EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial

Dos países en uno

Gilberto Serna

En las más de las declaraciones que de pronto formula el presidente Vicente Fox es de suyo desconcertante. A mediados de la semana que antecede a esta, soltó una de sus ocurrencias que da qué pensar acerca de qué estará pasando en el despacho del Ejecutivo Federal. La realidad aparentemente no concuerda con su desbordante optimismo. A tres años de su gestión al frente de la nación se mostró confiado en que su administración va sobre rieles. Si viajáramos al pasado en una máquina que rompiera la barrera del tiempo llegaríamos a la conclusión de que las fábulas siempre han existido. Antaño, en las visitas de los Presidentes a la provincia era común que se montara un escenario de cartón y engrudo, con plantas recién trasplantadas para dar una falsa imagen de tierras ubérrimas. Había ahí un doble engaño: las autoridades locales pretendían demostrarle que había un trabajo y el hombre de la banda tricolor, sabiendo la verdad, por que podía ser lo usted guste o mande menos un beocio, se dejaba llevar por la ficción siguiendo el juego, en que él mismo participaba, mostrando su alegría por lo bonito que se veía el campo, a sabiendas de que era un espejismo. Apenas alzaba el vuelo en el avión presidencial cuando todo volvía a la normalidad, desapareciendo el paisaje virgiliano como por obra de encantamiento, igual que como había aparecido.

Eran tiempos de teatro, días de comedia, en que el pueblo también estaba en el ajo. Todos los protagonistas, el jefe de la nación, el gobernador, el alcalde, su cáfila de colaboradores y el mismo pueblo, gozaban de la puesta en escena. Se aplaudía a rabiar, se gritaban los estribillos de costumbre, las mujeres de las barriadas se desgañitaban coreando el nombre del ilustre personaje, que sonreía satisfecho creyéndose merecedor del halago que le hacían a su ego. En efecto, esas zalamerías las recibía todas las semanas, a todas horas, en todos los lugares, con lo cual, poco a poco, el sujeto iba perdiendo la dimensión de la realidad, dándose cuenta de que había dejado su cuerpo de carne, hueso y suciedad para ascender al Olimpo, donde moran los dioses, convertido en una divinidad. Volviendo al presente, lo que vuelve desconcertante la aseveración del Presidente, de que el país está de maravilla, es que basta salir a la calle para darse cuenta de la dura realidad. Sin mucho meditarlo, habría que decir que la apreciación del titular del Poder Ejecutivo es tan errónea que linda en lo disparatado si no fuera por que en el momento de su declaración, se estaba refiriendo a otro México, el de los privilegiados, el de los dueños del país.

Habrá que reconocerle a Fox su valor para salir al tinglado a exponer su verdad, “a pesar de la resistencia para aceptarlo de algunos grupos”. Esos no son los grupos que se juntan en la esquina bajo un farol, si no los que constituyen más de la mitad de la población que reniega de estar en la inopia, por lo que se queja con marchas tumultuarias, como la del jueves anterior -sin querer percatarse, dicho sea con sorna, de las bondades de un sistema político, que no ha cambiado desde varios sexenios atrás, en virtud del cual cada vez hay más gente que come, sabrosas y nutritivas, rebanadas de aire-. Que vive, si es que eso es vivir, en pocilgas, que tienen hijos a los que les espera un negro futuro de falta de oportunidades, que en su momento vendrán a aumentar el número de desempleados. Las escuelas son cada vez más inaccesibles para los pobres porque tienen que ayudar a sus padres, resultando un lujo mantenerlos estudiando. La salud es la más alta preocupación de las clases marginadas.

Eso nos enseña que existen dos países en uno, ni duda cabe. El de los rezagos sociales y el otro, en el que se disfruta la bonanza. A este último se refería Vicente Fox, eructando caviar beluga, traído de Rusia. Sí, le damos la razón al Presidente, si hay un país de maravilla. Es el México que aplaude al Gobierno, haga lo que haga, siempre que les conserve intocables sus status socio-económicos. Son los que lanzan denuestos contra los legisladores a los que les reclaman su falta de patriotismo por que no aprueban, a ojos cerrados, las iniciativas de reformas que envía el Ejecutivo. En resumen, hoy el peligro se cierne sobre el Presidente, ya que estos señores, del México que le aplaude sus genialidades, le serán leales mientras no ponga en riesgo sus vastos intereses. En efecto, hay que decirlo, si Fox se atreve a combatir la desigualdad que actualmente existe en la sociedad, que no lo hará, lograría dar el rumbo a su Gobierno que hasta ahora no ha tenido, pero se echaría encima a un poderoso segmento social que no se lo perdonaría.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 62880

elsiglo.mx