Iba el predicador por una calle cuando vio en la esquina a una muchacha de tacón dorado. Se dirige a ella y le pregunta: "-¿Cuánto cobras?”. En ese preciso instante estalló un rayo. Se iluminó la bóveda celeste con el fulgor siniestro de un relámpago y en todos los ámbitos oyóse el fragoroso estrépito de un trueno. El predicador levanta la mirada al cielo y dice muy humilde: "-Nada más estaba preguntando, Señor”... Dos sujetos, casados ambos, les dijeron a sus respectivas esposas que iban a hacer un viaje de negocios. En realidad tenían un plan para pasarse unos días en Cancún con un par de amiguitas muy godibles. (Favor de pronunciar "godibles” con ge suave, pues con ge fuerte se oye mal. Esa palabra significa "alegres, placenteras”). Citaron los tarambanas a las chicas en el aeropuerto. Cuando llegaron ellas suscitaron la admiración de los presentes por sus rotundas formas ondulantes. Le dice uno de los tipos a su amigo: "-No somos nada”. Al amigo le extrañó ese raro comentario, pero no dijo nada. Llegaron al hotel de Cancún, elegantísimo. En el lujoso lobby vuelve a decir el tipo: "-No somos nada”. Bien pronto estuvieron los cuatro en la alberca, bebida en mano cada quien. Y dice de nuevo el individuo: "-No somos nada”. Por la noche fueron a cenar. Frente a las muníficas viandas y vinos exquisitos vuelve a decir el tipo: "-No somos nada”. Luego encaminaron sus pasos a una disco. Mientras bailaban con animación repitió otra vez el sujeto: "-No somos nada”. De madrugada regresaron al hotel. Toma por la cintura el tipo a su amiguita para entrar con ella en el cuarto, y antes de dar las buenas noches a su compañero repite otra vez: "-No somos nada”. El otro ya no se pudo contener. "-Oye -le pregunta intrigado-. ¿Por qué cada rato has estado diciendo eso: ‘-No somos nada’?”. Responde el sujeto con una gran sonrisa: "-No somos nada indejos”... Casó Impericio con Lacivia. A la mañana siguiente de la noche de bodas Impericio se levantó cantando. "-Vaya -suspira Lacivia-. Tampoco sabes cantar”... Suena el teléfono en la sala de la casa, contesta el señor y dice con disgusto: "-No soy experto en política agraria”. Y cuelga. "-¿Quién era?” -le pregunta su esposa-. "-No sé -contesta el señor-. Tan pronto levanté la bocina una voz de hombre preguntó: ‘-¿Está libre el campo?”... Doña Retoria, señora grandilocuente y ampulosa, le pregunta al pretendiente de su hija: "-¿De modo y manera, joven, que aspira usted a entrar en el corazón de mi hija?”. "-Señora -responde muy serio el mozalbete-. La verdad es que no apunto tan alto”... El papá de Pepito le dice: "-La cigüeña le trajo un bebito a tu mamá. ¿Lo quieres ver?”. "-Me gustaría más ver a la cigüeña -responde el precoz niño-. Bebitos he visto muchos”... Hay una tarea de modernización muy urgente, y sin embargo nadie la suele mencionar. Urge modernizar la legislación de México. En efecto, estamos hundidos hasta el cuello en una balumba de leyes heredadas de antiguos sistemas que no sirven ya para la nueva realidad que enfrenta este país. Se debe simplificar nuestro Derecho, hacer más breves y prácticos los cuerpos normativos, liberarnos de una pesada carga de preceptos que nos agobian en todos los órdenes de la legislación: administrativa, laboral, fiscal. Una tarea de simplificación legislativa sería una patriótica tarea... Y ahora paso a retirarme. Llevo en mí la humilde satisfacción de haber orientado otra vez a la República. Muchas gracias... FIN.