Mariclaire e Irene
Escasas horas después de que Irene Khan —secretaria general de Amnistía Internacional— se entrevistara con el Presidente de la República, la subsecretaria Mariclaire Acosta fue cesada por el canciller Luis Ernesto Derbez. Tal vez sea una coincidencia, pero ¡qué bien captura la actitud del Gobierno Federal hacia los derechos humanos! El primero de diciembre de 2000 se escenificó en el Auditorio Nacional un acto cargado de simbolismo. Vicente Fox acababa de recibir la banda presidencial y presentó uno a uno a quienes integrarían su gabinete. Entre el puñado de felices y azorados mortales estaba Mariclaire Acosta, nombrada embajadora especial para los derechos humanos y la democracia (por un enfrentamiento entre el canciller y el Senado terminaría como subsecretaria de la materia). Al incluirla en el gabinete ampliado, Fox mostraba el espacio que quería dar a esos temas. Reiteró su actitud cuando eligió como primer acto de gobierno la firma de un acuerdo con Mary Robinson, alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos; el acuerdo está permitiendo hacer un diagnóstico —en el que participo— sobre lo que pasa en ese terreno. La invitación que Fox hizo a Mariclaire Acosta tenía sentido porque es una de las pioneras del movimiento mexicano por los derechos humanos. Con Héctor Cuadra y otras y otros fundó la Sección México de Amnistía Internacional y a lo largo de tres décadas participó activamente desde diversos organismos civiles. Nunca había aceptado un cargo oficial y su entrada a un cargo público se explica porque se integró un gabinete plural de transición que incluía a personalidades de la izquierda y la sociedad civil.
Al conocerse la remoción de Mariclaire, la primera reacción de los medios fue recordar el papel que tuvo en el cambio de la política mexicana hacia Cuba. Con todo lo importante que resultaba actualizar una relación al mismo tiempo entrañable y difícil, el aporte de la ex subsecretaria —y de Jorge Castañeda— estuvo en algo menos visible, pero más permanente: abrir el país al escrutinio externo para, por ese camino, anclar la transición en el exterior.
Este hecho ha modificado profundamente la relación que tenemos con el mundo, lo cual ha forzado ajustes y obligado discusiones que todavía no terminan. Entre las consecuencias que la apertura ha tenido está la instalación de una oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para Derechos Humanos y la visita de relatores y misiones de otros órganos de la ONU, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de Human Rights Watch, de Amnistía Internacional, etcétera.
Las declaraciones e informes de estos grupos ya forman parte de nuestra cotidianidad y aunque ninguno de ellos regatea elogios a los cambios que ha tenido la política exterior mexicana, tampoco guardan silencio sobre las carencias que todavía nos laceran. En el transcurso de una conversación con Irene Kahn, ésta lanzó un juicio duro sobre el Gobierno de Vicente Fox: “su discurso está lleno de buenas intenciones que, desafortunadamente, no coinciden con las prácticas que tiene su Gobierno”. No se trata de una opinión aislada y para demostrarlo está el durísimo informe que presentó sobre “diez años de desapariciones y asesinatos de mujeres de Ciudad Juárez y Chihuahua”. Este tipo de documentos disgusta profundamente a un sector cada vez más importante del actual Gobierno. Consideran parcial que Amnistía concluya que el trato judicial dado al caso de las muertas de Juárez es un “modelo de intolerable negligencia”; piensan que el organismo con sede en Londres es parte de un “círculo rojo extranjero” y, por lo pronto, el Gobierno acaba de rechazar su informe sobre las muertas de Juárez.
Mientras crece el número y visibilidad de jugadores externos, el movimiento mexicano de derechos humanos vive un momento difícil. Los organismos civiles han perdido parte de la iniciativa e influencia que alguna vez tuvieron, aunque en la medida en que redefinen su agenda se abre la posibilidad de un renacer. Es promisorio que estén incorporando a sus prioridades la vigilancia de lo que pasa al interior de los organismos públicos de derechos humanos, buena parte de los cuales no cumplen con su tarea por el sometimiento que viven frente a los gobernantes.
La Federación Mexicana de Organismos Públicos de Derechos Humanos -integrada por las 33 comisiones que tiene el país- está profundamente dividida, entre otras cosas en torno al perfil que debe tener el defensor de los derechos humanos o la relación que debe haber con el exterior. El grupo mayoritario lo encabeza la Comisión Nacional de Derechos Humanos que ve con profunda suspicacia la forma como está participando la comunidad internacional. Lógicamente, la CNDH planteó reticencias y puso obstáculos a la apertura que impulsara y simbolizara Mariclaire Acosta.
En otras palabras, en los derechos humanos las aguas andan revueltas. Reaparece la conocida actitud de que el gobernante culpe al mensajero de las malas noticias. Es cierto que el Gobierno de Vicente Fox ha sido notablemente cuidadoso de no violar los derechos, pero pasa por alto que se le critica lo que ha dejado de hacer (mucho de lo cual fue prometido en tiempos de campaña). Se renuevan tensiones que hace dos años y medio, en aquel acto del Auditorio Nacional, pensé que desaparecerían. Con esos antecedentes y en este ambiente, la forma como el canciller Luis Ernesto Derbez despidió a Mariclaire Acosta está lejos, muy lejos, del bombo con el cual fue presentada por el Presidente el primero de diciembre de 2000. En política, unos cuantos meses se convierten en una eternidad. Es inevitable concluir que ha cambiado la actitud oficial hacia los derechos humanos. Obviamente habrá consecuencias porque el momento elegido para cesar a Mariclaire no podía ser peor. Tal vez sea una coincidencia, pero se dio pocas horas después del encuentro entre Irene Kahn y Vicente Fox y cuando ya están llegando los 500 delegados de Amnistía procedentes de 77 países que eligieron a nuestro país para un encuentro que se desarrolló el fin de semana.
La situación de los derechos humanos en México seguirá en el centro de las discusiones porque siguen violándose, porque hay una sólida corriente social dispuesta a defenderlos y porque son uno de los legitimadores internacionales del siglo XXI. Ignoro cuál será el destino de Mariclaire, aunque conociéndola sé que seguirá peleando por lo que siempre ha creído. En su breve tránsito por el Gobierno tuvo logros que no deben menospreciarse. Lo lamentable es la rudeza innecesaria empleada para sacarla de un Gobierno que alguna vez quiso ser plural. Lo preocupante es el mensaje que se lanza.
La miscelánea
Los interesados en el destino de las izquierdas tienen dos lecturas obligadas. Enrique Semo, distinguido intelectual, acaba de publicar en Océano La búsqueda, un libro sobre los laberintos, avances y retrocesos de la izquierda mexicana. Sus dos últimos capítulos son especialmente críticos con el Partido de la Revolución Democrática (en el cual milita) y con Cuauhtémoc Cárdenas, quien acaba de responderle en un texto de 18 cuartillas, que el PRD debería poner en su página de Internet. Es una discusión cargada de inteligencia que toca puntos neurálgicos de lo que pasa en el interior de uno de los principales partidos mexicanos.
Comentarios: Fax (5) 683 93 75; e-mail: sergioaguayo@infosel.net.mx