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El canto del cisne

Gilberto Serna

Antaño, los tiempos eran cruciales en política. Tan es así que con gracia y sabiduría pueblerina el líder obrero por antonomasia, Fidel Velázquez Sánchez, CTM, acuñó la frase de que quien se movía antes de tiempo, como en las fotografías de otra época, no salía. La mera verdad es que era una manera de contener las ansias de los políticos para evitar se enfrascaran en una guerra fratricida en lo que todo estaba resuelto de antemano. No había una libre competencia que daba paso a que ganara el más popular. Todo dependía de una sola voluntad, en los que podríamos llamar el canto del cisne, que era quien decía la última palabra. Así era en aquellos años que hoy nos parecen tan lejanos. Nos referimos por supuesto a los candidatos que postulaba el PRI para ocupar el cargo de Presidente de la República. Durante un poco más de setenta años, con diferentes siglas, los únicos que ocuparon el despacho presidencial provenían de esta agrupación. Nadie lo discutía por la sencilla razón de que hubo un movimiento armado que le daba un cierto sello de legitimidad.

Los que andaban en esas danzas no por eso mantenían la tranquilidad. Los últimos días, antes del destape, se la pasaban inquietos, pegados al teléfono, esperando con gran pasmo la llamada portentosa. Las noches estaban plagadas de negros presagios. Los días se alargaban con lentitud desesperante. Se consumía el aromatizante café con frenéticos sorbos mientras se fumaba un cigarro tras otro. Las noticias que proporcionaban los amigos no eran para calmar las angustias que se apoderaban de los enlistados. Era un juego perverso en que las informaciones eran contradictorias. Todos guardaban silencio. Había una conspiración en que, contra cualquier pronostico, se alzaba un inmenso muro detrás del cual había un hombre solitario que ante sí y para sí tomaba la decisión de quien lo sucedería en el cargo. Los fracasados aspirantes callaban y tragándose su orgullo salían presurosos para ser los primeros en felicitar al elegido aunque fuera de dientes para afuera.

Hoy no es diferente. Es cierto, los tiempos han cambiado las reglas del juego. Es probable que el que se mueva, sólo por eso, logre salir en la foto. Lo único que no se alcanza a percibir quién es el fotógrafo. De los que se mencionan como posibles candidatos, por el simple hecho de ocupar un cargo público de importancia, andan desaforados buscando padrinos. Se viven momentos inéditos que pueden traer como consecuencia, según se vaya acercando el momento, una rebatiña de proporciones colosales. Ahora que también hay quienes se han mostrado cautos, dando tiempo al tiempo, manteniéndose parcos al expresar sus pensamientos, dando la impresión de respeto a esos viejos tiempos, pareciendo que las traen todas consigo y que llegado el momento como los grandes magos, el más famoso Merlín, se sacarán de un bolsillo su nominación. Todos irán tras de la liebre pero sólo uno la alcanzará -que puede ser el que corra más rápido o el que se quede parado esperando que los otros espanten al veloz animalito a sus brazos-.

Me pregunto, después de la decepción que se han llevado quienes confiaron en las promesas del actual mandatario, si los que aspiran al cargo ¿traen consigo una filosofía política basada en la defensa de los intereses de las grandes mayorías? Desde luego que los mexicanos esperamos que sea un político honesto consigo mismo. Que tenga la medida exacta de sus capacidades. Un ser humano que conozca la historia del país. Alguien que encuentre la llave de como hacer para mejorar el poder adquisitivo del asalariado. Un hombre o mujer que pueda no ser pitancero pero que sepa, por el aroma de los platillos que se está cocinando en este país, de los peligros que acechan cuando los números nos indican que ha aumentado el desempleo, que la pobreza es una lacerante realidad y que, con las políticas económicas que han seguido hasta ahora los gobiernos, se está provocando una gran desigualdad que amenaza la paz social. Bueno, en lo personal, me conformaría con un candidato, de cualquiera de los partidos políticos con registro, que posea sentido común y un entrañable amor a su patria. ¿Porqué hablamos de esto cuando aun faltan años y felices días para el destape? Quizá llevados por la inercia del banderazo que acaba de dar nuestro Presidente.

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