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Desprecio, odio e ira

Dr. Fernando Villa Hernández

Los instintos y emociones no son como se ha llegado a pensar, las partes oscuras y malignas de nuestra humanidad, al contrario, están al servicio de la vida y su permanencia.

La naturaleza humana es más complicada que la de otros seres vivos debido al extraordinario desarrollo del cerebro que nos permite percepciones que están muy por encima de la de los demás seres que conocemos.

El cerebro permite no sólo ver el entorno, sino entender o intentar comprender su esencia y los mecanismos íntimos que participan en él. En el ser humano, el pasado, presente y futuro tienen una importancia mayor producto de la capacidad intelectual que nos permite ver, disfrutar y sufrir los eventos del pasado y presente.

El futuro se encuentra lleno de posibilidades que nos motivan e inquietan; las emociones e instintos funcionan estimulados, no sólo por eventos concretos, sino también por sus interpretaciones abstractas en el tiempo y espacio.

Los humanos estamos expuestos a demasiados estímulos y posiblemente esta sea la explicación del por qué existen mecanismos defensivos que con alguna frecuencia nos aíslan de un estímulo particularmente intenso y por lo tanto doloroso. El no pensar en los problemas o restarles importancia, así como el buscar el apoyo mágico a nuestros sufrimientos son algunos de estos mecanismos útiles y sin embargo potencialmente paralizantes y peligrosos.

El amor es una de las emociones que surgen de nuestro instinto de supervivencia individual y es un factor donde se sustenta la permanencia de nuestra especie, la necesidad de ser protegido en la infancia y la de proteger en el adulto son combinaciones que cambian de grado dependiendo del rol biológico donde estemos.

Como emociones opuestas se encuentran el desprecio, ira y odio que aparecen como todas las emociones debido a una situación exterior o interior específica. El desprecio se considera como la poca importancia que damos a los demás de una forma no justificada, debido a información inadecuada o a emociones provocadas por manipulaciones sociales o culturales.

El desprecio lleva a tratar a los demás sin consideración o respeto, la destructividad hacia ellos puede aparecer con más facilidad y es uno de las causas de la discriminación irracional, racial o cultural; el que desprecia tiene un sentimiento de superioridad injustificado, la inteligencia que permite distinguir lo superficial de lo esencial, una mayor y mejor información, así, emociones sanas hacen posible que el desprecio se presente menos.

La ira es una emoción que nos prepara para la lucha e implica la defensa individual, de territorio, familia o grupo, también funciona en el ataque para dominar o quitar territorio o posesiones a los demás. Es un instinto sano y vital, congruente con los objetivos individuales y de grupo, la emoción se ajusta a las circunstancias y tiende a debilitarse cuando éstas cambian.

Dentro del grupo tiende a ser regulada evitando al máximo la lucha entre ellos; la emoción se presenta en cada individuo con características propias dependiendo de la programación genética que interviene en nuestra personalidad.

El odio se considera como la manifestación prolongada y disfuncional de la ira, es producto de alteraciones de la personalidad (neurosis) donde la inseguridad, sentimiento de inferioridad, ansiedad y tristeza son crónicas. En ellos la sensibilidad para sentirse humillado y despreciado es mayor por lo que viven a la ofensiva y defensiva, cuando existen agresiones reales (forma parte del entorno).

La ira permanece por tiempo exagerado, es más intenso que lo normal y se reactiva con el recuerdo, son comunes las malas interpretaciones respecto a las malas intenciones de los demás. El odio es una emoción frecuente en las personas con tendencia a depender exageradamente de los demás, sienten frustración debido a que sus exigencias no son satisfechas, esperan demasiado para su edad y situación.

El odio aparece como obstáculo en la relación entre personas, pero sobre todo en los miembros de algunas familias donde las expectativas pueden ser neuróticamente exageradas, el refrán popular que dice: “Cuando haces un favor lo más probable es que lo olviden, no lo hagas y seguro lo recordarán’’ es una realidad en personas receptivas (creen tener derechos infantiles ya que exigen ser apoyados de esta manera).

Estas personas difícilmente sienten agradecimiento por los favores recibidos, pero fácilmente reprochan los negados, por lo que el odio y no el amor es el que prevalece. Otro pensamiento popular dice que “Del amor al odio solo existe un paso’’, es cierto cuando el amor es de un adulto con necesidades de niño. La persona amada al negarse a obedecer, a aceptar la exclusividad amorosa (rechazar familia y amigos), no estar suficientemente atento y servicial, aceptar los pensamientos irracionales y a vivir parcialmente despersonalizado en aras de mantener relativamente satisfecho las exageradas expectativas, está demostrando “su egoísmo y maldad” al no dar todo lo que el neurótico cree tener derecho.

La respuesta emocional es como la ira que sentimos normalmente al ser desposeído de lo nuestro, pero más intensa y anormalmente duradera; el odio puede existir como ira prolongada cuando en realidad se sufre abuso y agresión crónica, ambas hacen sufrir al que lo siente y es un peligro potencial para el que lo despierta, sin embargo la primera es manifestación de neurosis y la segunda es normal.

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