La comparecencia de los secretarios del Ejecutivo ante el Congreso del estado como parte de la glosa del Informe anual de Gobierno, constituye un ejercicio estéril que pone de manifiesto el subdesarrollo institucional que vive Coahuila.
Una vez rendido el Informe de Gobierno en un acto ceremonial, en los días subsecuentes se programa la comparecencia de los titulares de las principales dependencias estatales ante el Pleno del Congreso como está ocurriendo hoy mismo.
Cada secretario repite la exposición hecha por el Gobernador en la materia que a cada uno de ellos corresponde. Las bancadas de los partidos representados en la Legislatura cuentan con diez minutos cada uno para cuestionar el Informe; el secretario en turno contesta a los planteamientos de los partidos; las fracciones parlamentarias disponen de cinco minutos cada una para replicar y al final el secretario cierra la comparecencia. En resumen, se trata de intervenciones intercaladas a lo largo de tres horas, en los que cada uno de los cinco partidos en el Congreso dispone en total de quince minutos para cuestionar y replicar y el secretario del resto del tiempo.
El formato aprobado por la mayoría priista en el Congreso, ha hecho de las comparecencias un acto meramente ceremonial y una pasarela para el lucimiento de los funcionarios del Poder Ejecutivo. Algunos de ellos como es el caso de Horacio del Bosque, secretario de Desarrollo Social, llegan al extremo de hacerse acompañar de contingentes que operan como porra en las galerías del Palacio del Congreso.
Cabe aclarar que las comparecencias no están precedidas por un trabajo previo en comisiones integradas de manera plural por representantes de la oposición, que permita interactuar en el escritorio a los diputados con sus auxiliares técnicos, con los operadores de la estructura de cada secretaría. Como consecuencia el ejercicio cuyo comentario nos ocupa, se torna una sucesión de eventos meramente retórica y teatral, con muy escaso contenido y nulos resultados prácticos.
No falta quién diga que tales eventos son ejemplo de vida republicana, sin embargo, el formato y los frutos que ofrece no pueden ser más pobres. Es cierto que en un pasado remoto ni siquiera tales comparecencias existían y al iniciar fueron un avance, pero a estas alturas en que urge acceder a la democracia plena, no queda sino calificarlas de muestra de subdesarrollo.
En el caso de un Congreso cuyos diputados no tienen acceso pleno a la información del Ejecutivo, en términos de poder escudriñar de manera analítica en el respaldo documental del Informe y sus estadísticas para confrontarlos con la realidad, la glosa y las comparecencias de los secretarios son una burla. Lo anterior porque en Coahuila la Contaduría Mayor del Congreso opera en la práctica como un órgano aparte y por encima de los diputados, que como fetiche burocrático usurpa las funciones de aquéllos en lo tocante a la fiscalización de la cuenta pública.
En forma sistemática la mayoría priista coarta el acceso de los diputados de oposición a la información del Ejecutivo y desvirtúa la función del propio Congreso, bajo el argumento de que la referida Contaduría Mayor es la titular de las facultades de fiscalización y no los representantes populares. Una vez más como ha sido y es característico del régimen de Enrique Martínez y Martínez, los pájaros les tiran a las escopetas.
Frente a semejante aberración, no queda sino cuestionar a nuestro Gobernador y diputados locales en términos de exigirles un acuerdo que propicie un avance en serio en materia de fiscalización por parte del Congreso de Coahuila y por ende de equilibrio real entre los poderes públicos en el estado.