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De qué color pintarán los partidos

Roberto Orozco Melo

Casi treinta días de la celebración de las elecciones legislativas federales se dan a conocer algunas encuestas sobre la tendencia del voto futuro en los distritos IV y VII. Los resultados favorecen a los candidatos del PRI, Óscar Pimentel González y Fernando de las Fuentes Hernández... Como era de esperar, los panistas Manuel López Villarreal y Jesús de las Fuentes rechazaron la visión de los encuestadores y dijeron tener su propia investigación, que les favorece en la intención de sufragio de la ciudadanía de ambos distritos. Este es el cuento de nunca acabar en cada una de las elecciones constitucionales. Otra cosa son los vaticinios de quienes se dicen enterados de la situación política prevaleciente en cada una de las regiones donde se debate quien irá a representarnos en la Cámara Baja del Congreso de la Unión.

Sobre los distritos laguneros y los del centro y norte de la entidad no hay encuesta fácil, pero se habla mucho de lo cerrada que está la competencia en la Comarca Lagunera y en Monclova. En cambio, del distrito que incluye el área fronteriza se da por ganado al PRI. Ahí el candidato tricolor es Jesús María Ramón, que ha sido diputado en dos ocasiones. Pero la línea profética es solamente eso: especulación pura, insostenible en evidencias concretas.

Lo cierto es que, como decía Yogui Berra del beisbol, el juego de la política no se acaba hasta que se acaba y se conocen los sumandos de cada una de las casillas electorales en los distritos. Los tiempos del vaticinio seguro acabaron al parejo de la hegemonía política del Partido Revolucionario Institucional. En aquellas sazones sabíamos quién iba a ser Presidente de la República, Gobernador del Estado, Presidente Municipal, senador y diputado desde antes de que se convocaran los comicios. Hoy estamos instalados en la democracia y dentro de este juego electoral lo más cercano a una certera predicción son las encuestas, a condición de que sean conducidas por empresas o personas serias e insospechables de favoritismo; pero también fallan, porque la decisión del voto es un acto volitivo de último momento, al cual pueden influir circunstancias sobrevinientes aun al mismo instante de la emisión del sufragio. Podríamos entrar al cerrado espacio donde se ejerce el derecho de elegir con una intención en la mente y votar de otra manera en el último momento.

Por otra parte el comportamiento electoral del ciudadano medio es, en la actualidad, totalmente ajeno a los móviles que le inspiraron ayer y anteayer, si hablamos de modas políticas...Y por lo tanto el mismo voto experimenta otro tipo de inducciones a lo largo de las campañas electorales. En los años sesenta la gente todavía se entusiasmaba con los discursos sociales, a veces populistas, de los candidatos; ahora los ciudadanos prefieren frases cortas, juicios concretos y promesas viables. Las frases bonitas, entusiastas y calientes han devenido sospechosas. Aunque existen y más o menos funcionan todavía, los partidos políticos ya no son factor prioritario en la decisión del voto, sobre todo si hay un buen prospecto político entre los candidatos que compiten.

Las sociedades democráticas emergentes tienden a fijar su atención en las personas, más que en las organizaciones políticas. Los y las votantes pueden ser seducidos por la personalidad de los y las candidatas. Hay quien piensa que una mirada desde un póster puede tener mayor impacto. Que una franca sonrisa podría ganar más simpatías que un discurso profundamente elaborado. O que una foto de estudio y una frase publicitaria, un acto insólito o un gesto agradable del aspirante a diputado pueden ser más convincentes. Pero siempre será cierto que un limpio currículum público apuntalará más expectativas de triunfo electoral que un grupo de operadores políticos...

Ya veremos, una vez que hayan tenido lugar los comicios, si se impuso la experiencia y el trabajo administrativo de un candidato o las palabras, no por nuevas menos sobadas, de otros. Personalmente estoy convencido de que la masa de votantes ya no es masa inconsciente susceptible de manejo por los partidos, que cada día se desprestigian más por su afán de concentrar el poder en los grupos familiares de los y las dirigentes. Si un partido carece de la capacidad de convencer por su ideología, proyecto de trabajo y actitud ante las situaciones coyunturales, irá perdiendo gradualmente su potencialidad de triunfo en las elecciones.

Dentro de poco más de 30 días, sabremos de qué color pinta el azul, el amarillo o el tricolor: cualquiera podría convertirse en gris, o adquirir tonos más brillantes para sus emblemas...

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