Lerdo

Desde la silla de ruedas implora se haga justicia

Sus agresores lo dieron por muerto y salio del estado de coma para comprobar que hay impunidad

CD. LERDO, DGO.- Los agresores de Ernesto Mendoza Ochoa ya lo daban por muerto. Hace poco más de dos meses fue brutalmente golpeado por una decena de presuntos integrantes de la pandilla “Los Reyes”, cuando salía de un baile acompañado de una joven. Hoy, atado temporalmente a una silla de ruedas, exige, junto con su familia, castigo a los responsables y que la banda sea desmantelada.

Fue alrededor de las dos de la madrugada del 25 de mayo cuando abandonó un salón de la colonia Villa Jardín, en donde se llevaba a cabo una fiesta. Se dirigía a su casa en Villas de las Flores en compañía de una mujer, cuando de pronto fue interceptado por al menos diez sujetos.

Sin ninguna explicación aparente, los golpes empezaron a caer sobre su cuerpo hasta que quedó inconsciente. “De pronto ya no supe de mí”, comenta con gran dificultad y en forma muy pausada Ernesto, de 31 años de edad, padre de dos hijos, con quienes vive separado de su esposa.

Al parecer, además de los puñetazos y patadas, un bloque se le dejó caer sobre su cabeza.

Después de un par de horas del incidente, la familia del lesionado fue notificada de lo sucedido. “Lo llevamos a la Cruz Roja y no lo aceptaron, porque dijeron que no tenía nada; luego lo llevamos al Hospital General y nos lo mandaron a Torreón”.

El 29 de mayo fue internado en terapia intensiva del hospital de especialidades número 71 del Instituto Mexicano del Seguro Social. Traumatismo craneoencefálico y hematoma subdural derecha le fueron diagnosticados. El paciente había caído en estado de coma.

Fue intervenido quirúrgicamente y egresado de la sala el primero de junio.

Desde el umbral de su hogar, Ernesto observa con sus negros ojos el exterior de la calle. Sus manos morenas apenas si las puede mover para asirse a las ruedas de la silla por medio de la cual se traslada desde que dejó la clínica. Una de sus piernas está inmovilizada y las secuelas en sus funciones psicomotrices son evidentes.

En su cabeza, torso y brazos, se observan las cicatrices del atentado.

Un día después de la golpiza, Francisco Mendoza, padre de Ernesto, fue a interponer una denuncia en la Subprocuraduría de Justicia de la Región Laguna del Estado de Durango por lesiones en contra de un tal José Luis y de “El Quiro”, presuntos integrantes de “Los Reyes”.

El día 29, fueron citados a declarar dos testigos. Días después, ya cuando el afectado recobró el conocimiento, fue llevado a rendir su declaración frente al Agente del Ministerio Público de la mesa correspondiente.

“Lo llevamos en la silla de ruedas con el licenciado Menchaca, él nos dijo que iba a tardar como tres o cuatro meses en integrar la averiguación para comprobar que en realidad había sido golpeado”, menciona Francisco.

Además, la madre de Ernesto, Felícita Ochoa, asegura que el agente se mostró indiferente ante la situación, toda vez que les comentó que la declaración del afectado era muy confusa. “Pos cómo no va a serlo si él habla desparpajado, lo dejaron todo dañado”, establece.

Hace apenas 15 días que Mendoza Ochoa dejó el hospital. “Han venido aquí a la casa los que lo golpearon para burlarse de él y amenazarnos a todos”, expresa preocupada una de las familiares que le acompañan.

La familia del lesionado sospecha de la mala actuación del Ministerio Público. “Detuvieron a dos sospechosos y ni nos avisaron, ya los soltaron y tampoco nos dijeron por qué”, platica Francisco.

Por su parte, Irene García, tía de Ernesto, exclama que hace unos cuántos días el hermano de éste fue agredido también por tres de los mismos tipos. “Le quebraron tres dedos y ahí sí los pescó la policía, pero dicen que ya se los llevaron a Durango... eran menores de edad”.

Afirman que no es la primera vez que sucede algo similar, toda vez que ya son varias las personas que han sido atacadas por esta presunta pandilla de “Los Reyes”, los cuales viven en la Cinco de Mayo, pero tienen asoladas a las familias de las colonias aledañas.

“Dicen que uno de esos jóvenes es pariente de un tal Batres, de la Policía Preventiva de Lerdo, que por eso no les hacen nada”, establece Francisco Mendoza.

Con la mirada perdida, Ernesto permanece sentado a la entrada de su casa esperando que sus agresores sean castigados y la pandilla, que de él se mofa, desmantelada.

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