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Desigualdad/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“Para que todos los chinos sean ricos, será menester que algunos lo sean primero.”

Atribuido a Jiang Zemin

Es muy común que los políticos mexicanos confundan la pobreza con la desigualdad. En sus discursos y análisis pasan de un concepto al otro como si fueran intercambiables. Pero no lo son. De hecho, con frecuencia la lucha contra la pobreza implica, aunque sea temporalmente, una mayor desigualdad social.

Los ejemplos son numerosos. En China, por ejemplo, tras la muerte de Mao Zedong en 1976, se tomó la decisión de descartar las viejas políticas económicas comunistas que habían servido para hacer de ese país uno de los más igualitarios del mundo pero también uno de los más pobres. Se permitió así la inversión privada, primero en el campo y después en la industria y los servicios, y se fomentó la competencia en el mercado y la libertad de precios. El gobierno chino empezó a retirarse gradualmente de su papel como gran proveedor de todos los productos y servicios del país.

A un cuarto de siglo de distancia, el resultado es notable en el campo del combate a la pobreza. El ingreso por cápita de los chinos se ha más que triplicado al pasar de 300 dólares por persona al año —uno de los más bajos del mundo— a alrededor de mil dólares. En contraste, sin embargo, la notable igualdad social entre los chinos ha desaparecido. Hoy muchos chinos han prosperado por encima de los demás. Pero si bien es verdad que la sociedad china se ha vuelto más desigual, la mayoría de los chinos no quieren regresar a los tiempos del comunismo con su justa distribución de la miseria.

Chile es otro ejemplo de que el combate contra la pobreza no necesariamente va unido a una mejor distribución de la riqueza. En la década de 1970 este país andino tenía una situación de pobreza que no era muy distinta de la que hoy registra nuestro país. Cerca de un 50 por ciento de la población era pobre en tanto que la pobreza extrema, la que sufren las familias que no tienen recursos siquiera para alimentarse adecuadamente, se aproximaba al 25 por ciento.

El descenso de la pobreza en Chile ha sido espectacular. Hoy el número de pobres apenas rebasa el 12 por ciento de la población mientras que la población en pobreza extrema apenas supera el 5 por ciento. Y, sin embargo, la distribución de la riqueza en Chile sigue siendo tan mala, o incluso peor, de la que se registraba en los años setenta.

Es verdad que la distribución de la riqueza suele ser mejor en los países ricos que en los países pobres. Si bien hay diferencias en distribución en las naciones desarrolladas, casi todas muestran niveles aceptables de distribución de la riqueza, mientras que la peor distribución se registra en países pobres como México, Brasil o las naciones de África. Lo interesante del caso, sin embargo, es que estos países pobres han aplicado a lo largo de décadas políticas macroeconómicas dedicadas a la distribución antes que a la generación de riqueza. México, por ejemplo, tuvo en casi todo el siglo XX un régimen supuestamente revolucionario que llevó a cabo una reforma agraria, que le dio un papel muy importante al Estado en la economía, que mantuvo monopolios gubernamentales en actividades tan importantes como el petróleo y la electricidad, y que estableció un sistema fiscal supuestamente “progresista”. Sin embargo, el resultado ha sido no sólo el de hundir al país en la pobreza sino el de darle una de las peores distribuciones de la riqueza en el mundo.

Felipe González, el ex presidente del gobierno español, un socialista que supo sacar a su país de una pobreza centenaria al promover la inversión y abrir la economía, señala en sus discursos que para un gobernante es un error tanto el no permitir la generación de la riqueza como el dejar de buscar formas para favorecer una mayor equidad. Pero en estos tiempos de globalización, el mejor camino para esa equidad social no se logra a través de mayores sueldos, sino de mejores servicios sociales. El gasto público en educación es el instrumento fundamental para lograr una mejor distribución del ingreso.

Los mexicanos tenemos que tomar en cuenta la experiencia internacional. Nuestro primer objetivo debe ser combatir la pobreza, pero esto no se logra con políticas de redistribución del ingreso sino con la promoción de la inversión. Sólo después debemos concentrarnos en la equidad, para la cual se requiere principalmente aumentar la inversión en educación.

DÉFICIT

George Bush heredó de Bill Clinton en el 2001 un superávit presupuestario de 292 mil millones de dólares. Para este 2003 lo está transformando en un déficit que se espera sea de 304 mil millones de dólares, el mayor de la historia. Todo el mundo terminará pagando por esta irresponsabilidad financiera.

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