En el nombre de la democracia, el Estado decidió apoyar financieramente a los partidos políticos. En estos comicios ya resulta obvio que los ríos de dinero que están recibiendo los partidos están enfermando a una democracia todavía joven.
Según el marco conceptual que normó la arquitectura democrática mexicana, los partidos fueron ungidos como los actores privilegiados de la transición (el reparto se completó poniendo en un segundo plano a organismos civiles, medios de comunicación y otros organismos). Para la ley los partidos terminaron siendo “entidades de interés público” y su principal fuente de recursos proviene del sector público a través del Instituto Federal Electoral (IFE). Por ese camino se buscaba evitar los males asociados con el financiamiento privado. Desgraciadamente la fórmula que adoptaron para calcular los fondos que éstos reciben ha provocado un crecimiento absurdo, en una especie de Fobaproa político. Este año los partidos recibirán alrededor de 5,500 millones de pesos (incluyo piquitos generalmente no considerados como los 290 millones empleados por el IFE para la compra de spots electrónicos) y según estimaciones del mismo IFE para la elección del 2006 recibirán casi siete mil millones.
La opulencia crea paradojas. Por ejemplo, los partidos más grandes reciben este año más dinero del que están autorizados a gastar en sus campañas federales. Acción Nacional ha tenido a su disposición 641 millones cuando lo máximo que la ley les permite gastar son 245 millones (el sobrante lo utilizan para fortalecer su patrimonio). El exceso de dinero provoca deformaciones todavía más graves. Proceso tiene razón al pregonar en la portada de su último número (29 de junio del 2003) que “Los Ganones” fueron las dos grandes cadenas televisoras que recibirán más de 60 millones de dólares (nadie sabe todavía el monto exacto). No son las únicas beneficiadas, porque el grueso de los medios de comunicación espera las temporadas electorales para fortalecer o sanear sus finanzas. Es frecuente que la situación derive en el chantaje vil porque sobran los medios o periodistas que exigen a los y las candidatas compensación o pago para publicar nota o entrevista. Cuando hay entendimiento el producto aparece sesgado (sólo los masoquistas pagan para que los azoten) lo que termina empobreciendo el escrutinio a que deben someterse quienes aspiran a un cargo público.
La creciente distancia entre partidos y electores también se nutre porque la abundancia de recursos -y el tamaño de territorio y población—, hace que los partidos recurran a los medios para comunicar sus propuestas programas. Por la brevedad impuesta, el mensaje generalmente termina como telegrama superficial y demagógico frente al cual está inerme el receptor que difícilmente puede enviarle sus opiniones y necesidades al partido emisor. Esta separación se acentúa porque es frecuente que los partidos y sus aspirantes incorporen los usos y costumbres del pasado régimen. Es preocupantemente común el alquiler de liderazgos corporativos o el cortejo de electores con bultos de cemento, láminas, despensas, computadoras y hasta lavadoras. Como la mayor parte de los mexicanos son pobres, cuando llega a visitarlos el candidato o el enviado del partido su pregunta no gira en torno al programa, sino que se reducen a una pregunta chabacana y terrible: “¿qué me vas a dar?”. En el año tres de la alternancia la cultura cívica se deteriora por la abundancia de pedigüeños y la falta de ciudadanos. La declaración de principios de los partidos es el referente para quienes comparten una ideología o forma de ver el mundo. Es indudable que así es en algunos casos. Sin embargo, la crisis económica que nos golpea desde hace tiempo ha distorsionado esta función. En México proliferan los desempleados y subempleados con y sin título profesional, con buena y pésima educación. En una situación de este tipo los partidos con generosos recursos se transforman en generadores de empleos remunerados para quienes, legítimamente, buscan resolver sus necesidades más elementales. Los partidos son, también, correas de transmisión para acceder a cargos públicos que, a partir de un nivel medio, están razonablemente bien pagados y que, en los niveles superiores son carnavales de recursos y privilegios de todo tipo. Por la baja calidad en la educación es frecuente que no exista correspondencia entre el salario que se percibe y las capacidades que se tienen. Hasta cierto punto ello explica la gestación de burocracias decididas a defender a sangre y fuego (es decir, con intrigas, complicidades y mafias) el cargo de dirigente, candidato o funcionario. En un buen número de casos el servicio a la comunidad se olvida ante la imperiosa necesidad de sobrevivir. Aunque hay excepciones a lo antes descrito en términos generales es válido asegurar que el exceso de dinero ha creado distorsiones que deben corregirse. Independientemente de los resultados de la elección del próximo domingo, debiera estar entre las prioridades nacionales el comenzar la sanación de una democracia contrahecha por el exceso de dinero que reciben sus partidos. Arturo Sánchez es el director ejecutivo de Prerrogativas y Partidos Políticos del IFE y la oficina que dirige administra la entrega de los recursos a los partidos. En conversación telefónica reconoce que la situación actual se “aleja del espíritu original de la ley” y que se ha gestado una situación que debe controlarse para lo cual “hay experiencias en algunos estados mexicanos o en el exterior que podrían aprovecharse”. Añade que “entre las medidas a considerar para moderar el monto de los recursos entregados estaría tomar en cuenta el número de electores, la situación económica del país, el tamaño del presupuesto, etcétera”. Cualquier corrección será difícil porque hay fuerzas poderosas interesadas en mantener el orden establecido. Como hemos atestiguado una y otra vez durante los últimos años, sobran los pretextos para posponer las reformas de fondo. Hace meses el PAN y el Partido de la Revolución Democrática propusieron en el Congreso una reducción en el financiamiento a los partidos. El PRI frenó la iniciativa como pudo porque tiene grandes necesidades financieras: su burocracia es gigantesca y se anticipaba a la monumental multa que terminó aplicándole el IFE. Si en algo ha habido consenso en estos comicios es en la irritación que causa un gasto ofensivamente alto. Es urgente que en el próximo período de sesiones los partidos que lleguen a la Cámara acepten reformar la legislación electoral para recortar el dinero que reciben. Sería deseable que el PAN no se escude en los problemas financieros que se le vienen por la multa que seguramente recibirá por las transferencias ilegales que recibió durante la campaña del 2000 a través de los Amigos de Fox. Ni a la sociedad, ni a los partidos sirve una democracia enferma.
La miscelánea
Hay fotografías memorables. Una de ellas es la publicada por La Jornada en la portada de su edición dominical (reproducida por medios internacionales como El País). Carlos Ramos Mamahua captó el momento en que el torturador argentino Ricardo Miguel Cavallo iba a ser examinado médicamente antes de su extradición a España. Su ropa interior era incapaz de disimular un cuerpo flácido y deteriorado por la falta de ejercicio. Espléndida metáfora visual de la degradación vivida por aquellos militares argentinos que perdieron el honor militar torturando y asesinando a civiles inermes, mientras se amparaban en la seguridad nacional y se nombraban defensores de la cristiandad y de la civilización occidental.
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