se efectuará hoy (no el viernes 17, para que pudiera participar la esposa del Presidente de la República que hasta ayer estaba de viaje) un acto político en pos del poder, al que convocaron 25 mujeres, incluida la autora de la idea inicial, Rosario Robles.
Incómodas porque en este y en otros “espacios periodísticos” se interpretó “erróneamente” que la fecha fue fijada conforme a la agenda de la que así resulta principal entre las convocantes, la señora Marta Sahagún de Fox, varias de ellas (Patricia Mercado, María Eugenia López Brun, Pilar Murieras, Marta Lamas, Cristina Alcayaga y la propia Rosario Robles) explicaron haber eludido el cincuentenario exacto del voto femenino (el 17 de octubre) para no “interferir con los actos conmemorativos oficiales”. También en plural, la subsecretaria Patricia Olamendi agrega que no querían actuar simultáneamente con “varios eventos programados con anterioridad”. Añade, en un recado que cierra con un imperativo “mucho te agradeceré la aclaración a este asunto”, que se escogió el día de hoy, además, “tomando como principal criterio el que el Congreso no sesiona ese día, con lo que se contaría con la asistencia de todas las legisladoras”.
Ambas aclaraciones omiten que, también en vista del viaje primerdamista, en el propio domicilio de la notoria ausente se efectuó el 14 una reunión previa a la previa que se había programado el día de la inicial, el seis de octubre. Una deferencia de ese alcance no se tuvo con otras invitadas que no habían podido asistir a las ya tres citas consumadas. No hubo el viernes 17 más que un acto recordatorio, y no varios, por lo que realizarlo en horario diferente hubiera evitado la interferencia. Tampoco el lunes 20 hubo sesión de Congreso y no se escogió ese día. Me parece que la subsecretaria Olamendi es imprecisa cuando asegura que “la Señora Marta de Fox ... no estaba presente cuando se decidió la fecha”. Aclara, en explicación no pedida, pues nadie dijo lo contrario, “que la decisión de la fecha fue tomada de manera colectiva y no guiadas por una instrucción”.
De cualquier modo el acto conmemorativo de la reforma constitucional que reconoció el derecho de las mujeres a votar y ser votadas tendrá lugar hoy. El desliz, en que insisto, de acoplar la fecha a la agenda de la convocante que así resulta singularizada, se atenúa por las decisiones del lugar y la oradora escogidos para el festejo.
El Claustro de Sor Juana reivindica, aun arquitectónicamente, el valor de la mujer mexicana pionera en el despliegue de sus talentos y sus dotes, realizado en medio de una sociedad adversa. El hogar que fue de la monja Jerónima, por ignorancia y desdén a su elocuencia, sufrió durante siglos un deterioro ruin hasta que la valoración de la más ilustres de sus huéspedas conllevó también el rescate de su entorno físico, dedicado hoy a las artes y las humanidades.
Única oradora será la única ministra de la Suprema Corte de Justicia, Olga María Sánchez Cordero. No promueve banderías sociales ni pretende ser intérprete de la historia. Procura aplicar la ley con criterio ilustrado y firme. Pero al hacerlo, más de una vez ha orientado el derecho al servicio de nobles causas humanas. Así fue en sus decisiones sobre la reforma penal capitalina en materia de aborto, y la averiguación de la matanza de Tlatelolco. Más allá de su fuero interno, sin traicionarlo pero sin imponerlo, abrió sin aspavientos nuevos caminos a la convivencia.
En las próximas semanas el Presidente Fox y el Senado designarán dos nuevos integrantes del tribunal constitucional. Es hora propicia para que desaparezca la singularidad de la ministra Sánchez Cordero, con el nombramiento de otra mujer en la Suprema Corte. Si se trata, como es justo y legítimo, de que las mujeres caminen en pos del poder, su presencia en el judicial debe ser reforzada. Impedida por ley la consejera jurídica de la Presidencia, María Teresa Herrera Tello, es mencionada a menudo como candidata la directora del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana, Loreta Ortiz Alhf que fue ya (con demora en una asociación octogenaria) primera mujer en el consejo directivo de la Barra Mexicana, Colegio de abogados.
Única mujer también, ella en el consejo general del IFE, constructora junto con los ocho consejeros restantes de la autonomía y el prestigio de ese órgano electoral, Jacqueline Peschard podría con toda prestancia permanecer y aun presidir el consejo, ahora que concluyen los siete años de su mandato. Otras mujeres cuyos nombres circulan en la prensa -en enumeración no exhaustiva: Carmen Aristegui, María del Carmen Alanís, Rosa María Mirón, Alejandra Latapí- podrían incorporarse al consejo si las diputadas y los diputados que deben decidir su nueva integración no se quedan en la mera retórica del reconocimiento a las aportaciones femeninas a la socio diversidad.
En un tercer caso de elección en curso, debería haber candidatas a la rectoría de la UNAM. Juliana González, maestra emérita de la Facultad de Filosofía y Letras, de la que fue directora, no puede serlo ahora porque es integrante de la Junta de gobierno. Pero no es ya remoto que haya una rectora en la Universidad Nacional Seguramente en el ánimo de la reforma constitucional sobre el voto femenino, Rafael Solana escribió hace medio siglo Debiera haber obispas. Estaba a punto de haber diputadas. Ya hay legisladoras, no todavía gobernantes de diócesis. Aun ese baluarte conquistarán. Van las mujeres en pos del poder.