Todo hombre debe alentar una pasión. De la mujer no digo nada, porque ella es en sí misma una pasión. Aquel que no esté poseído de pasión es un fantasma, un ser inanimado que se mueve como las dunas del desierto, que van y vienen movidas por el viento, pero no tienen vida. Hay que sentir la pasión de Dios. O la de su contrario, la razón. Hay que sentir la pasión del amor, que cuando es desapasionado no es amor. Hay que sentir la pasión de la belleza, aun con todas sus fealdades, o la pasión del bien, cuya exageración es el martirio, o la pasión de la verdad, que a tantos malos extremos nos conduce. En esa sed de pasión se encuentra la raíz de otro fanatismo: el de los deportes. A esa cuenta va el cuento que sigue... Un redactor de la página deportiva de cierto periódico de Monterrey iba por una calle en su automóvil cuando vio algo que lo dejó asombrado. Un niño de 10 ó 12 años jugaba en el parque, él solo, con su balón de soccer. Llegó de pronto un enorme perrazo, un feroz dóberman, y se lanzó contra el balón del niño. Seguramente lo iba a hacer pedazos con sus colmillos. El pequeño tomó un garrote que estaba ahí tirado e hizo frente al animal. Le dio de garrotazos con tal fuerza que el can cayó a sus pies, sin vida. Al ver aquello el reportero desciende del coche y va hacia el chamaquito. "-Niño -le dice lleno de admiración-. Lo que acabas de hacer es algo heroico. Mañana leerás en mi periódico una nota que dirá con grandes titulares: "Valiente niño Tigre mata a perro salvaje". Aclara con timidez el niño: "-Pero yo no soy Tigre". "-Bueno -concede el redactor regiomontano pensando en el otro equipo de futbol que hay en Monterrey-. Entonces leerás una nota que va a decir: ‘Valiente niño Rayado mata a perro salvaje". Dice otra vez el niño: "-Es que tampoco soy Rayado". "-Ah, vaya -dice el reportero frunciendo el entrecejo con severidad-. Entonces ¿qué eres?". Contesta el chamaquito: "-Yo le voy al América". Al día siguiente aparece en el periódico un gran titular: "Salvaje niño americanista mata a valiente perro"... No sé nada de futbol. Admiro la sabiduría de mi querido amigo Germán Dehesa y de quienes conocen, como él, los dentros y fueras de lugar de ese deporte universal, el soccer. Sin embargo, aunque ignaro, soy Tigre de corazón. Lo soy a causa de la impagable deuda de gratitud que por muchos motivos pasados y presentes tengo con la Universidad Autónoma de Nuevo León, y porque personas muy cercanas a mi afecto vibran con las venturas y desventuras de ese equipo. Sentí por eso que los Tigres no hayan ganado el título de Liga, obtenido de nueva cuenta por su dignísimo rival, los Tuzos del Pachuca. Me admiró otra vez la nobleza de la afición de Monterrey, seguramente la mejor del país, y deploré bastante que las declaraciones de algún directivo y el comportamiento de alguno de los jugadores no hayan estado a la altura de esa afición tan ejemplar. Agradecí, como millares de aficionados, los esfuerzos que hizo el Gobernador nuevoleonés, Natividad González Parás, para lograr que se abriera la señal de televisión y todos pudieran ver ese crucial partido en sus hogares. El anuncio que hizo Nati junto con Eugenio Azcárraga, director de Televisa Monterrey, fue causa de alegría para la gente. Aun sin haber ganado la victoria final los partidarios de los Tigres de la UANL deben estar orgullosos de su equipo, y apoyarlo como lo han hecho siempre, como lo hicieron en esta ocasión hasta el final. Todo lo demás se dará por añadidura. Y ya lo verán: a la tercera es la vencida... Pregunta Babalucas señalando a un pájaro en un árbol: "-¿Cómo se llama ese pájaro?". Responde alguien: "-Lo ignoro". Y pregunta de nuevo Babalucas: "-¿Tendrá loignoritos?"... FIN.
