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Dos años después

Yamil Darwich

El 15 de septiembre del año 2001, le escribí que: “a partir del 11 de Septiembre del 2001, el mundo cambió” y dialogábamos: “... el mundo no será el mismo, o al menos no deberá serlo, porque es nuestra grave responsabilidad haber tomado conciencia, ahora sí y de una vez por todas, de nuestra actitud ante las diferencias en el pensar y en las costumbres sociales; entre la situación económica de unos y otros; de las necesidades que deben ser atendidas en forma solidaria y sobre todo, porque debemos entender que la raza humana es una sola, aunque esté compuesta por diferentes etnias, de seres humanos todos iguales y merecedores de un mismo destino”.

Pasados dos años y días, las cosas poco han cambiado, o lo han hecho para empeorar.

Actualmente, los valores defendidos por el mundo occidental se ven amenazados y no pocas veces limitados y hasta agredidos en intentos por abolirlos, utilizando frases de convencimiento como: “lucha contra el mal”, “defensa de la libertad”, “etc.”, cuando la realidad evidente es que el costo de las graves diferencias económicas entre ricos y pobres está afectando muy seriamente a las formas de vida de todos los seres humanos.

De ello acabamos de tener una muestra evidente con la fallida reunión de Cancún, Quintana Roo, donde unos y otros no pudieron ponerse de acuerdo, rompiendo el diálogo y llenándonos de frustración a todos.

Si los pobres sufrimos de hambre y carencias en la calidad de vida, los ricos por su parte ven limitadas sus propias oportunidades de disfrutar de las riquezas (lícitas o no) ante el temor en su propia seguridad y hasta miedo a la pérdida de la libertad y/o la vida.

Así, luego del barbarismo y genocidio cometido por el terrorismo mundial, el temor ha hecho presa a muchos de los habitantes de los países del llamado “primer mundo”, con ciudadanos que sin pensarlo dos veces han opuesto pobre o nula resistencia a las acciones emprendidas por sus gobernantes, que de paso, en su intento por contener las agresiones extranjeras atacan a los legítimos derechos humanos.

Paradójicamente, el país occidental que fundó las bases de su imperio en la libertad, la justicia, las oportunidades y la aplicación de la ley, está ahora despojando de esas ganancias de cultura y civilidad a la sociedad posmoderna, haciendo notar aún más las diferencias existentes entre unos y otros pobladores del mundo.

Las garantías individuales son amenazadas hasta el punto de que algunas autoridades se han atrevido a proponer el espionaje civil, logrando ser escuchados por buena parte de sus conciudadanos, quienes por primera vez en la vida sienten el temor de la inseguridad de sus personas y seres queridos, dentro del propio territorio nacional.

El Presidente George W. Bush llegó a pedir a sus gobernados, en un discurso público, que participen en programas de pseudoseguridad como el de “TIPS” (Sistema de prevención e información contra el terrorismo), invitando a los norteamericanos a que se transformen en espías de vecinos, amigos y compañeros de labores. Afortunadamente hubo oposición firme de los demócratas y hasta de algunos republicanos, que han logrado atenuar la propuesta, aunque no la pudieron descartar totalmente.

El respeto a la integridad física también está en peligro, llegándose a proponer la tortura contra los terroristas, si con ella se pueden evitar daños a la sociedad americana. La idea ha sido apoyada incluso por académicos universitarios que han abierto el diálogo sobre el tema, mostrándose condescendientes, si es que así se obtiene “información fundamental”. Esto no es nuevo ya existen antecedentes en las políticas de interrogatorio policíaco y militar en Israel, donde utilizan lo que llaman “presión física moderada” en contra de los guerrilleros y terroristas palestinos, haciendo valer aquello de que es aceptable “el mal menor para alcanzar el bien mayor”.

Los tribunales militares norteamericanos han sido reactivados y utilizados contra algunos afganos, iraquíes y paquistaníes violando todos los tratados internacionales. Los prisioneros de guerra capturados en Afganistán fueron transportados a Cuba en forma infrahumana, donde se les mantiene presos con maltrato físico y psicológico a través de la aplicación de una ley unilateral firmada por el presidente norteamericano titulada: “Detención, tratamiento y juicio de ciertos ciudadanos en la guerra contra el terrorismo”.

Pareciera que no se alcanzan a prever las consecuencias del rompimiento con el principio ético-moral del respeto al ser humano, su integridad física, psicológica y la privacidad individual. Si ahora la aplican solapadamente contra terroristas, queda poco para que se aproveche ese medio y eliminar opositores; enemigos de todo tipo, hasta civiles en conflicto de intereses económicos, sociales o (¿por qué no?) románticos. Como ahora se ataca a los supuestos irracionales guerrilleros, seguramente, una vez establecido como método, se extenderá a quienes no lo son y por último hasta a los propios conciudadanos.

Luego del salvajismo del 11-S, los efectos se observan, aunque con menor intensidad en otros países “occidentales” que representan la imagen de cultura y modernidad del siglo XXI. Inglaterra, Francia e Italia, a los que se suman los sumisos administradores públicos españoles, han autorizado diferentes procedimientos policíacos y militares que rebasan los derechos individuales declarados en sus respectivas leyes.

Hace dos años dialogaba con Usted que: “El mundo ha cambiado y lo ha hecho para siempre y aun en medio del profundo dolor que representa el acto de barbarie que deberá ser reprobado, juzgado, sentenciado y purgado por el hombre mismo, debe aparecer una luz de esperanza: es la oportunidad para que pensemos y repensemos nuestro compromiso humano con nosotros y con nuestros semejantes, para que busquemos las formas de encontrar maneras pacíficas de dirimir diferencias y para que aceptemos, de una vez por todas, que vivimos en un solo planeta, que además es de todos”.

El mundo cambia en un proceso que se aceleró hace dos años a partir de la destrucción de las torres gemelas de Nueva York y desgraciadamente parece que es para mal; pero ... ojalá que yo esté equivocado. ¿Cuál es su punto de vista? ydarwich@ual.mx

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