Corrupción de líderes y anarquía mantiene el servicio de combis con serias deficiencias en perjuicio de los usuarios
GÓMEZ PALACIO, DGO.- Para tomar una de las 20 “combis” del transporte público de esta ciudad, es necesario aguardar entre cinco y diez minutos, lapso que demoran en pasar entre una y otra. Al momento de pararse una de ellas en la esquina de la avenida Victoria y calle Degollado, se puede observar que en realidad no se trata de “combis”, sino de camionetas tipo “van” pintadas de blanco, con una línea naranja o roja y el nombre del Sindicato Regional de Choferes de Sitios y Taxis.
El aspecto exterior de estos vehículos es, en general, lamentable. Pintura gastada, vidrios sucios y rotos, carrocerías abolladas e, incluso, descuadradas, defensas flojas, entre otros, son los detalles más fácilmente perceptibles desde afuera.
Ya en el interior, las condiciones físicas no son mejores. Sobre el piso hay una gran cantidad de tierra desparramada; el techo y las paredes se encuentran recubiertos por una alfombra color azul muy gastada y enmugrecida. Encima de unos bancos de madera se sientan los pasajeros que desean ser transportados a diversos puntos de la ciudad, desde el Estadio Rosa Laguna hasta Lerdo, pasando por la colonia Mayagoitia, la ampliación Santa Rosa, el centro, la Revolución, la Bellavista y Fovissste. Por este traslado se cobran tres pesos por persona; alrededor de 14 son las que caben en estas unidades.
El deterioro y la suciedad acompañan al pasajero durante todo el trayecto hasta su destino y a los choferes durante toda su jornada de trabajo. Los usuarios de este servicio son, en su mayoría, gente de escasos recursos que vive en barrios aledaños al primer cuadro de la ciudad que acude cotidianamente a éste, ya sea para trabajar o comprar.
Después de detenerse unos dos minutos en la esquina de Victoria y Escobedo, avanza muy lentamente por esta última hasta llegar a la calzada J. Agustín Castro. Ahí vira a la izquierda, pasa frente al hospital del Seguro Social y, en un extraño rodeo, cruza el bulevar Miguel Alemán e inmediatamente da vuelta en el retorno que está a unos cuantos metros de La Soriana Las Rosas. Luego se interna a las colonias adjuntas al límite de los municipios de Gómez Palacio y Lerdo, las recorre en forma laberíntica y vuelve a salir al J. Agustín Castro. De regreso en el centro, toma la calle Urrea para cruzar las vías del ferrocarril y apenas pasando el bajo nivel, vira a la derecha para cruzar algunas colonias hasta llegar a la Mayagoitia, de ahí se va directo a su base en el parque de beisbol.
“Está j... el jale... ahí perdóneme que me exprese así pero es la verdad”, comenta el chofer de una de las deterioradas unidades quien confiesa, posteriormente, que trabaja “casi de gallo a grillo”, alrededor de 12 horas a bordo, llevando gente de un lado a otro, todos los días por la misma ruta.
El trabajo, según la descripción del que maneja, es muy tedioso y cansado. La conversación entre conductor y pasajero (reportero) se da en forma espontánea, sin presentaciones.
¿Cuánto gana al día?
—Si hay pasaje, como cien pesos. Todo lo demás se lo lleva PEMEX... y hay que dar la cuota al sindicato también.
¿Desde cuándo tiene trabajando en esto?
—No, pues ya tengo rato, como unos quince años. Yo empecé de taxista, manejando... fíjese, todavía me tocó un Cadillac, un Impala, Lebaron y, ya más nuevos, pues el Gran Marquis y el Crown Victoria.
Su voz suena a cansancio y su expresión es pausada, lenta como el desplazamiento del vehículo que conduce. Sus ojos, a través del espejo retrovisor, parecen claros pero con un semblante de fastidio.
Pero ¿por qué está ahora en las “combis”?
—Pues es que este mueble ya es mío... y los agremiados, ahí nos ayudamos entre todos, que uno consigue las placas, otro revisa los motores y así.
Más adelante dice que él es mecánico, pero por cuestión de necesidad se metió a laborar de chofer. “Pues es que está duro, aquí tiene que andar uno, no hay de otra”.
¿Por qué no arreglan las unidades?
—Es que no hay lana... le digo a un compañero que estaría bueno una entrevista de ésas que salen en la tele cuando le preguntan a Fox: “oiga, por qué no nos suelta créditos”...
¿Han solicitado créditos?
—Como quiera nunca nos llegan, los tapan los de arriba, ¿me entiende?... a nosotros nos tocan las migajas.
“En la esquina bajan”, indica una señora, quien viaja sola y hasta hace un momento escuchaba la conversación atentamente y en silencio.
Pero si usted es el dueño de la “combi” ¿por qué no puede circular independiente del sindicato?
—No, no, no— contesta un poco extrañado —no se puede hacer eso, olvídese, le va peor...
Después de una pausa, se aborda lo referente al plaqueo vehicular. “Eso es otra bronca,” dice, “uno le pregunta a los de arriba que qué onda con las láminas y ellos nomás responden que aguantemos, que así mero está bien”.
¿Hay mucha corrupción en esto?
—Por todos lados... todo eso de los papeles y todo eso yo digo que está como cuando Benito Juárez, el que escondió los archivos en la cueva del Tabaco. Ahí han de estar también.
¿Y los del sindicato no les ayudan a ustedes?
—Pues se supone, pero... ahí está lo del primero de mayo, éste que acaba de pasar; nos dijeron que fuéramos a marchar y al mitin. Ahí hablaron los líderes de cosas que dice uno, ya son de antes... que la guerra de los pasteles y que los franceses y que quién sabe cuanta cosa, pero de lo de ahora, de lo que nos afecta a nosotros, pues nada.
Al concluir la frase dice “hasta aquí llego, ahí está la base de nosotros”. Este reportero baja de la unidad en el estacionamiento del Estadio Rosa Laguna, donde se encuentra un circo. El conductor se despide, “pues aquí vamos a seguirle... que le vaya bien”.