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Día de la Niña

Cecilia Lavalle

No, no es una cuestión sexista; es una llamada de emergencia. No, no es una concesión al lenguaje de género; es una exigencia de atención al problema de género. No, no es un asunto de cortesía; es un grito de auxilio. Establecer un Día de la Niña nos puede permitir mirar por separado los distintos problemas a los que se enfrentan niños y niñas. Y es que actualmente, millones de infantes la están pasando muy mal; pero, si cabe, las niñas la pasan peor por su condición de género. Miremos las cifras, a lo mejor a usted, igual que a mí, le brincan en la cara y le abofetean.

Es verdad que millones de niños y niñas padecen violencia en sus hogares; pero, en el caso de las niñas la violencia incluye con frecuencia ataque sexual. En México, datos de organizaciones no gubernamentales, actualizados a 2001, apuntan que viven en la calle cerca de 130 mil menores entre cinco y 17 años. En niños y niñas la constante para abandonar sus hogares fue la violencia intrafamiliar, pero el 86 por ciento de las niñas que viven en la calle padecieron abuso sexual del padre, padrastro o algún familiar cercano. Por si fuera poco, esas niñas tienen en promedio tres veces menores oportunidades que los niños de conseguir un empleo, y en cambio más oportunidades de seguir padeciendo abusos físicos, verbales y sexuales. Tres de cada seis niñas de la calle quedan embarazadas, y con frecuencia la prostitución se convierte en opción de supervivencia.

Es verdad que en el mundo la pobreza y las presiones sociales han obligado a 246 millones de niños y niñas a trabajar, las más de las veces en condiciones de sobreexplotación. Pero las niñas son mucho más vulnerables que los niños a la prostitución forzada. Notas de la agencia CIMAC señalan que en Asia el tráfico de infantes, especialmente niñas y adolescentes, es un negocio a gran escala: En no pocos casos los padres venden a sus hijas por unos cuantos dólares; casi todas las poblaciones birmanas tienen un tratante de niñas que las engancha, cual esclavas, al comercio sexual en otros países; en Tailandia, por ejemplo, la virginidad de una niña se cotiza en unos tres mil 500 dólares. No hay finales felices para ellas, pues carentes de documentos de identificación, sin dinero, en países con idiomas ajenos al suyo, siguen siendo víctimas de prostitución forzada y de enfermedades de transmisión sexual incluyendo el SIDA.

Asia no es el único foco rojo en este tema. América también. Brasil es uno de los países con auténticos mercados de niñas que son atraídas a la prostitución mediante engaños, y vendidas en subastas. Sólo en ese país, organizaciones no gubernamentales calculan que alrededor de 500 mil niñas son prostituidas. En México, según datos oficiales que no diferencian por sexo, 16 mil menores son víctimas de explotación sexual. Entre los principales sitios de turismo sexual se encuentran Acapulco y Cancún.

Por otro lado, la mutilación genital que se practica principalmente en países de África y Asia es una amenaza a la vida y la integridad de las niñas. Cada año están en peligro de ser mutiladas genitalmente cerca de dos millones de niñas, que se sumarán a las entre 100 y 130 millones de mujeres que sobrevivieron a esta agresión en su infancia.

Es verdad que, de acuerdo con datos de la ONU, en los últimos diez años murieron en conflictos armados dos millones de niños o niñas y un número tres veces mayor quedó con discapacidades permanentes. Pero en el recuento de los daños no se contabiliza a las niñas que fueron violadas, sometidas a prostitución forzosa entre la tropa enemiga, obligadas al embarazo por razones de venganza o de pureza étnica. Y desde luego en este recuento falta la suma de los niños y niñas muertos, heridos o discapacitados en Iraq debido a la invasión norteamericana.

Estos son sólo algunos ejemplos de la particular problemática que enfrentan millones de niñas que padecen doble desventaja: Por su condición de infantes y por su condición de género. Hasta hace algunos años esta problemática era prácticamente invisible. Así como se asumía que Día del Niño abarcaba a niños y niñas, de igual manera se asumía que los problemas de los niños eran los mismos que los de las niñas. Cuando en 1989 se firmó la Declaración Internacional sobre los Derechos de la Niñez, se pasaron por alto los particulares problemas de las niñas. Cinco años después, en 1993, durante la Conferencia Mundial de Derechos Humanos, por primera vez se habla de la situación de las niñas. No obstante, la atención específica a los problemas que enfrentan las niñas aún no es, ni con mucho, suficiente.

Las conmemoraciones más que motivo de festejo nos brindan la oportunidad de reflexión. Lamentablemente necesitamos un Día de la Niña; o cuando menos, en el Día del Niño y de la Niña poner acentos en las distintas realidades a las que se enfrentan.

Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com

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