nombre: Galatea. "-Bonito nombre -le dice con tartajoso acento un borrachín-. ¿Cómo se llama la otra?”... FIN.

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