A lo largo de mi existencia he acumulado gratos recuerdos de los conciertos a los que he asistido en nuestro país y en el extranjero. De nuestra ciudad guardo en mi memoria aquellos que el inolvidable maestro Vilalta hizo posible a través del Patronato Lagunero Pro Arte y Cultura, gracias a los cuales nos visitaron grandes interpretes, entre los que se pueden mencionar a José Iturbi, Aleksander Slobodyanik, Jean-Pierre Rampal y Víctor Tretyakov.
Más recientemente, escuchamos maravillosos recitales de Jorge Federico Osorio, Carlos Prieto, Jean Philippe Collard, el trío Wanderer, el trío Contrastes y David Guerrier. De la Camerata de Coahuila también hemos acumulado recuerdos imborrables de sus conciertos orquestales, funciones de ópera y de aquellos en los que han participado solistas de la talla de Osorio, Prieto y Stefan Milenkovic.
Sin embargo, creo que el concierto de gala del pasado viernes 31, por varios motivos no tiene precedente. Hay que aclarar que esto no se debe únicamente al hecho de que Ramón Vargas sea uno de los seis tenores más importantes del mundo (los otros son el italiano Roberto Alagna, los argentinos Marcelo Álvarez y José Cura, el peruano Juan Diego Flórez y el canadiense Ben Heppner a los que muy pronto habrá que agregar el nombre de otro mexicano, Rolando Villazón).
Tampoco es resultado de la magnífica ejecución de la orquesta bajo la dirección del maestro Ramón Shade. Ni por que se pudiese afirmar -como algunos hacen- que Vargas es el mejor músico que ha visitado estas tierras, puesto que varios de los que mencioné arriba fueron considerados en su momento entre los mejores intérpretes de sus respectivos instrumentos.
Más bien, creo que éste fue un evento sin precedentes por el gran entendimiento que se generó entre los músicos de la orquesta, Ramón Shade, Ramón Vargas y el público. Entendimiento que expresó el propio Vargas al comentar durante el desarrollo del concierto que ?el arte es para compartir y divertirse?. (Asumo que la palabra diversión fue utilizada por el tenor más en el sentido de atraer la atención que en el de hacer reír).
Nunca había estado en nuestra ciudad en un evento en que el público entrara en una comunión tan íntima, tan intensa y que respondiera de la manera en que lo hizo. La música logró su objetivo de trascender el tiempo y el espacio, para sustraernos de nuestra cotidianeidad -divertirnos tal vez diría Ramón Vargas- para entrar en contacto con la esencia del pensamiento de los compositores. Es decir, fue una comunión entre público, intérpretes y música.
El concierto abrió con una imponente ejecución de la obertura de la ópera Don Giovanni de Wolfgang Amadeus Mozart, a la que le siguió ?Il Mio Tesoro? que es el aria de Don Ottavio del segundo acto de dicha ópera. A ésta le siguió otra aria escrita por Mozart, Un? aura amorosa? que proviene del primer acto de Cosi fan tutte. Ambas fueron interpretadas con el sentimiento y dulzura requeridos y un impresionante despliegue de ?sotto voce? (en voz baja) en la que Vargas hizo gala de su gran sensibilidad pues a más de uno nos dejó con un nudo en la garganta.
Después de ese despliegue de musicalidad, escuchamos la obertura de Don Pasquale de Gaetano Donizetti. A ésta le siguió un aria, que si bien proviene de otra ópera de Donizetti, Il Duca d?Alba, no fue escrita por él, se trata de ?Angelo casto e bel? compuesta por Matteo Salvi en la cual se exploran los extremos de la tesitura del tenor, misma que sirvió para que Vargas hiciera gala de su impecable técnica y hermosísima voz.
La primera parte del programa concluyó con ?Ma se m?e forza perderti? de la ópera Un ballo in Maschera de Giuseppe Verdi. Esta aria proviene del tercer acto y tiene como tema la pérdida de un amor, por lo que fue abordada con gran sentimiento por el tenor.
Después del intermedio Ramón Vargas cantó ?Ah, la Paterna Mano?, del cuarto acto de la ópera Macbeth de Giuseppe Verdi, en ella se describen los sentimientos de un padre al descubrir el asesinato de sus hijos.
Esta impresionante composición fue seguida por la obertura de Luisa Miller, ópera estrenada en Nápoles el ocho de diciembre de 1848, la cual es sumamente interesante, pues es diferente, por su carácter germánico y monotemático, de todas la demás oberturas compuestas por Verdi.
En 1897 se estrenó en Milán la ópera L?arlesiana de Franceso Cilea, Caruso se hizo famoso con su intervención durante la premiere con el aria ?E la Solita Storia? y dudo que la haya interpretado mejor de como lo hizo Ramón Vargas.
Il Barbiere di Siviglia probablemente es la ópera más popular del repertorio; su obertura es sumamente alegre y magnífica. Si bien es cierto que Gioachino Rossini la escribió en sólo tres semanas, esto fue posible importando partes de otras de sus óperas. En este caso la obertura ya había sido empleada en Aureliano in Palmira.
La Camerata de Coahuila, bajo la dirección del maestro Shade, la ejecutó brillantemente y supo resaltar su ingenio y buen humor, mismos que fueron un apropiado preludio para la Danza de Rossini. Vargas abordó esta difícil partitura con una sorprendente facilidad y rapidez.
La última obra incluida en el programa fue la canción ?Core?ngrato? del napolitano Salvatore Cardillo. Esta composición se hizo famosa a través de la grabación que realizó Caruso y fue bellamente cantada por Ramón Vargas, con ella el público terminó de entusiasmarse y al finalizar realizó la ovación más impactante que he escuchado en Torreón.
Esta fue recompensada con el aria ?Questa o Quella Per me Pari Sono ? del primer acto de Rigoletto de Giuseppe Verdi. Al concluir, la ovación fue aún más grande que la anterior, por lo que Vargas cantó ?La Donna e Mobile? proveniente de la misma ópera.
Los aplausos y bravos nunca disminuyeron, ni aún después de que se volvieron a cantar la Danza de Rossini y el aria de L?Arlesiana. La euforia del público no disminuyó sino hasta que se hizo evidente que el concierto había terminado.
El público salió fascinado y muchos abandonamos la sala adoloridos de los brazos de tanto aplaudir y de la garganta de gritar bravos, pero con un recuerdo imborrable del cual siempre estaremos agradecidos a los músicos de la orquesta, a Ramón Vargas, al maestro Ramón Shade y al patronato de la Camerata de Coahuila.
Lo más maravilloso es que sabemos que seguiremos teniendo la oportunidad de asistir a más conciertos y estoy seguro de que muchos de ellos serán excelentes, tal y como de seguro probará ser el que impresionante pianista francés Alexandre Tharaud, brindará, gracias al esfuerzo de la Alianza Francesa, el Colegio Cervantes, la AFAA, el patronato del TIM y la U.A. de C., el próximo viernes siete de noviembre, en el Teatro Martínez.