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México, DF.- A pesar de que las universidades públicas siguen siendo la piedra angular del sistema de educación superior del país, sus egresados, que cubrían 80 por ciento de la oferta laboral en 1990, pasaron a ocupar sólo 70 por ciento de los puestos en 2000.
De acuerdo con el análisis del Mercado Laboral de Profesionistas en México. Diagnóstico 1990-2000 y prospectiva al año 2010, la mayor presencia de las universidades privadas se expresa también en el crecimiento que ha tenido el número de establecimientos de enseñanza superior.
El análisis fue elaborado por la Consultoría Internacional Especializada, S.A (CIESA) para la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), y cuenta con cuatro partes que dan cuenta de las expectativas laborales de los profesionistas.
El estudio coordinado por Enrique Hernández Laos, director general de CIESA e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, señala que entre 1991 y 2000, las universidades particulares pasaron de 218 a 737. Y el número de egresados de licenciatura y posgrado de las escuelas privadas pasó de 29 mil 833 a 80 mil 279 en el mismo periodo.
Todos estos elementos indican que las instituciones de educación superior privadas serán actores cada vez más importantes en el sistema de educación superior nacional, y son ya las instituciones líderes en algunas entidades y en algunas carreras.
En el caso del posgrado, en su posición relativa, las instituciones educativas privadas avanzaron 16.7 por ciento, lo que significa que dentro de poco uno de cada dos graduados de la enseñanza superior provendrá de instituciones particulares.
Una de las características distintivas del sistema de educación superior de México en la década de los años 90 fue la expansión de la oferta de egresados. En efecto, el número de egresados del nivel superior pasó de 148 mil 972 a 267 mil 545 de 1991 a 1999. Por su parte, los egresados con posgrado (que son parte de las cifras anteriores) pasaron de nueve mil 885 a 28 mil 943 en el mismo período. Las cifras anteriores reflejan la evolución de la matrícula.
De acuerdo con el análisis mencionado, otro cambio importante de la década de los 90 fue la desconcentración de la matrícula de nivel licenciatura y posgrado.
Precisó que las entidades federativas que a principio de la década concentraban la mayor parte de la oferta de egresados, es decir, el Distrito Federal, Jalisco y Nuevo León, tuvieron un crecimiento medio anual de 5.7, 4.7 y 4.7 por ciento, en el mismo orden, menor del 6.7 por ciento promedio registrado en el país. En la mayor parte de las entidades del país se observó un crecimiento en la participación de la oferta de egresados, pero hubo diez entidades en donde la tasa de crecimiento media anual fue superior al diez por ciento: Hidalgo, Guerrero, Oaxaca, Tabasco, Campeche, Chiapas, Quintana Roo, Puebla, Sonora y Guanajuato.
Como consecuencia de toda esta dinámica de desconcentración geográfica, añade el análisis, el coeficiente GINI pasó de 0.2773 a 0.1372, entre 1991 y 2000. Otro rasgo distintivo de la evolución de la oferta de egresados en el período es la mayor participación de las mujeres. En 1970 su participación era de 15.5 por ciento, en 1980 de 29.8 por ciento, en 1990 de 40.3 por ciento y para 2000, la participación alcanzó 51.03 por ciento. Estas cifras muestran con toda claridad el avance logrado en materia de igualdad de oportunidades por género.
A lo largo de estos 30 años, las mujeres han aprovechado de manera creciente las oportunidades que un sistema de educación superior en expansión les ha proporcionado. “Hemos visto cómo en estos años las mujeres han incursionado en carreras que por tradición eran casi exclusivas de los varones como la Física, las Matemáticas, las Ingenierías”, entre otras. No obstante, por razones diversas, siguen existiendo carreras con mayor presencia masculina o femenina, aunque en una tendencia que indica que pierden en forma paulatina ese carácter. La carrera mixta por excelencia es la Medicina, en donde el número de egresados es muy similar entre hombres y mujeres. El análisis sugiere que las casi mil instituciones de educación superior registradas en la base de datos de la SEP, repartidas en el país, divididas en públicas o privadas, formaron, sin acuerdo previo, un conjunto de egresados cuyo perfil de carreras es estadísticamente muy similar en 1991 y 2000. El sistema de educación superior ofreció un mayor número de oportunidades a los jóvenes aspirantes a las universidades, a través de un número creciente de instituciones públicas y privadas de país, pero con una oferta educativa muy concentrada. Sobre todo en carreras de las áreas de Ciencias Sociales y Económico-Administrativas.
Al analizar las cifras de la década de los 90 el resultado es contundente: hay un avance significativo en términos cuantitativos del sistema de educación superior mexicano.
Sin embargo, a pesar de la competencia que resulta de un mayor número de instituciones participantes, con una gran diversidad geográfica, se confirma que las ofertas de egresados de 1991 y de 2000 son muy similares. El dato más importante es que la oferta de egresados creció en 6.7 por ciento en promedio anual, mientras que la economía sólo lo hizo a razón de 3.5 por ciento anual en promedio. Lo anterior implica que el número de egresados aumentó a un ritmo dos veces superior al del Producto Interno Bruto, de modo que la oferta de egresados se enfrentó a un mercado laboral incapaz de ofrecer las oportunidades para que la gran mayoría de quienes salían de las universidades y tecnológicos.
En ese sentido, el lado largo de la tijera del mercado de trabajo estuvo representado por la oferta de egresados y el lado corto por la demanda. Este desequilibrio tiene implicaciones directas en el mercado. También tiene efectos importantes en el sistema educativo, al mandar como señal una dificultad estructural para garantizar la inserción en el mundo del trabajo profesional de sus egresados. Con ello se desdibujan los innegables logros educativos alcanzados en la última década.