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Diputados campesinos/Plaza Pública

Miguel Ángel Granados Chapa

En el breve lapso transcurrido entre la emisión de la convocatoria para elegir a quien dirigiera la fracción parlamentaria y la elección de Elba Ester Gordillo, sólo el sector campesino del PRI y más concretamente la CNC, tuvo capacidad para reaccionar de manera orgánica. El presidente de la agrupación, Heladio Ramírez López, convocó a los 57 diputados provenientes de esa central, para definir su actuación en la próxima legislatura, lo que permitió que escucharan las propuestas de Manlio Fabio Beltrones el jueves 17 y de quien finalmente resultó elegida el viernes 14.

No fue casual que eso ocurriera. Desde agosto del 2000, apenas transcurridas unas semanas del mayor descalabro electoral de ese partido, nacido para ganar, la principal central campesina percibió la necesidad de convertirse en una organización social cuyo partido había dejado de estar abruptamente en el poder presidencial, a cuyo influjo había nacido más de sesenta años atrás. Ha sido por primera vez interlocutora del gobierno y dejando atrás su papel de correa de transmisión en el poder público y los campesinos, la CNC estuvo en condiciones, desde el comienzo de este año, de ejercer una acción constructiva en las negociaciones que condujeron al Acuerdo Nacional para el Campo.

La CNC pudo conciliar de modo pertinente la solidaridad que debía al resto de las agrupaciones campesinas que empujaron al Gobierno hacia la adopción de una política de Estado en esa materia, con su papel de organismo con representación en el Poder Legislativo.

Más allá de la protesta y la movilización en sí mismas, ha tocado a la CNC, en la legislatura que está por concluir sus funciones y en la que la sustituirá, la responsabilidad de impulsar las reformas legales que den permanencia y eficacia a lo convenido en el Acuerdo. Ese papel debe ser cumplido en medio de condiciones políticas adversas. Los sectores priistas, sobrevivientes en el papel, no pasan por sus mejores momentos. Desde hace más de diez años, cuando Luis Donaldo Colosio encabezaba el PRI, cobró velocidad la noción de que ese partido debía abandonar su estructura sectorial para convertirse en un órgano aglutinador de ciudadanos.

La reforma estatutaria que se propondría tal objetivo -y debía conducir, conforme al designio salinista, a un nuevo partido bajo el control de quien se veía a sí mismo como un nuevo Calles- quedó postergada y al final frustrada.

Pero que evitaran desaparecer no ha querido decir que los sectores conservaran su vitalidad. La CNOP prácticamente ha desaparecido y no es de pensar que la dinamice el sindicato magisterial adscrito formalmente al sector popular. El SNTE responde a los intereses de Gordillo y lo último que haría la dirigente de los futuros diputados sería poner sus huestes a las órdenes de Beltrones, que encabeza aquella confederación, antaño médula de la movilización urbana priista, pues aunque lo derrotó el sábado pasado, no extirpó en modo alguno su capacidad de influir determinantemente en la vida del PRI y del grupo que a partir de septiembre legislará en San Lázaro.

Del sector obrero apenas hay que hablar para describir su decrepitud: basta ver la escuálida nómina de sus futuros diputados y, sobre todo, imaginar los partes médicos de su principal dirigente, Leonardo Rodríguez Alcaine, cuya lozanía corresponde a la de los sindicatos priistas.

Al deterioro general de esos sectores se agrega en este segundo semestre del año una circunstancia agravante, que puede ser letal para el magro sector popular. El PRI no entregará un solo centavo a sus agrupaciones sectoriales. No tiene con qué. Concluida su campaña federal, gastó ya el cuantioso financiamiento que para ese fin recibe del erario público a través del IFE. Y desde el mes pasado comenzó a cubrir, mediante sustanciosas reducciones en sus mesadas, la sanción por mil millones de pesos que le impuso el propio IFE por su financiamiento irregular de hace tres años. Una de las primeras providencias de la administración central priista ha sido cortar las contribuciones que hacía a la vida de los sectores. En amplia medida, por eso, la vida de la CNC dependerá de su propia actividad política, del cumplimiento de sus tareas de capacitación y del apoyo que otorgue a proyectos productivos de sus afiliados.

En medida semejante deberá obtener también apoyo del grupo de diputados que pertenecen a esa central, a los que impulsó para obtener las candidaturas y la victoria.

La CNC deberá resolver el falso problema que ha pretendido suscitar una sedicente disidencia, urgida de dar ribetes de verosimilitud a lo que es apenas una farsa.

Encabezado por el diputado guerrerense Gustavo Nabor Ojeda, un grupo adversario de la dirección legal presidida por Ramírez López de vez en cuando protagoniza actos teatrales disfrazados de acciones políticas. El más reciente es un sainete. Tiene que ver con su creencia de que la CNC es el edificio de su sede central. Tras varios intentos de ocuparlo con violencia, intentó una argucia legal a través del registro catastral, imaginando que si lograba una constancia de que el inmueble le pertenece, será automático su reconocimiento como grupo director de la CNC. Es obvio que ni siquiera ganando el litigio civil a que dio lugar su pretensión el resultado tendría traducción política. Pero tampoco en ese ámbito ha conseguido avances reales, no obstante lo cual intenta engañar a los medios informativos que se dejan engañar. Y es que el diputado Ojeda se quedará sin dietas y fuero dentro de cinco semanas.

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