La señora iba a tener un bebé. Le faltaban unas semanas para llegar al término de su embarazo. Un día su hijita le pregunta de buenas a primeras: "-Mami: ¿verdad que el hijo está en la panza?”. La señora se sorprende ante la inesperada cuestión. Turbada, tose para aclarar la garganta y responde con la mayor franqueza: "-Sí, nena. El hijo está en la panza”. Vuelve a preguntar la pequeña: "-¿Por qué está ahí, mami?”. La señora reflexiona: si la niña pregunta aquello es porque ha llegado ya la hora de hablarle de ciertas cosas. Así pues se decide a impartirle una lección acerca de los misterios de la vida y del amor. La toma de la mano, la lleva a la sala, y ahí la sienta en su regazo y le dice con ternura: "-Mira, hijita: tu papi y yo nos queremos mucho. Una noche en que la luna brillaba en el cielo y las estrellas resplandecían fulgurantes nos abrazamos llenos de amor, y él puso en mí una semillita de vida que yo recibí con ternura y emoción en mi cuerpo. Esa semillita germinó, y ha ido creciendo muy cerca de mi corazón. Después de ser semilla se convirtió en una flor. Cuando hayan pasado nueve meses la flor se convertirá en fruto, como has visto que sucede con el árbol de manzano que tenemos en el jardín. Ese fruto será un niño, tu hermanito. En esa misma forma, hijita, naciste también tú”. La niña asiente con la cabeza en señal de que ha entendido la larga, prolija explicación. Entonces le pregunta la mamá a su vez: "-Dime ahora tú, hijita, por qué me preguntaste si el hijo está en la panza”. Responde la pequeña: "-Es que cuando me persigno digo: ‘En el nombre del Padre’, y me llevo la mano a la frente. Luego digo: ‘y del Hijo’, y me pongo la mano en la panza”... ¡Muy largo el chascarrillo, columnista, y sin contacto alguno con la desordenada realidad que en estos días vive la República! ¡Se nota que por ser fin de semana quieres ya descansar de la política! Sirva al menos esa extendida narración para mostrar que a los niños debe decírseles la verdad acerca de las cosas que tienen que ver con la procreación, pero sólo cuando tengan ya edad y discernimiento suficientes para entender tales explicaciones. Con amorosa prudencia los padres deberán determinar la llegada de ese momento, sin anticiparlo ni retrasarlo indebidamente. No se trata de mentirles a los pequeños, ni de regatearles la verdad. Se trata, sí, de respetar el proceso de su maduración, y de no forzar situaciones que en vez de favorecer al niño podrían confundirlo. No nos suceda lo que a aquella mamá que sin mediar pregunta o inquietud alguna de su pequeño hijo le reveló todo lo concerniente a la concepción, la gestación y el parto. Una mañana llega el chiquillo del jardín de niños, y muy enojado le hace una severa reclamación a su mamá. "-¡Tú y tus mentiras! -le dice con disgusto-. Platiqué con mis compañeritos, ¡y soy el único niño en todo el kínder que no sabía que a los niños los trae la cigüeña!”... Los esposos cumplían sus bodas de plata, y el marido estaba triste. "-¿Por qué te ves así?” -le pregunta con gesto fosco su señora. "-Perdóname, Gorgona -responde el individuo-. Estoy recordando aquel día en que tu papá me dijo que o me casaba contigo o me metía 25 años a la cárcel. No puedo menos que pensar que en estos momentos ya sería yo un hombre libre”... Tan pronto entran en la habitación del hotel donde pasarán su noche de bodas el anhelante novio va hacia su flamante mujercita y comienza a hacerlo objeto de urentes manifestaciones de encendido amor. Ella se enoja. "-¡Sexo, sexo, sexo! -le dice disgustada-. ¿Nomás en eso puedes pensar en una noche tan importante como ésta?”... FIN.