La guerra causa muchos más estragos que aquellos que derivan de los enfrentamientos entre combatientes e irremediablemente afectan a la población civil, aun cuando aquéllos no lo desearan así. Pero esos estragos son más reprochables cuando se causan deliberadamente, como está sucediendo en la ciudad iraquí de Basora, en donde las fuerzas estadounidenses e inglesas han dejado a todos sus habitantes sin agua y energía eléctrica.
Ante tal estado de cosas, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas, Koffi Annan, instó a los miembros de ese organismo internacional a adoptar medidas urgentes para asistir a los habitantes de la citada población, ante lo que él calificó como desastre humanitario, pues ninguna población puede subsistir en tales condiciones, porque con la falta, sobre todo, de agua, se está condenando a la población civil a una muerte segura.
Este llamado que lanza el secretario general, debe ser atendido y respaldado por todos los miembros de la ONU, aun por aquellos que han desatado el conflicto, pues lo que está sucediendo en Basora atenta contra los principios más elementales de la guerra y violenta el clausulado de tratados que han estado vigentes a lo largo de muchas décadas, en los que claramente se establece que los combatientes en una guerra no deben atentar contra la vida de la población civil.
Los estados beligerantes y aquellos que respaldan su determinación de ir a la guerra al margen de la ONU, deben aceptar que si ya de por sí el orden internacional se encuentra en entredicho ante el hecho de que E.U., Inglaterra y España decidieran en forma unilateral recurrir a la guerra sin la autorización del Consejo de Seguridad, no debe añadirse a ello un acto más que puede ser catalogado como de lesa humanidad, pues no hay razón alguna para atentar contra la vida de civiles que ninguna responsabilidad tienen en ese absurdo conflicto.