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Diálogo/ Esfuerzo de laguneros

Yamil Darwich

Hace algunas decenas de años, a la entrada de la ciudad de Torreón, luego de pasar el puente de hierro símbolo de unión entre los laguneros, existía un rótulo que decía: “Somos brazo que lucha y espíritu que crea”, en referencia a las particularidades de los habitantes de esta región agreste que como bendición nos ha tocado poblar. Algunos dicen haberlo leído en otra parte de México, sin embargo quedaba como anillo al dedo porque es una buena definición para los pobladores que nos antecedieron.

Luego apareció una leyenda más, donde simple y sencillamente nos llamaban “vencedores del desierto”, frase que ofendió a algunos fuereños y otros radicados en la región que pensaban que sobrepasábamos las medidas de la mesura al declararnos ganadores sobre la naturaleza.

Los primeros pobladores debieron luchar contra el clima cambiante, con veranos desoladores e inviernos congelantes; vivir en soledad, con la distancia del centro de México, donde existían los primeros esbozos firmes de la cultura mexicana y la consecuente protección que generaba para las vidas de las personas y por si fuera poco, también habían de enfrentar a los grupos indígenas que se habían asentado en la región, que a su vez llegaron buscando sobrevivir, luego de ser expulsados del norte.

Luego arribaron colonizadores de diferentes partes de la nación encabezados por algunos españoles, entre ellos muchos que tenían sed de fortuna, entregándose a trabajar la tierra abriendo surcos y construyendo barreras contra los ataques de indios salvajes, que a su vez veían invadida y cercada la región por ellos ocupada.

También enfrentaron a los Ríos Nazas y Aguanaval, que con sus crecientes anuales, lo mismo anegaban y daban humedad precursora de vida, que destruían sembrados y construcciones. Varias veces esos colonizadores debieron empezar de nuevo y visto al tiempo, seguramente les revistió de la reciedumbre y fe en sí mismos que nos deben haber legado por medio de algún gen.

La llegada del ferrocarril confirmó nuestra existencia, dándonos la oportunidad que brinda la comunicación y reforzando nuestra genética biológica y social con la de otros muchos arribados a La Laguna, que también buscaban construir un patrimonio para sus hijos y generaciones venideras. Se sumaron los orientales, medio orientales y europeos, cumpliendo con el principio de la herencia que dice que la mezcla de cromosomas distintos favorece la evolución y el desarrollo de las especies; ¿por eso seremos, entre otras cosas, tan orgullosos de nuestros orígenes, además de porfiados y hasta tercos?

En la primera mitad del siglo anterior los laguneros dieron muchísimo de qué hablar; fueron ejemplo en los campos de la agricultura y la ganadería, en el primer impulso de la industria mexicana, del aprovechamiento de los inventos para generar riqueza y hasta mejorar la calidad de vida y ser el fundamento de las economías de los Estados de Coahuila y Durango.

Con menos de cien años de existencia la Comarca Lagunera se transformó en una de las zonas económicas más importantes de México, a la vez que el orgullo de ser laguneros continuaba creciendo y justificándose.

Se dice que las sociedades muestran su madurez por las etapas de desarrollo social, económico-político y finalmente cultural. Empezar por la educación básica hasta llegar a la superior, para posteriormente preocuparse por la promoción y difusión de la cultura, que son señales de madurez de los habitantes de las distintas comunidades.

Los laguneros fuimos los impulsores de la creación de la ahora Universidad Autónoma de Coahuila, (U.A.C.), aunque la idea inicial fuera crear la Universidad de Torreón; muchos años después buscamos la diversificación de las alternativas en educación superior para bien de los jóvenes y así nacieron otras como el Instituto Tecnológico Regional de La Laguna, (ITRL) y las primeras particulares, todas traídas por interesados que negociaron su llegada desde otras partes de México, fueran de Nuevo León o el Distrito Federal.

Los primeros centros educativos de licenciatura, organizados con una visión regional y por los profesionales de la educación de La Laguna, fueron el desaparecido Instituto Superior de Ciencias y Tecnologías de la Laguna, Asociación Civil, (ISCYTAC), ahora Universidad Lasalle de La Laguna, (ULSA Laguna) y la Universidad Autónoma de la Laguna, (UAL), la que hoy (4 de diciembre del 2003) cumple sus primeros quince años de existencia.

Desde hace unos pocos años hemos empezado a trabajar en la última etapa de la consolidación de la cultura y el arte con la construcción de museos, para el estudio y gozo de los laguneros.

Si los primeros pobladores rompieron con el arado las tierras del semidesierto lagunero; si los colonizadores buscaron diversificar la economía con el desarrollo del comercio y la industria; también hubo personajes que se atrevieron en la gran empresa de construir ciudades que florecieran en medio del árido paisaje con el uso de lo que en su momento fueran innovaciones tecnológicas, entre ellas: los trazados conforme a la urbanización moderna, el primer tranvía de provincia, la iluminación mercurial, teatros y cinematógrafos con los inventos más recientes y otras muchas cosas.

En la segunda mitad del siglo anterior aparecieron hombres y mujeres que empezaron a luchar por la difusión de la cultura y la promoción de la educación superior; seres humanos que continuaron con la tradición de “los grandes esfuerzos” que dejan una enseñanza y herencia de trabajo, servicio y filantropía para todos nosotros, quienes finalmente deberemos continuar conviviendo con el semidesierto y de ser necesario obligarlo a que nos deje un espacio para vivir.

Le hago esta breve reflexión sobre nuestra historia regional porque la más reciente de las obras de los laguneros (que no la última), la Universidad Autónoma de La Laguna, festeja sus primeros quince años de existencia, siendo un ejemplo de lo que nuestro esfuerzo y trabajo conjunto pueden generar para el bien común.

“Vencimos al desierto, cultivamos el espíritu” es su lema, que encierra en sólo cuatro palabras nuestros antecedentes como orgullosos habitantes de la Mesoamérica Mexicana.

Lo invito a que reflexionemos sobre nuestra historia, en las obras que hemos realizado a lo largo de los años y que se ufane con ello, sin olvidar que debemos seguir adelante con nuevos sueños para cristalizarlos y con otros muchos proyectos; a que continuemos pregonando en forma positiva uno de nuestros lemas de identificación: “Orgullosamente laguneros”.

Para todos (que son muchos) los que participaron en la creación de la UAL y los que siguen trabajando o estudiando en ella; para los casi seis mil egresados de sus aulas y los laguneros en general, que ya cuentan con su propia Universidad de calidad que se suma al esfuerzo educativo serio regional, mi felicitación por la celebración del XV Aniversario. ydarwich@ual.mx

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